Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

viernes, 27 de noviembre de 2009

MI YO Y MI OTRO YO. CADA VEZ HABLO MÁS CONMIGO MISMA. JA JA JA JA.




Ya es viernes, y aunque a mi este fin de semana me toca trabajar (MALDITA SEAAAAAA), hoy más que nunca necesitaba hacer una entrada para reírme, porque hoy el día se me está dando fatal.

Como siempre he pensado que al mal tiempo buena cara, aquí estoy rebanándome los sesos a ver si se me ocurre algo gracioso.

Ahora, NO OS VOY A CONTAR LO QUE ME HA PASADO QUE LUEGO ME LLAMÁIS JUANITA CALAMIDAD, y hoy no estoy para eso, ja ja ja ja ja (ya empiezo a reírme, eso está bien).

Si es que hay días que es mejor no levantarse, incluso semanas, y no me extiendo más que no quiero ser fatalista.

Aunque una nota de dramatismo no viene mal. AY POBRECITA DE MI MISMA, que hoy ni la música me consuela ¿Será que no he elegido la apropiada? Venga Ana ponte una de esas que te pone las pilas.

Síiiiii, de esas que cuando la oyes se te van los pies y te dan ganas de saltar.

Y os prometo que no son las hormonas, aunque haya gente que piense que cuando las mujeres estamos serias siempre es porque estamos hormonoides. Pues no, tampoco han sido ellas las culpables.

Oye y qué me decís lo mal que sienta eso. BUFFFFF, a por vosotros que voy. Sí es que sienta fatal que porque un día lo tengamos mal, haya gente que piense que es porque una está hormonando.

A ver, que os quede claro LO DE LAS HORMONAS SÓLO FUNCIONA CUANDO SOMOS NOSOTRAS LAS QUE LO DECIMOS, si lo dice otra persona lo único que puede pasar es que se la busque.

Es como cuando estás nervioso, aunque no quieras reconocerlo, y te viene alguien por detrás a decir que te tranquilices ¿no os pasa a vosotros?. Es como si esas palabras incendiarán aún más tu estado de nerviosismo.

Ahora que lo pienso a lo mejor el culpable de mi día lo tienen mis nervios. Como mi madre, que siempre que la digo que me duele algo me dice que serán los nervios, Que me duele la cabeza: SERÁN LOS NERVIOS, Que me duele la tripa: SERÁN LOS NERVIOS QUE SE TE HAN AGARRADO A LA TRIPA, y así hasta el infinito. Ja ja ja ja ja ja.

Y es que parece que los nervios y el tiempo sean los culpables de todo.

¿Culpa del tiempo? Pues ahora que lo pienso puede ser, porque siempre me he declarado en contra de los días en los que no aparece el sol. Aunque soy la luna oscura, soy super solar y hoy como que ese chute de energía que siempre me proporciona el astro rey me ha faltado. Vaya día de perros.

Y a falta de sol.... NO, ANA, ESO NO, NO TE ATIBORRES AHORA DE CHOCOLATE, que están las navidades encima y ya tendrás tiempo de hacerlo.

Valeeeee, no lo haré, pero una raja de choricito sí que me como, o de salchichon. Y creo que tengo aceitunas de camporeal. Me voy a preparar un aperitivo que ese sí que va a ser un chute.

Definitivamente van a ser los nervios porque ya hablo sola demasiado conmigo misma. Ja ja ja ja ja.

Y todo por echar la culpa a alguien o a algo, y simplemente no aceptar que hay veces que se tiene un mal día porque sí y que lo mejor es asumirlo de la mejor manera posible y tratar de ponerle quizás un poquito de humor, que para compadecernos ya habrá tiempo y mejores ocasiones.

Zanjada la cuestión, me he decidido ya por la música. Y sí repito tema ¿Por qué? porque me da la gana, ja ja ja ja ja ja ja. Es broma es que esta canción de verdad que me anima mucho.

Y QUE LO SEPÁIS, ME VOY A DUCHAR, ME VOY A PONER GUAPA (claro está en la medida de lo posible) Y ESTA NOCHE ME VOY DE CENA Y A TOMARME ALGUNA COPA, aunque trabaje mañana. SIMPLEMENTE PORQUE YO LO VALGO. Que el mal día lo voy a arreglar yo aunque sea a base de vodkas ja ja ja ja ja ja (espero no arrepentirme mañana).

UN BESITO MUY FUERTE PARA TODOS Y QUE OS DESEO UN FELIZ FIN DE SEMANA.

Os dejo que la ducha me llama.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

UNA ENTRADA UN POCO SERIA. UN CUENTO ACERCA DE LA VIOLENCIA DE GENERO.




Hoy os contaré un cuento muy real.

Hace años hubo dos niñas que eran las mejores amigas.

Tan amigas, que juraron que su amistad duraría toda la vida y más allá de ella. Lo compartían todo y aunque no se veían nada más que los fines de semana y en vacaciones, se escribían cartas en las que se contaban sus secretos.

Esas niñas fueron creciendo y siendo jovencitas una de ellas conoció al amor de su vida. Y la otra, se alegró, porque por eso eran amigas y aunque entendía que la situación había cambiado y había momentos en los que la echaba de menos, aprovechaba el tiempo que pasaba con ella al máximo.

Pero cada vez ese tiempo era más pequeño y cuando estaban los tres juntos la amiga sentía que al novio no le caía bien, sobre todo cuando recordaban momentos que habían vivido juntas y con los que tanto habían disfrutado.

Poco a poco fueron cambiando las cosas y cada vez se veían menos.

Un día, fue a verla a su casa y al ver que no estaba su novio con ella la invito a que salieran a tomar algo. Pero la amiga le dijo que no, que si se enteraba su novio se enfadaría.

