Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

jueves, 15 de diciembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 10. REFLEJOS



Creí ver en el agua la verdad transparente, tu alma, la fe que ocultaban con destreza tus ojos. Y no dejé de acariciar cada gota que nos envolvía en nuestro tiempo, aquél que por momentos detuvo la realidad.

Ahora, aprendo que el agua puede ser encubridora de los trucos del mejor mago y como tú, trato de mostrarme día a día serena, maquillando mi rostro, ocultando las sombras confusas de mis noches.

Pensé envolverme con una burbuja brillante, pero no puedo engañarme. No, aquellas gotas no detuvieron el tiempo y a nuestro alrededor todo continuaba, derribando los sueños que no se cumplirían a pesar de la ilusión que depositamos en ellos.

No hay lugar en el agua para el arrepentimiento, tan sólo es un instante de lluvia. Y tarde o temprano comprobarás que sigue su curso, rompiendo y estallando su verdad. ¿La nuestra?

Aunque he intentado atraparla en mis manos, olvidando todo, tratando de quebrar las reglas, no lo he conseguido y he sido testigo de cómo resbalaba entre mis dedos. Tan solo he podido rozar el sosiego de aquel riachuelo en calma, olvidando las mareas, las olas batiendo con furia, pues hasta el agua sabe perder magistralmente su paz.

El murmullo del agua…

Creí escuchar tu voz como un eco eterno que siempre me acompañaría. Silencié el viento, amordacé la brisa que te anunciaba, para no perderla, sin darme cuenta que tus palabras ya se habían ocultado en mis labios.

Ahora aprendo que el agua me ha mentido, o yo a ella, creyendo escuchar en los susurros que vertía a su paso por mi vida, una poesía que no fue creada para mí.

Pensé taparme los oídos, abandonar este lugar en el que vivo para no escuchar jamás el río que rodea mi casa. Pero no, no puedo engañarme, no puedo vivir sin agua aunque aún no entienda su lenguaje.

Quizás aquel beso fue la más perfecta poesía, y cada uno de tus susurros, versos derramados que hoy encubro, como un mago.

Hoy aprendo que es mi voz la que rompe los silencios y que el agua algún día quizás te lleve mis palabras en su mayor engaño, mi verdad, porque hoy fui al río y al contemplarme solo vi mi reflejo.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 9. LA ESCRITORA DEL AGUA.



Erase una vez una mujer que se declaró a sí misma escritora del agua. Pero no, no es que escribiera acerca del líquido elemento, como estoy haciendo yo en estos relatos, no, ella escribía sobre el agua y allí donde sus ojos captaban aunque fuera una sola gota, sacaba su pluma, su bote de tinta del color del cielo y comenzaba a escribir en la frágil superficie con gran habilidad y destreza.

¿Lo probasteis alguna vez? Yo, al de saber de esta dama, confieso que lo intenté sin acierto, ni gloria, pues mi tinta acaba diluida formando extrañas figuras que ni por asomo parecían letras.

Dicen que una vez escribió un poema de amor en un charco, y quién pasó caminando cerca de él, procuró no pisarlo, deteniéndose para leerlo. Hasta los niños, con sus botas de agua de colores, respetaron aquellas palabras, preguntándose con asombro quién había logrado que flotaran de una forma tan hermosa.

Muchos aún recuerdan aquella poesía a pesar de que aquel charco terminó evaporándose. Será porque hay palabras que, como el agua, brotan y enriquecen la senda por la que discurren, o porque hasta un charco puede llenarse de belleza (quizás, por eso, aquella escritora le regaló uno de sus mejores poemas).

Una vez la preguntaron por qué no escribía como todos los escritores para que su obra no se perdiera, y ella simplemente contestó que hacerlo así era su sueño, un sueño que derramaba con aquella tinta (me pregunto de dónde la sacaría).

También dicen, que la casa en la que vivía estaba llena de vasijas planas, platos, fuentes y los más variados recipientes con agua. Ella los llamaba su gran novela, y quien la visitó juró no haber leído una historia igual.

El día que puso fin a esa obra, abandonó aquel lugar y mientras escribía palabras en las gotas de una lluvia que en aquella despedida la acompañó, supo cuál sería su siguiente reto: escribir un mar entero, llenando las olas de cuentos.

Allí se fue, a su mar, donde no quiso aceptar que las olas no querían historias sobre su piel, que por ese motivo huían veloces, llevándose fragmentos incompletos…

Así supe de ella pues, aún hoy, allí continúa en aquella orilla tratando de escribir su gran obra.

