Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

viernes, 27 de julio de 2012

QUIZÁS UN SUEÑO... EL VIGÉSIMO CUARTO...






El naranja siempre fue un sueño incierto,  un espejismo que al tiempo de despertar quedaba sometido al juicio de la cordura.

Muchas veces hubiera deseado no abrir mis ojos,  pues mi mirada inquieta se perdía traviesa en busca de la quimera;  y al no alcanzarla,  se rendía bañada en  lágrimas de realidad.

Por un tiempo pensé no soñar, pero el sueño es siempre tan libre…

También intenté con ahínco despertarme cuando percibía aquellos tonos anaranjados engatusando mis emociones, pero entonces ya era demasiado tarde y contra mi voluntad mis sábanas se iban tiñendo de aquel color.

Sí, el naranja siempre fue un sueño confuso, una ráfaga de locura, un viento lleno de sabores por el que a veces no sabes decidirte.

Abrí mi armario y aunque lo sabía, no encontré ninguna prenda de ese color…

Estaba despierta y con un sabor amargo en mi boca, empecé a entender porque temía tanto soñar con ese color.



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