La amiga no lo entendía y trataba de hacerla ver que ella tenía que vivir por ella y no por él. Pero hasta su familia en esto apoyaba al novio. ¿Qué queréis que os diga? Una familia un tanto a la antigua.

No se cuántos fines de semana la amiga fue a buscarla, estando su novio o no, para salir a dar un paseo, o para hablar simplemente, pero la respuesta siempre era no.

Hasta que un día le preguntó a su amiga por qué no le caía bien a su novio porque estaba claro que esa era la razón, y ella le respondió que él no podía soportar pensar que habían pasado momentos felices en los que él no estuviera, que sentía miedo de que pudiera cambiarla y que por ello le había hecho prácticamente prometer que si quería seguir con él no podría verla, si no estaba él presente.

Cuántos días lloró la amiga al sentir que esa amistad tan bonita se moría.

Pasaron algunos años y aunque, cuando se veían siempre, se saludaban, la confianza que tanto las había unido había desaparecido. Sólo quedaba el cariño de un recuerdo de infancia.

Pero una tarde se encontraron las dos. El novio no estaba y disfrutaron de unas horas recordando buenos momentos. Hasta que surgió el tema del por qué todo había cambiado entre ellas y llegaron las confesiones.

En un momento, la amiga, con miedo, le confeso que su novio era muy celoso, y, aún no entiendo el por qué, llorando la relató como hacía un tiempo le había pegado una paliza porque le había visto hablando con un amigo de toda la vida.

Pensé de todo al ver a mi amiga, ahí delante de mi, sintiendo cómo necesitaba contárselo a alguien, y me ofrecí a ayudarla a ir a su casa, hablar con sus padres, incluso denunciarle... Pero al tiempo de enfrentarla a su miedo, ella sintió aún más y me quiso hacer jurar no decírselo a nadie porque ella lo quería y no podía dejarle. Además él le había prometido no volver a pegarla, y llevaba tiempo que no lo había vuelto a hacer.

Dios mío, según contaba ella, le había tirado al suelo y le había dado patadas en la espalda y en la tripa. Y al levantarla la dijo que sólo ella tenía la culpa. ¿Eso era amor?

Aquella noche no dormí, y no podía parar de llorar. Recuerdo que al despertar se lo conté a mis padres para ver si me podían ayudar porque no podía consentir lo que le estaba pasando a mi querida amiga, y mis padres me dijeron que si ella no quería dejarle no podrían hacer nada, pues tampoco habían sido testigos de nada.

Después de hablar con ellos, decidí ir a su casa a hablar de nuevo con ella, dispuesta a si era necesario decírselo a sus padres, pero al llegar ella lo negó, diciéndome que tampoco era para tanto y que quizás lo había exagerado.

Recuerdo que su madre escuchó la conversación y me echó muy educadamente de su casa, diciéndome que había mujeres que a lo mejor podían permitirse el lujo de perder el tiempo en estudiar una carrera, pero que su hija era ya una mujer que pronto se casaría y que no tendría tiempo para jugar con chicas que no pensaban como ella.

Yo, tenía diecinueve años y ella dieciocho.

Antes de irme la dije "Siempre estaré para lo que necesites", pero después de ese día ni siquiera volvimos a compartir recuerdos.

Se casó con él, y todavía está casada. No me invitó a la boda.

A veces pienso en ella y quiero creer que les va todo bien y que aquello no volvió a repetirse, aunque en mi mente sí se ha quedado grabado. ¿Tenía que haber hecho algo más? ¿Qué podía haber hecho?. Quizás si su entorno hubiera sido otro todo hubiera sido diferente.

Cuando nos vemos, nos damos dos besos, pero nada nunca volvió a ser igual. Creo que siempre se ha arrepentido de habermelo contado.

SIENTO HABER ROTO MI PROMESA DE NO CONTARLO.

ANTE EL (LA) MALTRATADOR (MALTRATADORA), TOLERANCIA CERO




jueves, 19 de noviembre de 2009

EL CUENTO Nº53 DE LA LUNA OSCURA. EL ESCRITOR DE SUEÑOS



(Imagen tomada prestada de Bett Ilustraciones)


Aquella noche la luna inició su viaje como cada día.

Y en su velar, sintió una sensación extraña, un vacío casi frío y el silencio en los sueños de los niños.

Quiso cerciorarse y visitó casa por casa, pero ninguno, ni siquiera el más pequeño soñaba. Y lo curioso era que dormían.

Recordó, entonces, que tiempo atrás algo parecido ya había sucedido, y con decisión elevó su vuelo hasta las fronteras de su cielo, donde desprendiéndose de su esfera de luz, caminó hasta la torre de los sueños.

Subió peldaño a peldaño por las diferentes plantas, tratando de no escuchar más que sus pensamientos y de no ver más allá de donde ponía sus pies, para no quedar atrapada.

Hasta que, por fin, llegó al final, y vio una puerta, y tras ella una pequeña sala rodeada de ventanales desde los que se podían contemplar todas las estrellas, y en el centro una mesa enorme llena de montones de papeles, tras los que se escondía el viejo escritor de sueños, que al verla aparecer rió burlón.

"Esta vez no lo conseguirás luna, pues he decidido darme un descanso y ni tú ni nadie me haréis cambiar de opinión. No pasará nada si los niños no sueñan un día".

Hacía mucho tiempo que no le veía, pero no había cambiado, y la luna recordando el mal genio que tenía, le sonrió con la mejor de sus sonrisas y trató de halagarle recordándole lo importante que era su misión. Si él no escribía esos sueños, los niños nunca aprenderían a soñar por si mismos.