Este verano iré por fin a conocerla, aunque a lo mejor cuando llegue, ya haya conseguido su objetivo y no esté.

Me pregunto cuál será su siguiente sueño…

lunes, 12 de diciembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 8. ROCÍO INVERNAL. OTRO DÍA.


Otro día.

Después de pelearme con las sábanas, tratando de decidir si me levantaba o me quedaba acurrucada entre los sueños que la noche había bordado entre ellas, pensé que sí, que había que levantarse.

Descalza, en mi realidad, agradecí haber puesto este año la chimenea, pues mis pies no sintieron frío, y pudieron andar libres

Qué acogedor es el calor de la chimenea. Decididamente es una compañía agradable en estos días en los que el invierno, gélido y húmedo, parece que quiera, cada mañana, robar ese sol que tanto me gusta.

Sin meditarlo mucho, solo lo justo, lavé mi cara con agua fresca, como no podía ser de otra forma, dándole una última bofetada a la pereza que últimamente siempre me reta en el despertar de mis días.

Despierta por fin, ante el espejo, secándome la cara, tratando de aplastar un poco mis rizos declarados en rebeldía, me repetí, “Es otro día”. Una vez que me siento por fin yo, no puedo pararme, aunque mientras preparaba el té, traté de no pensar (últimamente creo que lo hago demasiado). 

Con la taza en la mano, desperté al remolón de mi perro. A él sí que no le gusta nada el invierno, y aunque luego, cuando por fin le convenzo de que salga al jardín, mueve contento su cola, entra de nuevo en casa, me hace alguna carantoña y vuelve a su rincón para acurrucarse de nuevo. Hoy salí con él, y aunque no había llovido, el suelo estaba mojado, y las hojas que, aún hoy caen de mis árboles, se habían pegado a él, formando un mosaico hermoso con rojos, verdes y ocres brillantes…

Un cuento…

“Una mañana de invierno todo amaneció cubierto de un manto de agua brillante.

Busqué una lluvia que la noche hubiera traído, pero no había charcos en el suelo y supe que era, simplemente, el rocío que el invierno regalaba; un rocío frío pero hermoso.

Algunas gotas tímidas sobre la corteza de los árboles desnudos, temblaban ante la idea de desprenderse de aquella superficie que las había visto nacer. Me fije que, con cierta añoranza, contemplaban a las afortunadas que habían nacido sobre hojas de hermosos colores y a aquellas que, sobre el jazmín, se mostraban orgullosas como él, que siempre sale vencedor de todos sus inviernos.

Pobres gotas. No podían evitar sentir el miedo de no saber dónde acabaría su viaje una vez que abandonaran aquel fugaz hogar. No se daban cuenta que ellas, en su recorrido, con un poco de suerte se posarían, sin quebrarse, quizás, sobre aquella hoja roja del cerezo, para colmarla en su hermosura.

Tan frágiles y al mismo tiempo tan fuertes.

Si hubiera tenido un frasco de cristal en ese momento, las hubiera recogido a todas, pero no lo hice, ni siquiera lo busqué, porque si lo hubiera hecho, aquellas gotas hubieran perdido la magia de ese instante.

Hoy antes de irme, pasé cerca del ciruelo, y una resbaló cayendo sobre mi rostro…”

viernes, 9 de diciembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 7. MIS ÚLTIMAS LÁGRIMAS



Siempre hubo muchos cuentos en los que estuviste presente, muchos, pero nunca te dediqué ninguno…

No, no es una despedida. Tú y yo nunca podremos despedirnos.

No sé en qué momento empecé a esconder mis lágrimas. Muchas brotaron ocultas tras un juego de palabras, de luz y sombras, que un día me inventé, mientras trataba de romper en mi vida un silencio que cada día se iba tornando más frío.

Y yo más fría…

Y tú más frío…

Una vez fuiste tú el que me contó un cuento ¿Lo recuerdas? Aquella noche llovía y me hablaste de un hombre que, enamorado, buscaba una lluvia perfecta para regalarle a su gran amor.

Durante años, cada vez que llovía, me preguntaba, abrazada a ti, si aquella lluvia era la nuestra.

No sé, si la llegamos a alcanzar alguna vez o nos engañamos, pero todavía, a veces, cuando llueve por la noche, recuerdo a aquella mujer que pensaba que realmente no necesitaba de lluvias si te sentía a su lado.

Nuestro amor fue grande. Sí que lo fue a pesar de las lágrimas, esas que tú te negabas a contemplar. Y hoy que llegaron las últimas, ya no sé si son las mías o las tuyas, olvidadas de amargura, y bañadas en una dulzura que me acompañará el resto de mi vida, porque recordaron un sentimiento que un día lo fue todo.

