Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

miércoles, 21 de abril de 2010

EL CUENTO Nº76 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. LA FLAUTA DE BAMBU.




Estabas sentada en aquel banco de piedra. Era primavera y una suave brisa acompañaba tu juventud despertando para ese momento una lluvia de pétalos de cerezo que empezó a caer suavemente sobre ti.
El templo a tus espaldas y las plegarias a tus ancestros guardadas en el interior de tu alma.

Contemplé tu mirada entornada en la tristeza que siempre te acompañó, aquella que no pude aliviar, y en tu mano desnuda, la que tantas veces me acarició, la vieja flauta de bambú.

Como en cada uno de mis recuerdos, la acercaste suavemente hasta tus labios. Y en la oscuridad tras tus párpados, comenzó a sonar aquella melodía que llamaba a la luna mientras el atardecer moría en cada una de tus notas.

Quise correr hacia ti, arrodillarme a tus pies descalzos, y apoyar mi mejilla en tus rodillas para aferrarme de nuevo al sonido dulce de nuestras noches.

Pero la pieza en este sueño fue breve y al terminarla mientras se dibujaba una sonrisa en tus labios y tus ojos comenzaban a abrirse de nuevo supe que el viento robaría la mirada anhelada para llevarte con él hasta hacerte desvanecer con esos pétalos.

Todavía guardo esa flauta ahora muda, esa pieza de madera que aún conserva el aroma de tus manos y que solo suena cuando este viejo te encuentra en sus sueños.
Nunca dolió la soledad de estos años porque siempre te encontré en mis plegarías. Aunque a veces me siento en aquel banco y ruego porque llegue la noche que de verdad consigas mirarme para no despertar y poder desvanecerme en el viento a tu lado.

domingo, 11 de abril de 2010

EL CUENTO Nº 75 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. EL FESTIVAL DE LA LUNA.




En este viaje de cuentos, acompañados de la eterna, hoy os llevaré a tierras aún más lejanas y si me dais vuestro permiso, os regalaré un otoño suave aunque estemos en primavera.

Como cada una de sus noches despertó la luna y, sintiendo la llamada del puerto fragante reclamando su presencia, supo que había llegado su día y que no podría faltar a la fiesta.

Engalanándose con toda su hermosura y desnudándose en su luz más plena se dispuso a iniciar su viaje, renunciando sin pesar a la oscuridad que siempre la rodeaba.

Antes de mostrarse, atravesó el cielo con orgullo y en sus pasos lanzó la amenaza al viento y a las nubes reclamando su respeto sólo para esa noche y para que, los que la aguardaban, pudieran contemplar esa belleza anhelada más allá de las creencias.

Aunque a veces la luna se envolvía en tristeza, en aquel día al percibir el colorido que la gente le ofrecía, y el aroma de los dulces y del espíritu familiar, decidió celebrar con ellos la vida escuchando canciones y poemas que lograron endulzar sus destellos.

Muchos de los que aquella noche acudieron a contemplar su brillo buscaron en ella el equilibrio de la vida, en la creencia de que la dama blanca gobernaba la energía del agua de la tierra y de la misma esencia que los formaba.

Pero también en este día otros buscaron ser partícipes de una leyenda, y contemplando al cielo esperaron que Hou Yi y su esposa se encontraran, y a la luz de la luna danzarán gritando su amor.

Y aunque la luna ofreció su luz a todos en aquella noche templada, cedió su intensidad cuando dio comienzo el desfile de farolillos, y los más pequeños acompañados de sus familias, en honor a ella, portaron con ilusión aquellas linternas de formas diversas y diferentes colores.

Aquellos porteadores de pequeñas lunas arrancaron la sonrisa de la homenajeada.

El más pequeño, apenas sabía caminar y aunque se esforzaba en hacerlo erguido dio un traspiés y cayó al suelo haciendo añicos su farolillo blanco.

