Aquella noche quiso disipar la bruma
violeta que antes del crepúsculo, había
comenzado a provocar su voluntad.
Como un espectro, sabio conocedor de
su esencia, aquella niebla removió otra vez sus entrañas, ahogando su pecho, asfixiando las sombras que
en él siempre había escondido.
No, nunca pretendió la inmortalidad
de su alma, simplemente que su soplo no se extinguiera.
Tuvo miedo al sueño aquella noche… Temió
su compasión y aunque sus párpados se resistieron a que la niebla la
envolviera, cedió, pues en ella el ser
dejaría de importarle y por fin se desvanecería.
Soñó con pensamientos en el alfeizar
de su ventana, pequeñas macetas adornadas por un etéreo perfume, bañadas con
las lagrimas que un día utilizó para inspirarse mientras la luz del día moría
en ella.
Casi se extingue pero aunque pudiera
parecer imposible, por un momento, en su letargo, supo que era sólo un sueño.
No fue difícil desnudarse de él
porque fuera la niebla comenzaba a evaporarse portando su propio olvido.
Ya lo dije, nunca pretendió la
inmortalidad de su alma.
Un desvelo benévolo mientras amanecía
y una claridad lo inundó todo. Su voluntad había vencido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Antes de nada: gracias.