Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

jueves, 18 de marzo de 2010

EL CUENTO Nº73 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. LA ÚLTIMA NOCHE EN LA INDIA.






Antes de que aquellos últimos instantes por esas tierras fueran tan sólo un recuerdo y que el aroma único de aquel lugar, mezcla de flores y especias, se desvaneciera, quiso la luna tentar de nuevo su sino como en aquellas primeras ocasiones.

Implorando la complicidad de las estrellas amigas que compartían también parte de su oscuridad, se deslizó buscando el lugar perfecto para escapar de su luz. Y cerca del rio descendió a través de su propio reflejo, ocultando su blanca desnudez entre los arbustos de la ribera.

Sin pretender ofender a los dioses dormidos caminó sintiendo como el terreno bajo sus pies le hacía percibir la vida tal y como la soñaba.

Quiso respirar cada segundo de aquella noche y en el intento un perfume dulce despertó aún más sus sentidos, una fragancia que la embriagó y que la condujo suavemente hasta una pequeña casa a orillas de aquel rio.

Era una casa humilde con un pequeño jardín donde una mujer balanceándose delicadamente, amamantaba a su retoño al tiempo que entonaba casi en susurros una dulce canción que hablaba de una diosa que protegía los sueños.

Contempló con admiración el color canela de su piel curtida por el sol y su pelo negro cayéndole sobre sus hombros. Y al fijarse en cómo alimentaba a su pequeño supo que aquel olor que le había guiado hasta allí brotaba de aquellos senos morenos apenas cubiertos por su sari.

En el lugar donde la vida había despertado a los dioses con flores de loto y leyendas que regalaba a los hombres la existencia, aquella noche cualquier creencia se hubiera derrumbado contemplando a aquella madre espantando a la muerte que algunos anhelaban más allá del río.

Alimentando con las últimas gotas de aquella esencia pura y sintiendo como el pequeño se quedaba dormido, vio la luna como la mujer se entregaba al silencio y cubriéndose los pechos, con pasos delicados se adentraba en el interior de su casa.

Cuando por fin despertó de aquel momento, supo la dama blanca que había llegado la hora vestirse de nuevo con su luz y despedirse de aquella tierra. Su viaje tenía que continuar cumpliendo así con un destino. Aunque con gusto hubiera portado aquel sari humilde y hubiera acunado a aquella mujer y a su pequeño y se hubiera dejando mecer por la vida de ambos.

Mientras ascendía pidió al cielo conservar aquella noche en el recuerdo y no perder el olor de aquella mujer que más que un jardín portaba la vida más allá de los dioses.

Y así se despidió de la India.

viernes, 12 de marzo de 2010

EL CUENTO Nº72 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. LA CIUDAD DE LA CONTRADICCION.


“Aléjate luna de esta noche, que esta ciudad y este rio no te pertenecen.
Huye en tu luz de las cenizas como huyes de las sombras que te hieren.
No busques palabras tristes en el viento ni aromas de vida que se pierden.
Pues hoy esta noche pertenece a los que creen que no existe la muerte”




Hoy te contare una leyenda sobre la ciudad brillante en la que cada noche el tiempo se pliega sobre sí mismo, y grita a la luna, con amabilidad, que apague su luz. Pues este lugar sagrado nunca le ha pertenecido y en él las lágrimas están prohibidas.

Te hablaré de los secretos de la verdadera luz y de la oscuridad dorada. No, no hay sitio para la luna en este lugar pues tampoco hay sombras, y sólo el sol esperará paciente su momento, iluminando con más intensidad los colores vivos.

Trataré de acercarte con mis palabras el sonido de las aguas de su rio en el que la vida y la muerte se hermanan en reflejos rotos por ofrendas que iluminan sus orillas; el suspiro de vida de sus ondas cristalinas en lo más profundo, y al pie de la escalera santa, su muerte y el crepitar del fuego que lo purifica todo.

Entonaré los cánticos de antiguas creencias en las que el agua no apaga el fuego y el fuego arde sin lastimar el agua, y verás niños y ancianos compartiendo este momento. Y oirás risas y oraciones, pero no llantos.