Pero la rabieta del escritor no cedía, ni siquiera ante la belleza de la dama blanca que tantas veces había sido su inspiración cuando escribía y la contemplaba a través de esos ventanales.

"Sólo una noche pido ¿tan grave puede ser eso? No. He dicho que no. Hoy los niños no soñarán".

Y mientras pronunciaba esas palabras de una forma tan rotunda, hasta ellos llegó el llanto de un recién nacido, y la torre se tambaleó.

La luna quiso entonces hacerle comprender qué pasaría con aquel niño ¿Le negaría su primer sueño? Quizás después de ese día ya no querría soñar. ¿Qué sería de él sin una vida llena de sueños?.

Pero, aunque el semblante del viejo gruñón se había ablandado algo, siguió repitiendo "No. Esta noche no habrá sueños".

Y, de nuevo, se oyó el llanto del niño, más fuerte. tan fuerte que los niños que dormían comenzaron a despertarse y a llorar también, haciendo temblar todavía más la torre. Tanto que los cristales de aquellos ventanales comenzarón a romperse haciendo entrar más el sonido.

La noche se llenó de los gritos de esos pequeños y la desesperación de los padres que no consegían dormir a sus hijos.

Y la luna, nuestra luna, sintiendo que esa noche se desquebrajaba suplicó al escritor, ofreciéndole su sueño a cambio de que comenzara a escribir.

"Una vez ya me entregaste un sueño, aunque no recuerdes cuál, y con él alimente la mitad de mis noches. Si hoy me regalas otro, dejarás de soñar con la vida. ¿Estarías dispuesta a este sacrificio?".

Y sin pensarlo respondió que sí.

El viejo escritor, entonces, emitiendo un largo suspiro de alivio, comenzó a escribir sonriendo, y los llantos de los niños se fueron apagando hasta que su silencio devolvió la calma a la noche, y ésta se lleno de sueños.

Mientras la luna, sin despedirse del viejo escritor, comenzó a descender por la torre, oyó su voz "Duerme tranquila dama blanca, y sigue soñando, que tus sueños son demasiado hermosos aunque a veces creas que te duele la vida. Pero antes de irte, escucha: los niños sueñan al principio mis sueños hasta que los hago soñar con la luna, y hoy estuviste mucho rato desaparecida, así que vuelve corriendo a tu cielo, que el primer niño lloró por mi y despertó a los demás que, al sentir que les faltaba tu luz lloraron cada vez más. Así que vuelve corriendo, mi luna, que todavía alguno se puede despertar".

Sonriendo la luna volvió a vestirse con su esfera blanca y continuó entonces su viaje, en el que el velar de los sueños de los niños endulzaba siempre la pena por haber perdido un sueño.

martes, 17 de noviembre de 2009

EL CUENTO Nº52 DE LA LUNA OSCURA. EL CUENTO DE LA MUSA.





En una noche una musa sintió que no podía ser más inspiración, y que su soplo de magia se agotaba porque su artista había dejado de creer en ella.

Mientras se dirigía a su arroyo, recordaba con nostalgia su nacimiento y como su primer respirar le condujo hasta él, quién sin saberlo la había invocado.

Al tenerle de frente sintió tanta ternura en su interior que rápidamente supo cuál era su destino. Lograr que su sueño de sentirse escritor se cumpliera.

Así que cada noche abandonaba aquel arroyo y oculta en los rayos de la luna le visitaba hasta que llegaba el amanecer.

En la primera le acarició y de su mano brotaron hermosas frases. En la segunda, se acurruco a los pies de su cama, velando su sueño, y al despertar escribió un cuento. Y en la tercera le amó y él comenzó su poesía, y ya no pudo dejar de amarle, pues sus palabras eran demasiado bellas.

Muchas veces quiso creer que él sabía que estaba a su lado, que vivía por él, pero como buena musa no podía mostrarse, tan sólo podía amarle en un silencio y en su soplo lleno de amor.

Alimentándose de su poesía fue feliz, sin saber que precisamente la felicidad propia le estaba negada a las musas.

Aún así le siguió amando, hasta que con el tiempo aquel joven escritor fue cogiendo confianza en si mismo y comenzó a inspirarse sin necesidad de aquel soplo que a veces sentía. Unas veces lo hacía contemplando la luna, otras escuchando el rumor de aquel arroyo cercano, y otras tantas soñando con el amor que no llegaba.

Y sin saberlo fue matando la magia de la musa, hasta que esa noche quedo agotada en un intento, en una despedida, pero él no dejaba de escribir.

De camino a ese arroyo quiso aceptar su destino, y antes de sumergirse en sus aguas, se separo de esa luz que cada noche la había acompañado, con una honda tristeza.

Y la luna al sentir el dolor de aquella pequeña musa la beso en la frente deseándola un sueño hermoso, porque la luna sabía que volvería a despertar. De hecho ya había sido testigo de su nacimiento muchas noches, aunque ella no lo recordaba.

Pues no sólo el amor le era negado a las musas, también la memoria, para evitar su sufrimiento.

Aquella musa, dormida en la tristeza de un imposible, volvería a nacer para amar e inspirar, pero sus recuerdos, sus recuerdos quedarían ocultos en los rayos de la luna.















domingo, 15 de noviembre de 2009

SÍ, QUE LO SE, QUE ESTE MES EL POSTMOLITAN IBA CON RETRASO. ABSTENERSE LOS QUE TENGAIS FIEBRE. JA JA JA JA JA PORQUE OS SUBIRÁ.




Lo prometido es deuda, y aunque este mes viene con retraso he decidido publicar mi especial postmolitan.

Aunque no lo creáis la semana pasada entre limpieza y limpieza conseguí echar un vistazo a esta revista que tan buenos momentos me hace pasar.

