Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

lunes, 28 de enero de 2013

QUIZÁS UN SUEÑO... EL CUATRIGESIMO SEPTIMO...





La pureza camina de puntillas en mis sueños.

Sigilosa,  aún lava su manto salpicado en espera de que se agote la tregua impuesta por la misma vida.

¿Sabes? Nunca me avergonzó mi inocencia. Esa es la verdad. Nunca traté de ocultarla y en mis sueños, en mis sueños,  escucho sus pasos. Camina de puntillas.

La siento vestida de blanco. Sí,  ella siempre viste de blanco aunque a veces trata de pasar desapercibida y como una virgen aparece y desaparece mostrando su rostro inmaculado pero con la mirada llena de vergüenza.

Y cuando despierto… La oigo lavar su túnica una y otra vez.

“Quizás fue el sueño más hermoso, el primero, el último, pero sé que en él logré tocarla.

Alcanzar la verdad en un tiempo en el que la oscuridad se hizo dueña de mí, fue como escribir lunas infinitas sintiendo la caricia de cada uno de sus resplandores.

Porque sí… porque no existiría la oscuridad sin la luz.

Hoy, mi luna anuncia que estallará cuando por fin despierte. Y mientras, agoto palabras y sueño porque… ¿Sabes? Nunca dejaré de soñar y ni siquiera la muerte logrará mi desvelo”

Y cuando despierto… La oigo lavar su túnica una y otra vez.

1 comentario:

  1. Quiero agradecer y agradezco agradecidamente, gracias.

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Antes de nada: gracias.