Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

jueves, 15 de marzo de 2012

UN BUEN DESAYUNO.




Creo firmemente que el sexo y la comida en muchos aspectos se parecen.

A mí, por ejemplo, me gusta  aplazar ciertos momentos en los que mi deseo es como el hambre;  instantes en los que, por decirlo de alguna manera, sabes que puedes ir a la cocina, abrir la nevera y tomar lo que quieras.  Sería fácil hacerlo ¿verdad? Pero con el tiempo aprendes que lo difícil es más placentero y que demorarse puede aumentar, si cabe,  más ese gozo  porque comienzas a imaginar cómo lo harías, recreando cada detalle en tu mente,  mientras tu sexo se embriaga con cada uno de esos pensamientos, agitándose más y más.

Ayer me sentí excitada pero decidí resistirme de nuevo. No cené mucho.

Tratar de dormir cuando sientes el calor de tu cuerpo implorando una caricia puede llegar a ser doloroso, así que decidí calmarle con la promesa de satisfacerlo al amanecer y esta mañana supe que había llegado el momento, pues el hambre no había desaparecido.

Me encanta el momento del desayuno y mientras se hace el café y su olor empieza a extenderse por toda la casa, disponer la mesa como un ritual. A veces incluso pongo flores. Con el sexo me pasa igual, así que calenté bien el baño, me desvestí allí y cuando solo me quedaba la ropa interior, abrí el grifo del agua caliente para que el vapor lo envolviera todo. Sí todo un ritual.

Como una nevera que sabes que puedes abrir y servirte lo que quieras  y mientras lo decides siempre acabas picando algo, no pude aguardar,  así que antes de quitarme la camiseta acaricié mis pechos por encima y al desnudarlos, sentí como los pezones se endurecían intensamente.  No, no pude resistirme a rozarlos con la palma de mi mano.

Débil, hambrienta, pensé que no lo soportaría,  que me masturbaría antes de meterme en la ducha y deslicé mi mano hasta mi vientre, introduciéndola dentro de mi ropa interior, pasando suavemente mis uñas por la piel, jugando peligrosamente, sintiendo el fuego húmedo suplicando mi tacto, regalando caricias circulares, asomándome a la entrada de mi sexo, humedeciendo mis dedos en él.

Fresas, hubiera comido fresas.

En ese momento pensar en un desayuno compartido no está nada mal así que me imaginé que eras tú el que estaba en el baño conmigo, que era tu mano la que buscaba mi humedad y me sentí más excitada, más mojada, pero entonces, ya lo sabes, decidí demorarlo solo un poco más.

Es como ese instante  en el que el café ya está preparado y solo queda servirlo en las tazas. Tu boca anhela desesperadamente sentir su sabor. Lo tomarías ahí mismo, pero entonces recuerdas esa mesa que has preparado.

Y mientras fantaseaba que tú entrabas conmigo en la bañera, sentí como el agua caliente me mojaba, que tus manos me acariciaban todo el cuerpo: mi cuello, mi espalda, mis pechos, mi vientre, mis muslos…

Ese primer sorbo que siempre sabe también y que promete que el desayuno habrá que degustarlo lentamente porque en la mesa hay siempre algo más: zumo de naranja, fresas y tostadas con mermelada de melocotón, tu favorita. Así,  comencé a enjabonar mi cuerpo mientras mi boca se moría por besarte, por acariciarte y sobre todo porque me acariciaras.

Me gusta ver como untas la mermelada en las tostadas sin prisa, procurando que no quede ningún espacio libre, como cuando besas mi cuerpo  recorriéndolo por completo, logrando por momentos arrancar escalofríos a mi piel, como el gel frío. Sí, imaginando que era tu boca, lo extendí lentamente sabiendo que ya nada podría detenerme, que nadie podría interrumpir ese desayuno.

Levantando mi pierna y apoyándola en el borde de la bañera,  me entregué completamente a las caricias de  mis dedos en mi sexo imaginando siempre que eran tus labios, tu lengua saboreando la mermelada, deleitándote en su textura, pausadamente, degustándola sin miedo a terminar la tostada porque siempre se pueden preparar más…

Y al terminar, como un buen desayuno, relajada y exhausta, me acordé que aún quedaba algo de café…

5 comentarios:

  1. JUASSSSSSSSSSSSSS! que rico desayuno! <3

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  2. ummmm.............buen desayuno, relajante. ;)

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  3. Ummmm, un desayuno muy relajante ;)

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  4. visto así...a quien no le gusta el desayuno? jajaja

    Un besitooooo

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  5. Un relato de Sexo-Ficción.

    Me ha gustado el ritmo. Sus frases cortas. Genial.

    Creo que esa atmósfera te viene bien a tu manera de contar.


    ¡BESOTE!

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Antes de nada: gracias.