Siempre te querré, mi compañero, mi hermano, mi padre, mi amigo…

Así que, a pesar de nuestra decisión firme, a pesar del dolor de esta despedida, no renunciemos a un sueño, a un ideal y sigamos buscando lluvias perfectas.

Y yo menos fría…

Y tú menos frío…

jueves, 8 de diciembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 6. EL LENGUAJE DEL AGUA.



Sí, quizás soy un poco rara. Pero eso ya lo sabes.

Hoy te sorprenderé aún más. Sé escuchar el lenguaje de las gotas de agua, aunque todavía no he conseguido descifrarlo del todo.

No te rías ¿No sabías que hablan entre ellas?

Era niña. Una tarde de invierno, en la vieja casa de mis padres, comenzó a llover. Estaba aburrida, me acerqué a la ventana y vi como el cristal empezaba a mojarse. Me sorprendí al comprobar que las más pequeñas, al caer sobre el vidrio, emitían un leve murmullo, como si se presentaran pronunciando su nombre.

Me giré para ver si mi madre también las escuchaba pero ella continuaba planchando y al darse cuenta de que la miraba lo único que dijo, algo enojada, fue “Siempre que limpio las ventanas, llueve”.

No, creo que solo yo percibí aquellas voces.

De nuevo, asombrada con mi descubrimiento, apenas sin pestañear, observé como al resbalar silenciaban por un instante el movimiento hasta que en su viaje se unían con otras gotas y en su caricia se saludaban fundiendo su rumor, convirtiéndolo en una suave tonada, que iba aumentando su intensidad al tiempo que otras se enlazaban en la melodía.

Casi a punto de comenzar a tararear con ellas, mi madre me llamó. La cena estaba preparada y con cierta tristeza me tuve que despedir, abandonando aquella armonía dulce. Aunque aquel amargor duró muy poco tiempo. Yo sabía que habría otras lluvias, otras canciones, otras armonías y no me equivoqué.

Con el tiempo he descubierto algo más: El agua sólo tiene voz cuando se desliza y viaja rompiendo su propio silencio, completando vacíos. Aquellas gotas de lluvia tenían la de una niña…

Pero por hoy está bien. Otro día te contaré como es la del río que discurre cercano a mi casa, o la melodía de las cascadas de las grandes montañas, o el canto del mar en mis noches de verano, aunque creo que de él ya te hablé en alguno de mis cuentos. Incluso trataré de explicarte cómo es la sinfonía de mis grifos, cada uno tiene una especial, o el solo de aquella gota de rocío.

Hay tantas voces escondidas en el agua, casi tantas como silencios, y yo aún sigo intentando descifrarlas...

jueves, 1 de diciembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 5. DESNUDA BAJO LA DUCHA II.



Otra vez desnuda bajo la ducha. Pero en esta ocasión no te hablaré de mis miedos. No, hoy no seré delicada y me olvidaré de sutilezas. ¿Por qué? Quizás porque hay momentos en los que no soy ni tan refinada, ni tan elegante, ni tan tímida.

Lo confieso, así, sin preámbulos, a veces me gusta demorar el momento en el que me doy bajo el agua. Me detengo astutamente en cada uno de los detalles, rodeando mi ritual de una intensidad cercana al dolor.

No puedo evitar pensarte y entonces, te convierto en agua, en agua tibia que trata de esperar paciente, observando cada uno de mis movimientos.

En mi juego de provocación, silencio mis ganas mientras elijo la música que envolverá el momento, y abro el grifo, suavemente.

Dejándome cautivar, tu sonido, el ritmo, hipnotiza mis sentidos.

Como una caricia que se desliza tímidamente por piel ajena, comienzo a desnudarme sorprendiéndome en un escalofrío, que recorre todo mi cuerpo.

Hoy mojaré mi pelo.

No. No puedo evitar pensarte y entonces, convierto tus manos en agua caliente que cae sobre mí, deslizándose por mi contorno, por mi cintura.

Estás conmigo y siento en mi boca las ganas de besarte mientras abro los labios y dejo que el agua acaricie mi lengua.

Pero hoy, entregándome, olvido la estrategia programada, y mientras entro en tu espacio decido que hoy seré yo la que apoye mis manos en la pared notando como las gotas se deslizan sin piedad por mi espalda tratando de reavivar el nuevo tatuaje que tus besos dejaron cerca de mi nuca.

