Vale lo confieso, soy una romántica y
no me avergüenza decirlo. ¿Qué hay de malo en ello?
Al parecer bastante, porque a estas
alturas del cuento parece que ser una soñadora del amor verdadero para algunos
hombres es algo malo. Incluso se asustan. En serio, se asustan. Quizás sea
porque a las que pertenecemos a esta especie, nuestra sensibilidad y calidez y
el creer que todo es posible nos hace pasar de ser princesas a ser brujas…
¿Yo? Yo crecí leyendo libros de Jane
Austen. O sea que soy de lo peorcito, aunque ahora cuando conozco a algún
hombre trato de omitir este detalle. Vale, tampoco les digo que me encantan las películas
de amor, con final feliz, eso sí y que escucho a Pablo alboran.
¿Por qué? Porque se asustan…
Soy tan romántica… Pero eso sí, con
un toque progre. No espero que me regalen flores, ni bombones, ni perfumes, ni
joyas… Los regalo yo. También suelo ser de esas que prepara cenas románticas a
la luz de las velas o elige el lugar más maravilloso para pasar un fin de
semana. Ah y que no se me olvide, también soy de las que manda muchísimos
mensajes…
Sí, desde luego que soy una romántica
progre que ha aprendido que a veces, el romanticismo hay que forzarlo un poco.
Porque es verdad que si tengo que esperar a que sea él, a veces lo llevo claro.
¿Ha parecido un reproche? No era mi
intención porque sí que hay hombres que te dicen eso de “LO PEOR QUE TE PUEDE
PASAR CONMIGO ES QUE TE REGALE FLORES” y claro tú piensas que lo peor será el
amor y caes como una gilipollas. Y claro que te regalan flores pero muchos no
lo hacen con fines tan idílicos.
Una vez, en mi romanticismo, encontré
el príncipe con el que toda mujer soñaba. Bueno no sé si toda, toda, pero yo,
seguro, Guapo, alto, culto, con una buena posición social, de conversación y
trato educado, un príncipe en toda regla, de esos que no esperan a que tú
tengas la iniciativa y te agasajan con poemas, con flores y cenas románticas.
Un cuento maravilloso pero en el que
los dos vimos finales diferentes. Yo quería el de “… y vivieron felices y
comieron perdices” y él el de “… yo
prefiero comerte a ti y que me comas, sobre todo que me comas porque la
felicidad hoy en día está demasiado valorada”.
Qué desastre de cuento…
Fue casi a punto de terminar nuestro
idilio. Era viernes y me invitó al cine. “Atracción Fatal” así se llamaba la
película. Al terminar, fuimos a cenar y
me dijo algo así como que todas las mujeres que se enamoran demasiado acaban
convirtiéndose en Glenn Close.
¿Así nos veía él? ¿Cómo esa loca?
Creo que en ese momento perdí todo el
romanticismo de mi vida y una mala leche increíble comenzó a apoderarse de mí. Sí
se fue a la mierda todo mi austinismo..
La verdad es que hay que reconocer el
momento exacto y la situación exacta en la que se puede o no decir algo. Él,
sin duda no pensó en cómo aquello podría afectarme y tampoco se dio cuenta que
en ese instante yo sujetaba el cuchillo y el tenedor, tratando de cortar mi
entrecot.
Porque… No, queridos, una mujer no se
convierte en Glenn Close cuando un hombre nos desaira de esa manera. No, no, no…
Glenn Close puede parecer una hermanita de la caridad si ese hombre mata todo
el romanticismo que ese hombre la ha inspirado… Y ella no acaba en la bañera muerta, ella al final se da una buena ducha, tratando de eliminar los restos de una relación.
Sí, nuestro idilio tuvo un final
trágico, pero muchas de las mejores historias de amor tienen ese final…
Ahora he recuperado de nuevo mi romanticismo, aunque va por otras líneas, pero sí… A PESAR DE TODO, SIGO
SIENDO UNA ROMÁNTICA.
Pringá, que no dejas de ser una pringá. Romanticismo decimonónico. Vale, que la fea de la clase tenga fantasías, me lo puedo creer. Pero tú, que has roto mas de un tacón en las pistas de baile. Príncipe azul. ¿En que mundo vives? Si los pibones de ahora solo se acercan a los macarrillas de coches tuneaos a comerse un BigMac con CocaCola de grifo. Sin luz de velas, ni musica de violines, ni un triste jarrón con dos claveles adornando la mesa. Engullendo la comida con las manos para luego irse a la pista a perrear. A ver si te enteras. Este tiempo que vivimos no es ni romántico, ni realista, ni siquiera hipersurrealista,... Es un constante Performance donde el que sabe y quiere se monta su escenario como puede y quiere.
ResponderEliminarbuenoooooooooooooooo, buenooooooooooooo
ResponderEliminarEscuchar a Pablo Alborán y ser una romantica esla esencia, pero debemos ser realistas, si no es así caeremos siempre.
ResponderEliminar¿Mi consejo "experto"?ues que hombre se enamore mas que la mujer...SIEMPRE..SI NO...
ResponderEliminarjamas he conocido finales felies cuando es al revès...solo los muy escasos de las almas gemelas...que ya tambien escasean...
mi saludos