Estarás allí y el tiempo reconocerá que es tu primera visita a este lugar y limpiará los pecados cometidos en la gracia de la vida, con la esperanza de concederte el olvido y liberarte en la pureza divina. Los más afortunados no regresarán.

Miles de peregrinos te rodearán y no importará su cuna llegado el tiempo. Algunos han venido a morir y esperarán pacientes, como el sol, su momento; otros simplemente contemplarán el cortejo funerario con la esperanza de que algún día les tocará a ellos, cerrando así el ciclo de la vida.

¿Tienes fe? Porque si no la tienes es el momento de que abandones este lugar. Pronto amanecerá.

Mientras respondes contempla de nuevo como entre las cenizas las ofrendas se deslizan con suavidad siguiendo el curso del rio, iluminándolo la noche. Son plegarias a la muerte, y qué hermosa vida en la eternidad de las almas…

martes, 9 de marzo de 2010

EL CUENTO Nº71 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. EL SONIDO DE SUS PIES


Hoy de nuevo comparto este viaje y es el diablo el que me acompaña narrando una historia y llenando este espacio de palabras que envuelven como la música que le acompaña.

Confieso que nunca las noches de la luna estuvieron mejor acompañadas, mi querido Diablo.

Hoy no hay retos.




Allí donde confluyen los dos grandes ríos, plagada de puentes que suturan esas dos grandes venas. Ciudad sagrada de entre las sagradas...Dios creador... en vísperas del kumbh mela, cuando reina en el firmamento la oscura noche lunar. En ese momento, en ese lugar.

El sonido del ghatam, el sagari y el sitar me guiaron hasta aquel recinto creado por la naturaleza. La disposición de su bóveda rocosa hacía que la música envolviera los sentidos. Una completa oscuridad, rota por algunas antorchas y la luz que emitía el incienso que ardía en unos recipientes colocados en el suelo. Y con la intensidad de las brasas que flameaban en esos grandes cuencos brillaban sus ojos rasgados. Tal vez incluso destacaran más en la negritud de la piel que se mostraba en todo su esplendor, en desafiante desnudez.

Mientras yo me encontraba paralizado ante su extraña belleza, ella alzo sus cuatro brazos, moviéndolos suave y sinuosamente como se mueve el gran río sagrado, mientras oscilaba en una de sus manos la brillante hoja en forma de media luna, los miedos cercenados en otra e invitaba con las otras dos libres a adorarla y amarla.

Como acompañantes en su danzar cuatro cobras blancas imitaban a la perfección su ritmo. La madre oscura miraba fijamente e incitaba al deseo con su lengua agitándose lujuriosamente, recorriendo los cuatro puntos cardinales de su boca entreabierta. Su dermis, pese a la distancia, emanaba perfumes a curry, a anís, a sésamo, nuez moscada, tamarindo...como en su día brotara el sudor que dio ser a sus dos hijos, verdugos del gigante con engaños anudados.

Sus pechos, teñidos de rojo, eran enmarcados por un collar de cincuenta trofeos, liberando mantras que forman su naturaleza divina. No dudo fueran adquiridos de predecesores a mi contemplación.

En cada movimiento de cadera, su carnal falda ensartada de extremidades, deja entrever el yoni como uno de sus símbolos, desafiantemente sensual. A sabiendas del poder hipnótico que ejerce, mira de reojo, con una ligera sonrisa, y acompasa el vaivén de su cuello con el de sus coristas serpenteantes.

Sin darme cuenta, turbado por sus voluptuosos movimientos, alcanza mi vera envolviéndome con sus largos y atezados cabellos al subacuático ritmo del ghatam. Sus pies, cuajados de áureas pulseras en los tobillos, baroda, gujaratg, golpean grácilmente el enarenado suelo. Puedo identificar el sonido de sus pies porque es a través de ellos que la vida se está moviendo en mi dirección...


Creado por Calavera y Diablito.

jueves, 4 de marzo de 2010

EL CUENTO Nº70 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. LA FLOR DE LOTO.




Cerca del amanecer la luna sintió que la noche se envolvía suavemente entre sombras de leyenda.