Y sí, me declaro, nuevamente, perdedora de mi juego asumiendo que hoy no podré resistirme a ti, aunque mañana…

miércoles, 30 de noviembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 4. DESNUDA BAJO LA DUCHA




“Erase una vez una mujer que pensó que el mundo en el que vivía estaba tan lleno de dolor, que consiguió encerrar en la profundidad de un espejo quien era, por miedo a sufrir.

A veces, acudía a él y se contemplaba durante horas, pero a su voz, no pudo encerrarla y frente aquel reflejo podía oír su alma gritando la cobardía a la que se había aferrado.

Tanto se acostumbró a su apariencia incompleta que, cuando sentía que alguien se acercaba a ella, empuñaba ferozmente la idea de que nadie podría contemplar cómo era realmente.

Que equivocada estaba, pues sus ojos revelaban siempre su interior, hasta el punto de que nunca hubo una mujer que mostrara con tanta claridad lo que albergaba su corazón.

Si tan solo hubiera tenido valentía…

Un día, aquel espejo se rompió en mil pedazos, y aquella mujer agonizó el resto de su vida, intentando unir aquellos pequeños fragmentos, pensando que nunca se encontraría…”


Hoy me desperté de nuevo con esa extraña sensación. Mirándome en el espejo me sentí confusa.

¿Sabes? Sería capaz de observar durante horas mi mirada para tratar de averiguar si de verdad soy quien soy.

Sentí el amanecer, un nuevo día y mientras seguía allí, frente a mí misma, no dejé de repetirme “tienes que ser valiente” porque no quiero que mi reflejo quede atrapado en un espejo.

Lo sé, a veces, me cuesta decir quién soy, compartir mis miedos y, en ocasiones, finjo mi valentía porque no quiero que nadie se preocupe por mí, porque no quiero que contemple que no soy tan audaz, ni tan fuerte…

Hoy me desnudé y en la ducha dejé que el agua empapara mi rostro, mi cuerpo. Debajo del agua creo que todo es posible, intento no pensar evadiendo mi realidad, pero hoy ni siquiera sus gotas agotaron mi silencio.

No soy fuerte, no lo soy, pero hoy aceptándolo, completamente mojada, encontré el valor para dejar mis miedos; se deslizaron sobre mi piel con las últimas gotas…

jueves, 15 de septiembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA. 3 ¿SER DE AGUA?



Siempre supe que él no era un ser de agua, quizás por el fuego que escondía en la palma de sus manos, o por esa extraña profundidad en su mirada que parecía hacerle inmune a mis lágrimas.

Aún sabiéndolo, en mis sueños, le inventé. Cambié el color de sus ojos por el azul del agua de aquella cascada que una vez dibujé siendo niña. Sus caricias, en mi piel, se tornaron en la suavidad del lago en el que un día pesqué con mi padre en silencio. Y hasta su voz se convirtió en la del agua infinita de aquella fuente de piedra. Nunca escuché un manantial tan hermoso.

Pero de nada sirvieron mis fantasías.

Completamente despierta, un atardecer, por fin le convencí y le llevé a mi playa, pero permaneció alejado de la orilla, mientras yo, descalza, dejaba que las olas jugaran traviesas con mi piel.

Recuerdo que en un momento me giré hacía él y me pareció ver como hacía malabares con esferas de fuego.

Sin duda, no era un ser de agua.

Pero no me rendí, y frente al océano, con los ojos cerrados, formulé un deseo: que por lo menos amase el mar.

Los deseos, a veces, son extraños. El mío se cumplió, pero cuál fue mi sorpresa al abrir los ojos y sentir, como mi cuerpo comenzaba a transformarse. Allí estaba yo, convertida en sirena mientras él me contemplaba primero con asombro, luego con tristeza.

Todos los jueves viene a verme, y aunque todavía no he conseguido que nade conmigo, a veces me sorprende apagando su fuego mientras trata de acariciarme de nuevo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 2. BAUTISMO.


“Sin poder evitarlo, vi a lo lejos como se sumergía en aquel mar, sintiéndose libre al fin".

Nunca lamenté mi pecado pues lo viví intensamente, con toda la sinceridad que mi alma me concedió.

Devoré el tiempo con la codicia de no sentirme culpable y, saciando mi egoísmo, me olvidé quizás de más de una norma impuesta, que no virtud, pues fue justicia mostrar la honestidad de mi corazón.

No, no entendí jamás las reglas de la providencia, aunque hoy por fin he aprendido que, en el juego, hay almas que mueren y renacen, como el tiempo, como la vida, incluso como las estrellas, la luz de la luna, o como las gotas de agua…

Así, perdiéndome en divagaciones sobre si fue providencia o fatalidad, me siento afortunada de haber sentido, aunque mi alma agonice.