Escribir este post, en cambio, esta semana me ha costado un poco más. ¿Por qué? PORQUE ESTOY MALITA, POBRESITA DE MI, CON UNA FARINGITIS DE CABALLO E INVADIDA DE MOCOS. Pero no es gripe A, así que podéis visitarme tranquilamente que no os voy a contagiar naita ná.

Pero vamos a dejarnos de compadecernos y a centrarnos. Llevo meses cuestionando algunos artículos de esta publicación, sobre todo porque creo que no son lo suficientemente claros a la hora de hablar de determinadas cuestiones, sobre todo las que atañen a las relaciones entre hombres y mujeres, en las que en vez de hablar claramente y poner nombre a las cosas, tratan a sus lectores de una forma un tanto inocente.

Cuál ha sido mi sorpresa cuando este mes me he encontrado un artículo titulado "LAS DOS COSAS MÁS CALIENTES QUE PUEDES DECIR EN LA CAMA", y que va destinado a nosotras las mujeres.

Ya solo el título hizo que se me pusiera la piel de gallina, pero pensé "Ana, aquí hay trampa seguro".

Y, claro, encontré la trampa, y es esa obsesión que tiene esta revista por las películas porno.

Cito Textualmente " LAS PALABRAS PUEDEN AUMENTAR LA INTENSIDAD EMOCIONAL Y FÍSICA DE LA EXPERIENCIA SEXUAL. SUENA GENIAL PERO ¿QUÉ PUEDES DECIR QUE NO TE HAGA SENTIR RIDÍCULA? A MENOS QUE SEAS UNA ESTRELLA DEL PORNO Y TE SIENTAS COMODÍSIMA CHILLANDO "DAME FUERTE MACHOTE".

Vamos a ver, vamos a ver porque al final me voy a cabrear, y hoy encima estoy con la regla...

Sigo pensando que en esto del sexo hay una libertad tan grande que primero nadie debería sentirse ridículo, a no ser que no tengas confianza con tu pareja o en ti misma, y segundo, que si te apetece gritar y decir DAME FUERTE MACHOTE, eso no te va a hacer parecer una estrella del porno, y si te lo hace parecer ¿qué hay de malo?.

Pues anda que no habrá mujeres que griten, arañen, giman mucho más fuerte que como lo hacen en las películas, y digan expresiones que quizás no entran en la cabeza de quién ha escrito este artículo, ja ja ja ja ja ja ja ja. Si yo te contara, amiga mía.

Y es que al parecer según esta revista hay mujeres que no se sienten sexys hablando en la cama y prefieren permanecer en silencio.

Pues esta revista propone dos expresiones, porque si no dices nada que sepáis que os estáis perdiendo mucho. Nota en contra: a veces un sexo de estos silenciosos, de los de "que no nos escuche nadie" tiene también un morbo increíble.

PRIMERA EXPRESIÓN. PARA SU PLACER (se refiere al de los hombres, ya sabéis que primero siguiendo anteriores artículos hay que buscar siempre su placer. UNA LECHEEEEEEE). Y la expresión ganadora es "ME CORRO". Que sí, que de verdad han puesto esta expresión. Yo tampoco me lo podía creer, os lo juro.

Cito "A los hombres les vuelve absolutamente locos esta frasecita. No sólo demuestra que tu pareja te está dando placer y satisfacción, sino que el placer es tan intenso que has perdido el control y dices lo que se te pasa por la cabeza".

¿Qué dices lo que se te pasa por la cabeza? Será que a partir de ahora dirás lo que te dice el cosmopolitan. ja ja ja ja ja.

Repetir conmigo, me corro, me corro, me corro, así hasta cien veces, hasta que llegado el momento pueda saliros de una forma expontánea. Ja ja ja ja ja ja ja. Menos mal que la frase no era supercalifragilistocoespialidoso. No, es una frase sencilla, y que de verdad que a veces sale sin pensarla.

Joder nunca intento dar consejos, pero que lo que digais sea expontáneo porque si teneis que empezar a pensar qué teneis que decir, al final el "me corro" no saldrá porque se os irá el punto.

SEGUNDA EXPRESIÓN.PARA TU PLACER (menos mal que se acordaron también del nuestro). Es una sencilla formula. "ME ENCANTA CUANDO (VERBO) MI (PARTE DEL CUERPO)"

¿Os habeis enterado? ¿NO? Tranquilos que nos ofrecen tres ejemplos.

1. "ME ENCANTA CUANDO ACARICIAS MIS MUSLOS" hummmmm, y a mi, no te digo.
2. "ME ENCANTA CUANDO BESAS MI CUELLO", buffff es que el cuello pone mucho.
3. Esta es la mejor "ME ENCANTA CUANDO CHUPAS MIS PEZONES". Joderrrrr "chupar" y "pezones" en la misma frase. Te digo yo que los del cosmopolitan están que se salen. ¿No será que han empezado a ver películas porno para inspirarse? ja ja ja ja ja ja ja.

Tengo los pelos como escarpias, lo que yo os diga.

Entendéis ahora cuál ha sido mi sorpresa este mes. No puedo por menos sino felicitar a esta publicación porque bueno algo es algo, y empiezan a llamar a las cosas por su nombre.

Aunque me encantaría leer un día un artículo titulado "SE UNA ESTRELLA DEL PORNO EN LA CAMA", entonces sí, entonces prometo dejar de leerla, pues mi trabajo habrá finalizado. Aunque después tendría que buscar otra revista porque en el fondo me encanta sacar la pega a todo.

Y ahora os dejo, voy a ver si intento ser persona, me tomo un café y todas las medicinas que me han mandado que me quiero poner buena pronto.