Bajo su luz pudo percibir como la selva permanecía extrañamente dormida y que en silencio la madre tierra, vestida de pureza, caminaba descalza respirando el arrullo de los sueños y acariciando con ternura la vida.

El movimiento de sus caderas desnudas al andar, despertó con gracia una suave brisa que en un susurro pronunció su oculto nombre tratando de cubrir su cuerpo.

Sí, fue un instante de erotismo limpio, en el que el ritmo de los latidos era marcado por sus pasos. Un momento de sensualidad que el terreno quiso hacer suyo alfombrando sus pies en espera de su esencia.

Mientras contemplaba el cielo decidió que aquella negrura sería la del color de sus ojos sólo roto por el brillo de las estrellas.

Y la luna no pudo evitar verse reflejada en ellos sintiéndose parte de aquel momento de magia.

Siguiendo sus pasos la acompañó a un pequeño estanque donde lentamente comenzó a introducirse mientras el agua recibiéndola comenzó a brillar en espera de su ofrenda.

Y Cuando por fin la reina se la otorgó fecundando el momento, del tacto de sus dedos brotó una pequeña semilla.

De aquel pequeño fruto surgieron raíces que se aferraron al lodo mientras la flor de loto luchaba por alzarse sobre el agua abriendo sus pétalos y llenando a la noche de su fragancia sensible.

Contemplando la belleza del momento la creadora comenzó a desvanecerse en el trono de color esperando el nacimiento de otro Dios.

Antes de que los primeros rayos del sol despertaran a la selva, de entre la maleza apareció un elefante blanco rodeado de una bruma en la que se podían leer los sueños de una princesa dormida.

Viendo la luna como aquel animal arrancaba la flor con su trompa supo que aquella princesa recibiría la verdadera ofrenda en su vientre.

martes, 2 de marzo de 2010

EL CUENTO Nº69 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. LA TORRE DEL SILENCIO.





La noche está callada y en el sigilo de las sombras ha decidido la muerte que hoy no cabalgará, dejando su caballo negro guardando reposo en la oscuridad de su capa.

Los gritos han abandonado estas horas, como el sueño abandonó su tiempo eterno, y con ayuda de su cetro camina invisible contemplando su obra, sin prisas.

En su paseo sombrío visita el tributo a su arte, una torre, una morada de cuerpos sin vida y el primero el de un recién nacido que respiró sólo horas. Después, muchos más…

Apenas puede ya distinguir al pequeño; los buitres hicieron bien su trabajo, seguro que alguno en su vuelo de muerte sació su hambre hiriente con sus frágiles huesos.

Hace mucho tiempo que no oye gritar a los buitres, y sin embargo percibe como respiran en sus nidos tallados de piedra. Sabe con fría certeza que, como ella, no duermen, y que esperan pacientes los despojos de su obra.

Uno, el más grande, siempre vigila el movimiento del féretro de hierro que les traerá el alimento. Tiene el honor de apaciguar a las crías hambrientas emitiendo el grito , la anunciación de que pronto también ellas desgarrarán con sus picos los pedazos de carne y vísceras.

Sólo estas aves romperán el silencio, pues nadie llora, está prohibido.

Y no encontrarán impedimento alguno a su festín inerte, pues así está escrito. Ni siquiera los nassesalares, los portadores, se lo impedirán, se limitarán a arrastrar los cuerpos sin alma hasta lo más alto. No necesitan olvidar.

Vuelve a contemplar los restos, sabe que se acerca su viento y que la saludará reduciendo ante ella los huesos más desgastados hasta convertirlos en polvo que acariciará su rostro profundo e inexistente.

En las partículas buscará su esencia, un leve aroma de la putrefacción que la acompaña. El último olor de vida que acaricia la muerte dulcemente.

Mientras trata de bañarse en su olor contempla a la luna que hoy también paso de largo con su luz discreta de duelo, y que, sin embargo, brilló en aquel polvo, aunque le doliera la fe no entendida.

Eso le recuerda que tiene que seguir con su viaje, aunque el suyo dure más de una noche y carezca de alma, así está escrito…