Las gotas de agua…

Un océano repleto de ellas me aguarda, y lentamente, desnuda, le ofrendaré todo este sufrimiento para que mi fe de nuevo nazca.

No temeré que su frialdad erice mi piel, ni que al sumergir mi rostro escuche con tristeza, en el silencio, la fragilidad de mis recuerdos.

Dejaré que el agua purifique mi pecado, bañando en sus profundidades mi cuerpo, entregando sin miedo a la oscuridad mi olvido.

Sí, al final puede ser que sí exista el destino.


martes, 30 de agosto de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 1. CUENTAME UN CUENTO II.


Acércate, que hoy sí, hoy te contaré un cuento.

Hace mucho tiempo, en una noche de verano como ésta, la luna se conmovió observando, como un jardín, que tiempo atrás había resplandecido engalanado con las más bellas flores, languidecía y se marchitaba, consumiéndose por la tristeza que el olvido había sembrado en su tierra.

No quedaba ninguno de los que un día pasearon por él, perfumando sus sueños con la fragancia que desprendía tímidamente en el crepúsculo, ni de aquellos a los que permitió que desnudaran sus tallos lozanos como ofrenda de su amor.

Nadie lo recordaba, nadie lloró en él por lo perdido, y poco a poco aquel lugar fue envejeciendo, perdiendo el embrujo de aquel tiempo pasado, mostrándose sombrío, árido, como si nunca hubiera tenido alma.

Mientras la luna percibía aquel último aliento, aquella exhalación que velaba la muerte, decidió que no dejaría llevarse esta vez por aquella melancolía a la que parecía estar condenada, y sin ocultar su rostro, exigió al cielo una lluvia que aliviara aquel dolor del que era testigo, una lluvia que hiciera sentir a aquella tierra que la muerte no es olvido.

El cielo, temiendo perderla de nuevo entre sombras, accedió a su requerimiento, pero a cambio impuso una condición, la promesa de que su luz no podría contemplar aquel momento, y ella asintió.

Mientras se iniciaba silenciosamente aquella lluvia, la luna comenzó a ocultarse, pero en el último segundo, antes de que su halo oscuro la cubriera por completo, sintió como la más hermosa gota de agua acariciaba su rostro.

Hubiera podido esconderla, guardarla entre sus tesoros, pero a cambio simuló desprenderse de ella, como tantas veces había hecho con sus lágrimas. Y  mientras sonreía, aquella gota continuó deslizándose, hasta que suavemente acarició aquel lugar estallando el alma, la vida soñada y entregada en un instante.

¿Fue un engaño de la luna?

Dicen que aquella noche aquel jardín renació, pero ¿sabes? No es cierto (nunca estuvo muerto).


(Dedicado a aquel que echaba de menos los cuentos de la luna oscura, con mucho cariño).

martes, 23 de agosto de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 13. EL ULTIMO VIENTO.


Aquel día, cerca del amanecer, el último viento despertó mi sueño. Aún dormías.

Un pantalón, una camiseta, unas sandalias, el silencio en la calle.

Mientras me acercaba a la playa, sentí bramar al mar. 

En la orilla, un hombre con la piel curtida y el pelo blanco silbaba una melodía templada, tratando de sosegar, quizás, los gritos de aquella espuma.

La arena estaba fría.

Quise acercarme aún más a él, pero entonces dejo de silbar y bajo mis pies comencé a sentir como la tierra temblaba.

Observé el horizonte tratando de encontrar la explicación, el sentido, pero las olas habían enterrado su brío bajo una extraña serenidad, y el rostro de aquel hombre continuaba oculto de espaldas a mí.

¿Dónde estaba tu viento?

No, no lo soñé. En un instante giré mi cabeza y pude contemplar, como a lo lejos, una manada de caballos galopaba veloz por aquella orilla, acercándose cada vez más, y mi mar, de nuevo, despertó haciendo emerger olas sublimes, tratando quizás de atraparlos.

La vida regala instantes de locura, el tiempo, tormentas...

Nunca mis ojos habían contemplado algo tan hermoso, nunca un viento había agitado de esa manera mi cabello, nunca mi piel había sentido tanta libertad.

Ellos eran tu viento.

Pensé que nos arrastrarían, que desapareceríamos entre su galope desbocado, pero cerca de aquel hombre detuvieron su paso.