Un besito muy fuerte a todos y feliz semana.

Y por supuesto un video, y espero que no me suba la fiebre, ja ja ja ja ja. La Union -Mas y mas


jueves, 12 de noviembre de 2009

EL DÉCIMOTERCER CUENTO DEL DIABLO Y LA LUNA OSCURA: UNA CITA INESPERADA

CUENTO ESCRITO POR DIABLO Y LUNA OSCURA




Estaba apurando el último cigarrillo que le quedaba mientras lo acompañaba con un café con una gota de leche, lo justo para clarear un poco la oscura infusión, y una también mínima dosis de azúcar. Comenzaba a despuntar el día aunque el sol no aparecía por ningún lado. Unas nubes espesas y cargadas se habían hecho fuertes en el cielo liberando tanta agua que pareciera un nuevo castigo divino. Mirando por la ventana prácticamente lo único que se apreciaba era una líquida cortina renovada constantemente por lo que estaba cayendo. Era una lluvia triste, gris, desapacible... de esas que no solo mojan el paisaje si no también las almas. Última calada, casi fumándose un filtro sostenido entre sus dedos amarillentos por la nicotina.

Debía comenzar la jornada pese a haber pasado otra noche en vela. Sí, otra, la verdad es que Hacía mucho tiempo que había renunciado al sueño que regalaba la noche, y en su lugar trataba de encontrar respuestas en ese desvelo tan frío como esa lluvia sin amanecer.

Realmente sentía como si el sillón se hubiera fusionado con su cuerpo impidiéndole incorporarse. Un esfuerzo más, mientras emitía un gruñido que salía de sus entrañas, y vuelta a la monotonía de un día más.

Mientras cerraba la puerta y el agua comenzaba a mojarle deseo no volver a abrirla.

En la calle, la gente, entre paraguas oscuros, caminaba apresuradamente buscando huecos para evitar un contacto que detuviera su marcha. Pero él caminaba al mismo paso de siempre, sintiéndose invisible entre las personas, como cada día, y compadeciéndose de su simplicidad porque él sabía que el tren llegaría a la misma hora.

Cuando subió al vagón sintió ese calor húmedo casi nauseabundo, y las miradas furtivas de sus acompañantes viciando aún más el aire. Y uno a uno los examinó mientras ellos se escondían tratando de fijar la atención en algo que evitara comprometerles. Tan sólo una anciana le miró a los ojos. Hacía tiempo que nadie lo hacía. Pobre anciana, quizás sabía que la muerte estaba cerca.

Una voz enlatada anunció la llegada a la estación en la que se bajaba y no sin dificultad se acercó hacia las puertas. Las abrió de manera mecánica, como todos los días , y se encaminó hacia las escaleras que le llevaban a la gris calle rodeado de otro montón de personas que andaban y se movían con el mismo automatismo que él. Y en el trabajo más de lo mismo. El regreso a su casa fue como una imagen especular de la ida al trabajo...lineal, un calco al viaje matinal si no fuera por la más pronunciada ausencia de luz.

Subió las escaleras arrastrando los pies con la mirada fija en huellas y contrahuellas. Al abrir la puerta acercó la mano hacia la pared de su derecha para dar al interruptor que encendía una bombilla de resplandor tenue y mortecino. Al dirigirse a la habitación para cambiarse de ropa pasó por delante de la pequeña salita de estar y, sin darse cuenta en un primer momento, paró en seco volviendo un par de pasos de los dados.No la esperaba. La vio sentada en un viejo sillón de roja tela desgastada esperando paciente. El tapizado del asiento contrastaba con la negra vestimenta y la palidez de la piel de la hermosísima dama de cabellos negros y ojos profundos.

Tanto la había esperado que ahora, al tenerla frente a él, sintió. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, pero ni en la mejor de sus fantasías había podido imaginarse que le resultara tan bella. Era inevitable no sentir.

No quiso parecer débil, pero fuera de la angustia que respiraba en su vida ya casi había olvidado esa sensación de emocionarse. No, no era miedo, era casi felicidad.

Un segundo más en silencio. Ella no tenía prisa y podía esperarle pacientemente pues cada noche había oído como la llamaba. Y ya no cabía el arrepentimiento porque él la miraba fijamente a su rostro.

Nunca se cuestionaba esas últimas miradas, simplemente cumplía su misión como cada día, como cada hora, minuto, segundo. Pero se fijo en sus ojos y en ellos se vio así misma, hastiada de la muerte.

No quiso parecer débil, no quiso sentir, no quiso emocionarse.

Rebelándose contra esa sensación se levantó y se dirigió hacia él para darle su beso y poner fin a ese momento que duraba ya mucho.

Al posar sus labios sobre los de él sintió su paz. Todo había terminado.

Estaba apurando el último cigarrillo que le quedaba mientras lo acompañaba con un café con una gota de leche, lo justo para clarear un poco la oscura infusión, y una también mínima dosis de azúcar. Comenzaba a despuntar el día aunque el sol no aparecía por ningún lado. Unas nubes espesas y cargadas se habían hecho fuertes en el cielo liberando tanta agua que pareciera un nuevo castigo divino. Mirando por la ventana prácticamente lo único que se apreciaba era una líquida cortina renovada constantemente por lo que estaba cayendo. Era una lluvia triste, gris, desapacible... de esas que no solo mojan el paisaje si no también las almas. Última calada, casi fumándose un filtro sostenido entre sus dedos amarillentos por la nicotina.

Otra vez había soñado despierto con ella y de nuevo le había abandonado en la vida.


martes, 10 de noviembre de 2009

EL CUENTO Nº51 DE LA LUNA OSCURA. UNA NOCHE DE SILENCIOS ROTOS.