Viéndole como comenzaba a llorar con gran desconsuelo, la luna acercó su luz a él y con un beso dulce sobre su frente robó sus lagrimas y a cambio depositó en su manita uno de sus destellos, y así el desfile continuó.

Al llegar el alba la luna tuvo que retirarse y al alejarse sintió como todas las luces de los farolillos se iban extinguiendo, pero no quiso que la tristeza la bañara y supo que pronto llegaría otro otoño en el que regalaría su luz sin que le doliera su alma.




Existe un dicho chino que reza que la luna simboliza la belleza y la elegancia, así como un amigo de confianza. Y como buena amiga la luna no puede faltar a esta fiesta.

miércoles, 7 de abril de 2010

EL CUENTO Nº74 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. LA LEYENDA DE LOS TIGRES






Aquella noche despertó la luna en su viaje sobre una isla asiática, y al acercarse pudo percibir como la jungla escondida trataba de pronunciar su nombre al verla brillar.

Hacía tiempo que no escuchaba los sonidos de la selva y a pesar de que aquel día el viento soplaba con intensidad, pudo escuchar a los sagúes y a los grandes helechos pidiéndole a la blanca dama que se acercara aún más.

Pero al hacerlo, el vendaval trato de impedírselo tentando su fuerza para alejarla, hasta que el sol consiguiera despertar.

Y supo que aquel viento una vez fue testigo de cómo en aquel lugar, el sol y ella coincidieron retando su luz en una contienda sin igual.

Condenados por el tiempo a su distancia ambos envidiaban la suerte de su rival; el sol, el silencio y la quietud que transpiraba la noche; y la luna, el calor de la vida que en su viaje apenas podía acariciar.

Pero aquel día la cúpula que los gobernaba en uno de sus juegos les quiso probar, permitiéndoles que por unas horas coincidieran sin que su luz se tuviera que ocultar.

El sol, al verse próximo a la luna, no pudo evitar quererla impresionar. En su orgullo, aprovechando aquel viento presente, prendió una enorme hoguera cuyas llamas burlonas, en su crepitar, pronunciaron con ironía el nombre de la dama riéndose de su oscuridad.

Mostrando su imagen más fría, la luna no se dejo acobardar, y ante la mirada atenta del astro dorado derramó en gotas parte de la esencia de su brillar, creando una laguna de aguas de plata que en sabios destellos respondieron que aquel fuego no las podría dañar.

Nunca el sol había contemplado tan de cerca la hermosura plena de la luna y el resplandor en su tímido mirar.

Y nunca antes la luna había sentido cómo la fuerza y bravura del sol conseguían templar su propia frialdad.

Pasaron minutos, quizás horas y ambos permanecieron esperando ansiosos el siguiente movimiento de su rival. Pero con acierto, ninguno realmente quiso continuar. Y la cúpula aburrida ordenó que se separasen; que la luna terminara la noche y el sol se ocultara hasta que llegara la hora de su despertar.

Cuando el sol procedió a retirarse la deseó acariciar y derramó su esperanza sobre la laguna haciéndola palpitar.

Y la luna, antes de entregarse a su soledad, vertió una lágrima de su tristeza sobre aquel fuego lográndolo así apaciguar.

Cuentan los sabios que escuchan al viento que en aquella mágica noche y en ese mismo lugar, antes de que el fuego se extinguiera de sus últimas llamas nació un tigre naranja que se dirigió a la laguna para contemplar, como de entre sus aguas su propio reflejo cobraba vida y una gran tigresa blanca nacía con el destino de poderle acompañar.

Ese mismo viento que susurra las leyendas y que en aquella noche quiso a la luna apartar, todavía recuerda como rugieron aquellos animales antes de esconderse en la selva y que la cúpula les pudiera condenar. Y temiendo por su hermosura decidió protegerles incluso de aquellos astros que sin ser conscientes cumplieron su propio anhelo de libertad.