Sin duda, océanos profundos renacieron en aquel momento mientras las gotas de lluvia, tanto tiempo apresadas por la añoranza, comenzaron a resbalar libres sobre mi rostro.

Cerré los ojos para sentirlas y al abrirlos me encontré sola en aquella playa, soñando con nuevos relatos. 

Mientras, tú, aún dormías.

martes, 16 de agosto de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 12. EL VIENTO SE LLENO DE TU SILENCIO.


(Fotografía de Patricia Vannucci)


He intentado apresar el tiempo entre mis dedos para meditar con claridad, pero ni siquiera los pensamientos están libres del sufrimiento, del eterno vaivén en el que los segundos, en su inquietud, dibujan y desdibujan la realidad.

Aunque mi espíritu se aflija, aprende la verdad, el corazón no presta su favor agitando en sus latidos la memoria de una vida.

Si tan solo pudiera capturar el instante más perfecto de tu silencio y hacer mío tu viento, entonces sería quizás capaz de contemplar, en la más absoluta calma, como la brisa acaricia de nuevo el camino para mis pies. Sí, entonces recordaría tu hermosa voz.

Oculta entre nubes se encuentra una cúpula en la que bellos querubines custodian el violín del que emanan todas las auras.

Siendo testigo de la orgía celestial, cada día, suspendido en el vacío, su arco majestuoso arranca la melodía silenciosa a las cuatro cuerdas que lo atraviesan, haciendo vibrar el tiempo.

Nunca nadie escribió sus partituras y, sin embargo, no le faltó el alma prestada.

Si tan solo pudiera escuchar mis notas y sentirlas sobre los párpados, viviría lentamente el horizonte, guardando en la memoria tus palabras; besando y evocando cada lagrima y sonrisa pasada.

Yo sería mi viento.

viernes, 29 de julio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 11. ROZANDO UN VIENTO REGALADO.


"AUTORRETRATO DE ESPALDAS TOMANDO CAFÉ" Maria José Reche



Hoy, aún dormida,  busqué tu voz en el soplo fresco del amanecer. Arropada entre sábanas blancas, tan sólo encontré una paz silenciosa.

Te imaginé en la cima de aquella montaña bajo un cielo azul, el más azul. Mis palabras agitaron libres tu cabello. Una parada en tu viaje, un sorbo de agua fresca sobre tus labios para calmar la sed.

Hoy, sintiendo como todavía el sueño rozaba mis párpados, traté de encontrar tu perfume entre las rosas más frágiles del verano. Como siempre, acabé turbada en mi eterna quimera. ¿Olías a sal?

Te evoqué en aquel pequeño barco. Tu espalda desnuda sobre la cubierta y tus ojos llenos de esperanza, de poesía, de colores. ¿Viste realmente aquel viejo mercante que pasó cerca de ti con todas sus luces prendidas?

Hoy, aunque supe que la luna, de nuevo,  había caminado descalza,  rebusqué en el cielo  tus instantes de desvelo. Pero el sol brillaba tanto que, al final,  enmudeció los sonidos de tu lecho.

Un avión. Te vi saltando desde él con un paracaídas pintado de nubes, renaciendo en cada viento, acariciando los susurros que se llevo mi noche, llenándome de alegría en cada una de tus sonrisas. Una caída al vacío hermosa.

Hoy, mientras sujetaba mi taza de café, enfrentándome al día con las ventanas abiertas, buscando tu brisa, en el primer sorbo, sentí la promesa sobre mi mejilla, de que algún día la alcanzaría.

miércoles, 27 de julio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 10. DE VIENTO Y ESTRELLAS.



Te he preguntado tantas veces que era para ti el viento sin lograr que me respondieras, que al final he tenido que inventar las palabras mientras te imaginaba, como aquel día, de espaldas, sobre un pequeño muelle de madera, contemplando todos los océanos.

Ahora recuerdo que escuché tus carcajadas y supe que me perdería en un mar lleno de estrellas tratando de adivinar cuál era la tuya. En tu juego, aprendí que tendría que buscar prímero la mía para acercarme aún más a ti, pero sólo vislumbré, en mi oscuridad, el reflejo lejano de una estrella errante. No me pertenecía. Aunque me tendió la mano, pude sentir como a su paso se levantaba una suave brisa, y no pude evitarlo, alejándome, le puse tu nombre, pues creo que era ella la que acariciaba la poesía, aún sin brotar, de tus labios. No. No me pertenecía.

He aprendido. Algunas estrellas, hasta que encuentran su verdadero camino, vagan solitarias, sin miedo. 