A pesar del frio, aquella noche el cielo amaneció en la tranquilidad, y la luna, al despertar, respiro hondamente llenándose de ese silencio que tanto le gustaba.

A su alrededor todo parecía estar dormido, incluso las estrellas. Pero a pesar de aquella quietud sintió que al igual que ella alguien se encontraba más allá de las luces que la rodeaban, y al acercarse a la gran ciudad descubrió a aquella mujer rubia de melena ligeramente ondulada, que vestida de negro, contemplaba el horizonte, desde la terraza de su piso, con la mirada perdida, mientras fumaba pausadamente.

Al mirarla a los ojos sintió un abismo casi gélido y no pudo evitar acercarse aún más a ella.

Y al alcanzarla, inspirada por la ternura que siempre la producía el dolor, la abrazó con su luz hasta que atravesó su oscuridad y logró escuchar los latidos de un alma que pugnaba por salir.

“He vivido en la incomprensión de mi tiempo, condenando las palabras de mi corazón a un silencio en el que aprendí a vivir utilizando un lenguaje que a nadie asustara, y soñando entre los espacios de las palabras nuevas.

Me convertí en la perfección de la mentira de mi vida por miedo a hacer daño a los que un día me quisieron sin saber realmente quién era.

Y hasta yo me creí mi engaño, y dejé de sufrir por mi encerrándome aún más en una vida que no era la mía, en un cuerpo que ha sido mi prisión.

No puedo evitar odiarme por ser la cobardía.

Hoy la enterraron. Enterraron a mi amiga, a mi amor, a mi todo. Y no fui capaz de gritarlo, de llorarlo para que el mundo se enterara, ni cuando la tierra cubría la madera clamando más que yo.

Miedo, siempre fue miedo.

Al conocerla pensé que todo cambiaría, que ella había conseguido llegar hasta donde mi verdadero yo se ocultaba. Pero al descubrirlo vi ese miedo en sus ojos, y seguí mintiendo para no perderla.

Incluso en su último lecho no fui capaz de mostrarle mi verdad.

Hoy la enterraron. Enterraron a mi amiga, a mi amor, a mi todo. Y no fui capaz de rebelarme ante su muerte para gritarle que fue lo mejor de mi vida, mi único sueño”.

Y la luna oyéndola la abrazó más fuerte aún hasta que sintió que de sus ojos brotaron lagrimas más brillantes que ella misma.

Con sus mejillas humedecidas por el dolor, la mujer miró aquella luna que en esa noche parecía escucharle y perdiéndose en su luz gritó con todas sus fuerzas su amor prohibido abriendo la herida que había portado desde su nacimiento.

El cigarro se había consumido, y mientras secaba con sus manos sus propias lágrimas volvió al interior de su piso.

Mientras la luna veía como se alejaba aquella mujer, supo que el tiempo de la mentira había acabado, y se alegro por ella y por haber roto el silencio.

“Quizás algún día escucharía de nuevo su amor, pero aquella noche dejaría que siguiera llorando”


domingo, 8 de noviembre de 2009

EL CUENTO Nº50 DE LA LUNA OSCURA. LA LEYENDA DE LOS DOS ESPOSOS AMANTES.




Aquella noche Despertó la luna sintiendo sobre su rostro un viento lleno de leyendas, un viento suave de un pasado lejano del que ella también formó parte. Y no pudo evitar alegrarse con la visita de ese viejo amigo que siempre la sorprendía.

Agudizando su oído, escuchó, a través de él, el sonido lejano de los cascos de un caballo y el ruido metálico del abrazo de las espadas. ¿Sería una batalla?

Decidió dejarse llevar, como tantas otras veces lo había hecho , y en su viaje llegaron a las ruinas de un castillo.

Ya casi no lo recordaba, pero entonces le ofreció su luz, y envuelto en ella pudo ver, como sombra del pasado, el castillo en toda su plenitud y, entre sus muros, los espectros de los que un día habitaron en él.

Y vio al señor del castillo practicando en el patio de armas quizás para prepararse para algún torneo, mientras sus mozos soñaban con portar algún día una armadura como la que le engalanaba y a la que tantas veces habían sacado brillo.

Qué hermoso lucía aquel caballero sobre su caballo.

Y en la torre, su señora, suspirando enamorada por su amor.

Recordó entonces la noche que aquella dama había llegado para cumplir con un matrimonio pactado, y como al verle se enamoró, aún sabiendo que podría no ser correspondida.

Sí ya sabía porque aquel viento le había llevado allí.

De nuevo ante las ruinas, sólo la torre había permanecido en pie y acercándose a ella, la oyó de nuevo suspirar.

Y en esos suspiros su historia. Cuántas noches había velado su sueño sin que él lo supiera, y cuántas había deseado compartir el lecho, que él la negó por la obligación impuesta, en espera de que el matrimonio fuera consumado.

Una noche de vuelta de un torneo, embriagado por la victoria, lavó sus heridas, y él pensando que era una doncella, ante sus caricias, la amó con una pasión que la hizo avergonzarse, pues dejándose llevar no quiso revelarle que en verdad era su esposa.

Al despertar el caballero a su lado y viendo la consumación, la repudió, a pesar del calor de su cuerpo, creyéndose engañado y lanzó un juramento de respeto mientras no le faltara el aliento.

Pero el aliento cada noche le faltaba añorando la calidez que aquella noche había sentido, y aún así su orgullo no cesaba, y la dama no dejaba de suspirar.

Pasó el tiempo y el destino reservó para el caballero morir en justo combate. En sus últimos momentos de vida pidió ver a su esposa, quería confesarle su amor, pero al llegar ésta sólo la muerte la esperaba y nunca supo de sus sentimientos.