¿Sabes? Muchas noches mientras todos duermen he viajado hasta ese muelle. Me he sentado sola para saber qué se siente, porque todavía yo no he encontrado mi viento, y en mi mar no se reflejan aún todas las estrellas.

Sí. Ahora ya no tengo miedo.

Esta noche, volveré allí y, mientras dibujo en mi rostro una gran sonrisa brillante, dejaré grabado algo para ti en uno de sus tablones… 

“Gracias por compartir conmigo, mi querida estrella errante”.

domingo, 10 de julio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 9. ESCUCHÉ TU VOZ EN EL VIENTO.




Si fuera el viento, el mío sería la voz de tu mundo.

En tus noches, me envolvería con una suave brisa y susurraría, sobre la desnudez de tus labios, el misterio que tanto añoraste, arrullando tu piel con un suspiro.

En tus tardes bañadas de sol, agitaría alegre tu cabello, enredando tu sonrisa en el jazmín, cantándote el sentido del por qué formas partes de mi vida, entonando para ti mi alma.

Aunque me doliese, en tus mañanas grises me convertiría en un soplo frío y feroz para que rescataras de tu olvido, el por qué siempre odiaste ese viento, y lo compartieras conmigo.

Y en tus sueños, en tus sueños, mataría tus lágrimas para convertirte en gota de lluvia. Te envolvería con mi aliento para amarte y en tu caída te regalaría, por fin,  mi silencio con un beso, inspirándote tal vez un cuento hermoso en el que el viento, enamorado, acompañó a la lluvia para mecerla entre sus brazos.

Si fuera el viento, el mío sería la voz de tu mundo.

miércoles, 15 de junio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 8. ESPERANDO LAS PALABRAS DEL VIENTO.




Durante todo este tiempo añoró un viento que le devolviera sus palabras, una conversación quebrantada por el transcurso triste de sus años y que, sin embargo, todavía se repetía en su mente cada atardecer.

No pudo deshacerse de aquel sufrimiento, y la verdad, silenciosamente velada bajo su piel, comenzó a ahogarle por dentro, asfixiándole en cada una de sus letras.

Apenas recordaba ya su rostro, el sonido de su voz…

Una noche, a pesar de la oscuridad, creyó verla a través de los vidrios teñidos por la agonía que le mantenía preso, aquellos cristales con los que cubrió sus ojos negándose la luz, prohibiéndose una mínima esperanza. Pero cuando trató de alcanzarla y rozó su hombro, envuelto en su quimera, no consiguió reconocerla, a pesar de que, en su regreso, el viento arrastró el sonido de su propio nombre.

Quizás sólo fue un delirio. “No, no era ella” y no dejo de repetirse a sí mismo esa frase…

En su desconsuelo, soñó que por fin los recuerdos comenzaban a desvanecerse, pero tan sólo fueron sueños, y en su despertar, aunque aún permanecía vivo, no encontraba razones para continuar con su existencia, más que su propio tormento.

Si le hubiera dicho la verdad…

Nunca la mentira del no sentir quebró tanto un alma como la de aquel hombre, imaginando el dolor que había causado al negarse su amor, mientras el viento arrancaba las lágrimas de aquellos ojos que tanto idolatró.

Y cada atardecer salía a su encuentro, esperando que aquel viento regresara y le devolviera aquellas palabras que se perdieron bañadas en el sufrimiento de aquella niña, las que nunca pronunció por miedo a traspasar la inocencia de su rostro.

La última vez que le vi, caminaba cerca de un jardín. Extendió la palma de su mano y pude percibir como sus labios dibujaban una sonrisa.

Una suave brisa envolvió aquella tarde…

miércoles, 8 de junio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 7. LA ISLA DEL SILENCIO.



¿Qué es para mí el viento?

No entiendo a que viene esa extraña pregunta, pero por ser tú contestaré, siempre y cuando sigas mirándome como ahora, como en este frágil instante.

Parece que la noche se resiste a abandonarnos, haciendo de rogar al alba, como los pequeños fragmentos de hielo que aún flotan en mi copa. Sí, todavía nos queda algo de tiempo.

El viento…

¿Alguna vez te conté que viví durante muchos años en la isla del silencio? Muchas tardes paseaba descalzo por una de sus playas desiertas. Buscaba la inspiración, pero aquella brisa no cesaba en su intento de quebrar mi soledad y las notas que soñaba se perdían con ella. Me las arrebataba sin tener en cuenta mi voluntad.

¿No te parece extraño que alguien la bautizara así? Porque aquel céfiro estaba lleno de sonidos, de palabras, de mensajes que nunca conseguí descifrar. Tal vez, porque soy un buscador de silencios.