Cada noche ante la luna esperó que algún día el corazón de su señor se ablandara, y al verle muerto entre sus brazos supo que ese día ya nunca llegaría.

Aún así continuó anhelándole muriendo en cada suspiro.

Y al morir ella, murió por miedo el castillo, al ver que la dama permanecía en la torre y que el caballero cada noche volvía desoyendo a la muerte.

La luna oyó de nuevo a la dama, y en el patio al caballero que sabiendo que ella le observaba se mostraba altivo con la espada, pues tenía que lucirse para su señora aunque nunca pudiera llegar a decirle cuánto la amaba.

Antes de que el viento la devolviera de nuevo a su refugio la luna rogó que esas almas se encontraran, aún a sabiendas que el amanecer estaba cerca y que su luz se apagaba. Pero la leyenda de los dos esposos amantes era fuerte y el tiempo deseaba conservarla.

viernes, 6 de noviembre de 2009

DIARIO DE UNA MARUJA. A PUNTO DE TERMINAR LA LIMPIEZA DE OTOÑO, JA JA JA JA JA.




Se que voy con mucho retraso en visitaros a la mayoría, por no decir a todos, y me sienta mal tener que excusarme, pero la verdad es que me está costando ponerme al día, y, encima, ya os comenté que me había liado en mi tiempo libre con una limpieza exhaustiva de otoño que me está matando, ja ja ja ja ja.

Ahora, que estoy contenta porque por fin he terminado de limpiar la cocina. ALELUYA.

Algunos pensareis que vaya tontería, pero es que no os imagináis como estaban los filtros de la campana extractora. El momento de sacarlos perdurará en mi mente, y es que fue como descubrir una nueva dimensión con posible vida inteligente.

Aunque no, al final sólo era grasa y polvo acumulados, a los que me decidí enfrentar sin acobardarme. Y tras grandes esfuerzos gané yo, y los dichosos filtros lucen como si fueran nuevos.

Vamos, que me da hasta pena ponerme a cocinar, y fijaros que cocino poco.

También, por fin, agrupé todos los tupper que no eran de mi propiedad, que han sido debidamente devueltos a mi progenitora favorita, mi madre, con la esperanza de ir trayéndolos poco a poco devuelta a mi casa llenos de viandas exquisitas que sólo ella sabe preparar.

Ja ja ja ja ja ja, sí soy un poco caradura en esto de los tupper, pero si vierais la ilusión que le hace a ella.

Lo bueno de esta limpieza es que esta vez he sido consciente del uso que tenía que hacer del amoniaco y otras sustancias nocivas para mi salud, y he conseguido no intoxicarme. Aunque mi perro no sé, porque el muy cabrito debía de tener mucho interés en verme sacar brillo a los azulejos, y no me dejaba ni a sol ni a sombra.

En el fondo se que me quería ayudar, pero como que yo no le veía trapo en mano, digo en pata, haciéndolo. Hoy, lleva todo el día durmiendo y ya no se si es por pereza o porque tantos efluvios de productos de limpieza le han atontado.

No sé, la verdad es que compaginar todo, a veces, es complicado. En mi caso no tengo un horario fijo de trabajo, y muchos fines de semana me toca currar.

Que lo sé que como yo estáis la mayoría. Por eso supongo que me entendéis que llegan esos periodos en los que la limpieza a fondo llama a tu puerta y una vez que te decides a empezarla, tienes que tener el coraje de acabarla, aunque suponga prescindir de cosas que en tu tiempo libre disfrutas.

Ya sólo me queda el salón y espero en un rato acabarlo poniendo la bandera de fin de obra. Y hasta primavera nada sólo lo justito (palabrita del niño Jesús).

Ahora que leo lo que he escrito me estoy dando cuenta de que esto parece el diario de una maruja, y eso que me había planteado hacerlo de esa revista que sabéis que tanto me gusta, pero como que he empezado excusándome y al final creo que he acabado desahogándome.

Al final pensaré que realmente esto del blogg es terapéutico, aunque creo que las agujetas que tengo de tanto "Dar cera, pulir cera" las sufriré en silencio, ja ja ja ja ja (que una cosa es que esto sea terapéutico y otra que sea Lourdes).

Bueno que os mando a todos un besazo muy fuerte, y espero visitaros pronto en vuestros respectivos rincones, pero no para limpiar, ja ja ja ja ja, que ya veo los ojos de algunos haciendo chirivitas. Una lecheeeeeee, que con la limpieza de mi casa ya he tenido suficiente.

jueves, 5 de noviembre de 2009

EL CUENTO Nº 49 DE LA LUNA OSCURA. EL OTOÑO DE UNA VIDA. RECUERDOS.




Aquella noche la luz de la luna iluminó de nostalgia el sendero que conducía al viejo puente y aquella figura que, en su soledad, caminaba sin miedo.

En su paseo, no se había imaginado llegar hasta tan lejos, pero al comenzarlo lo había hecho viajando con el recuerdo y, sin darse cuenta, sus pasos la condujeron hasta allí.

El otoño había llegado alfombrando el camino con suaves hojas que cantaban su último latido. Y qué hermoso sonido en el que era tan fácil perderse.

Siendo niña algunos atardeceres de domingo salía a pasear con su padre. Le encantaba caminar dando patadas a los montones de hojas, haciéndolas volar. Y su padre, la imitaba entre risas. Luego, cuando aparecía la luna en tonos naranjas, regresaban a su casa.

Años después sería ella la que enseñaría a jugar a su hija en esas tardes de otoño. Y una sonrisa se dibujó en su rostro, cálida y llena de ternura.

Empezaba a hacer frío, como a ella le gustaba, y la luna otra vez se había convertido en su acompañante iluminando al fondo aquel puente de madera.

Qué curioso era el tiempo, los años pasaban deprisa, pero el puente pareciera que no hubiera cambiado. Y aunque muchos días paseaba y llegaba hasta él, aquella noche le parecía especial. Era su puente, y quizás el de la luna.

Sobre él, en su inocencia de juventud, formuló un deseo mientras contemplaba el reflejo de su amiga sobre las aguas del río que le cruzaba "Conocer el amor de la forma más extraordinaria posible".

En su primer beso, su amor le condujo hasta estar sobre él. Y qué hermoso beso. No podía haber elegido un marco más bello.

El amor de juventud era uno de sus más preciados recuerdos. Aunque a veces dolía, no se negaba a vivirlo.

Aquel puente, sin duda, había formado parte de su vida, igual que el sonido de ese río que pareciera estar siempre lleno de sus momentos.

En el dolor por la pérdida de los que tanto amó, quiso ahogar sus lágrimas en él hasta encontrar la serenidad. Y por fin, pareciera que la hubiera hallado. En esa noche lo supo. Era el otoño de su vida; un otoño solitario lleno de recuerdos que en días como aquel aparecían dándole a todo un sentido.

Contempló de nuevo el reflejo de esa luna sobre las aguas negras "Dichosa tú, luna, el tiempo pasa pero tu reflejo no cambia, como este puente y este río".

Recordó entonces que era sábado y que quizás al día siguiente vendría su hija con su nieto. Y quizás y sólo quizás saldrían los tres a jugar con las hojas.

Mientras regresaba a su casa,alejándose del puente, la luna siguió acompañándola "Sí, realmente aquella mujer había conocido el amor en la forma más extraordinaria".



lunes, 2 de noviembre de 2009

EL CUENTO Nº48 DE LA LUNA OSCURA. EL CUENTO DE LA CONDENADA.




Despertó con la luna como cada noche, y su primer pensamiento fue maldecir su propia existencia.

En el olvido de los días y de la luz del sol había sido condenada a un frío que desgarraba cada día lo poco que le quedaba de alma. Porque hubo un tiempo en que tuvo alma y también miedo a perderla, y a la muerte. El tiempo de antes de conocerle y que cambiara todo.

Comenzó a prepararse para salir y no pudo evitar contemplarla a través de la vidriera. Ya era la hora y ahí estaba ella con su belleza blanca para recordárselo.

Mientras examinaba su armario y su mano se deslizaba entre los diferentes vestidos, acarició la tela de uno que, aún con los ojos cerrados, y aún en la oscuridad, hubiera reconocido. Y recordó aquel baile en el que lo portó mostrando por primera vez la desnudez de sus hombros, y casi la suya propia.

En su inocencia, mientras sonaba la música, intentó esconderse entre la gente, y en el refugio de si misma, pudo contemplar a aquel desconocido, que, como ella, parecía querer pasar desapercibido, y sin embargo sus ojos sólo le veían a él, y a esa sobriedad elegante que contrastaba con la simplicidad de las personas que les rodeaban.

Nunca olvidaría aquella música que comenzó a sonar cuando él se dio cuenta de que le observaba, y cómo se acercó a ella y, sin preguntarle, la tomó de la mano y la sacó a bailar. El silencio comenzó a envolverles y la sala se desvaneció a su alrededor cuando él, sin dejar de mirarla a los ojos, le preguntó sin palabras si no tenía miedo.

Y al tratar de responder que no le temía, seducida por esos labios que parecían haber nacido para besar, se vio de nuevo así misma contemplándole, como si nada hubiera pasado. Y aquella música comenzó de nuevo.

Sólo una mirada de él, acompañada por un gesto similar al de una sonrisa, le condujo a pensar que ese baile no lo había soñado, y sin embargo parecía no haberse movido del lugar donde él la había tomado de la mano.

Aquella noche, en su dormitorio, contempló la luna tratando en vano de encontrar un sueño que le acercara a él.

El tiempo pasó pero su recuerdo latía dentro de ella. Tanto que inventó multitud de nombres para él.

Una noche de regreso a su casa se sintió observada. Era la misma sensación de aquel momento en que él se fijo en ella. Cerró los ojos con todas sus fuerzas por miedo a perderle, y al abrirlos, frente a ella, él pronunció su verdadero nombre.

Quiso decirle tantas cosas, pero fue él el que le habló de su vida y de su muerte haciendo que, de nuevo, todo se desvaneciera a su alrededor.

Y ella le escuchó como nunca antes lo había hecho, estremeciéndose ante el frío que exhalaban cada una de las palabras de aquel hombre sin alma. Y al mismo tiempo deseando ser parte de él.

Había terminado de vestirse y se dispuso a salir. Hacía frío pero cada vez le dolía menos.

Caminó por el jardín cercano a su casa y al llegar a su banco se sentó esperándole, como cada noche.

Siempre fue un silencio. Incluso cuando, casi llegado el amanecer, él tuvo que irse y ella se aferró a él entregándole su propia alma en un beso de despedida. Y él se alimentó de ella hasta desvanecerse en una bruma blanca regalada quizás por los últimos rayos de luz de aquella luna maldita.

Desde entonces cada día acudía aquel jardín donde le vio por última vez. Muerta en vida por un amor que vivía cada segundo de sus noches. Pero aquella sería la última y mataría el último fragmento de su alma, aquel que le permitía derramar lágrimas bajo su luz.

En sus últimos minutos vio aparecer esa bruma y como tras ella, el sol amenazaba aparecer.

Cerró los ojos esperándole, mientras su mente repetía una y otra vez su nombre, sabiendo que nadie regalaría su alma a la luna por ella.