Lo reconozco, no me agrada el viento, aunque cuando toco el piano siento como un soplo acaricia mis dedos.

Alguna vez he pensado que quizás existan otras islas. Tengo que buscar si existe la de la melodía. ¿Lo imaginas? Tú caminarías descalza, una suave brisa, fresca, te acariciaría el rostro, y susurraría suavemente a tu cuerpo mi música, mi silencio…

Un último sorbo…

Pero no, no te vayas todavía, déjame que te mire otra vez para conservar este momento tan grato y protegerlo del sueño que pronto me envolverá.

En nuestra despedida, te prometeré que si despierto en tu isla, te buscaré. Tú caminarás descalza y yo seré, por qué no, el viento que te acaricie.

Quizás al final no me desagrade tanto el viento...


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jueves, 2 de junio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO. 6. UN VIENTO LLENO DE MAGIA.



Si estuviera cerca de allí…

Una noche bañada por la más hermosa y fragante luna, bebí las palabras de un viento que se filtraba suave a través de una profundidad oculta. Me pareció tan dulce y exquisito que, intensamente embriagada, permití que aquel soplo guiara mi desvelo oscuro.

A través de tibios susurros, aquella brisa me habló de un bosque olvidado del tiempo pero que, sin embargo, aún perduraba en su memoria. En él, cerca del anochecer, las más delicadas ninfas arrullan con gran ternura a sus pequeños.

Resguardadas por los árboles que conocen su secreto, por riachuelos que en la solemnidad de un pacto juraron no desvelar el reflejo, entre la hierba y las hojas suaves, los mecen en sus tibios brazos, junto a su pecho.

Mientras le escuchaba, sentí como, en su revelación, me conducía hasta allí, y oculta entre las sombras pude contemplarlas a través de los ojos de aquellas pequeñas criaturas, y pude ver como sus alas cristalinas se salpicaban con el brillo de estrellas eternas.

Nunca el silencio de la noche fue quebrado de una forma tan sublime. Nunca una melodía se clavó tan hondamente en mi alma.

Descubriendo como unían sus voces en aquel arrullo, en aquella nana, respirando el más puro amor, me sumergí en la calidez de sus almas y en la sonrisa que se dibujaba en aquellos pequeños que por fin se entregaban a su sueño.

Sintiéndome yo también acunada por aquella magia, mientras la oscuridad se desvanecía, percibí como lentamente me iba quedando dormida. Mi sueño también aguardaba por mí.

Todavía hay noches en las que abro mi ventana y evoco aquel momento esperando el regreso de aquel tibio viento.

Si estuviera cerca de allí para escucharlas…


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lunes, 23 de mayo de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO. 5. UN VIENTO SOBRE EL ACANTILADO.







Justo antes de que el crepúsculo cumpla su promesa, existen días en los que el atardecer ofrenda su dulzura y suavidad. Cerca del mar, el viento se convierte en brisa, que mece, que acuna con delicadeza la espuma blanca…

Aquella mujer lo sabía perfectamente, pues había sido testigo de aquellos instantes durante casi toda su vida, sintiéndolos en la piel.

No podía renunciar a ellos, ni a aquella brisa que, cerca de su acantilado, mientras contemplaba la profundidad infinita, la acariciaba recordándole que, a pesar de la distancia, él la seguía amando.


Y en esos momentos, no existía nada más…

Buscando en aquel viento las promesas pronunciadas, permitía que de nuevo acariciaran sus labios.

No tenía ninguna duda, aquel viento era él, y cada tarde, de regreso a su hogar, se entregaba en cada paso, subiendo por aquel camino, sabiendo que aguardaba por ella.

Al igual que aquella montaña abrazaba al mar en aquel pequeño acantilado, ella de nuevo se aferraba a un soplo tibio de recuerdos, llena de esperanza.

Él volvería…

A veces, percibía como travieso jugaba con su pelo recogido, y entonces volvía a evocar aquellos momentos secretos bañados de su pasión. A él le gustaba desprender aquel pasador de nácar y ver como su cabello rojizo caía sobre sus hombros desnudos, tan blancos como aquella espuma…

Muchas tardes era ella la que soltaba aquel broche, imaginando que eran sus manos y permitiendo que el aire liberara aquellos mechones que no entendían de ausencias.

Rozando con la yema de los dedos sus mejillas, contemplando aquel horizonte, dejaba que aquella brisa borrara la nostalgia que a veces la invadía.

No tenía ninguna duda, aquel viento era él, y pronto volvería…


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