Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

miércoles, 28 de marzo de 2012

ALGO DE SEXO RÁPIDO




No sé las veces que he oído durante mi vida que las cosas hay que hacerlas despacio para que salgan bien. 

Pero en el sexo la percepción del tiempo en ocasiones deja de tener importancia y todo vale, o casi todo...

Salimos aquella noche.

La temperatura en la calle era perfecta y a pesar de las luces de la ciudad, la luna se mostraba en el cielo completamente llena y demoledora.

La velada comenzaba serena a pesar de la amenaza de mis tacones altos y el desafío de mi vestido negro, quizás excesivamente corto. Tan corto que, mientras caminábamos, sentí tu preocupación tratando de comprobar con tu mano si la tela aún cubría mi trasero. Sí, si la cubría.

Fuimos a nuestro lugar de siempre, donde nuestro rincón parecía esperarnos. Unas cervezas, un par de tequilas e hicieron aparición esos besos a los que también sabemos jugar, como si no nos conociéramos y aquella fuera nuestra primera cita. Sin duda, un coctel peligroso para mí, pero que mi lengua sabe saborear.

¿Te he dicho que me gusta bailar contigo?

Pusieron aquella canción que siempre acaba despertando en mí el deseo de provocarte. No, no hay pudor cuando siento que todos se desvanecen y solo estamos tú y yo y ese ritmo que me envuelve para ti.

Te sentí detrás, respirándome.

Apartándome el pelo, mientras no dejaba de bailar, te ofrecí mi cuello. Sujetaste mis caderas y arrimándome a ti humedeciste mi piel.

¿Quién puede resistirse? Yo siempre lo intento. En serio lo intento, pero es que sabes cómo hacer que en un momento se despierte mi apetito y tenga ganas de ti.

Quise comprobar si te estaba sucediendo lo mismo que a mí, así que me giré y para ser sincera, sin muchas contemplaciones, mi mano se posó con decisión sobre la entrepierna de tus pantalones.

No, sin duda así es imposible resistirse.

Más besos, nuestros cuerpos rozándose, tratando de sobrellevar la excitación y sentí que o salíamos de allí o al final te devoraría sin ningún recato.

Ya era tarde y no había mucha gente. Atravesamos callejuelas en busca del coche deteniéndonos de vez en cuando para abrazarnos, para besarnos, para no dejar morir esa excitación que arrastrábamos con nosotros. Tocando nuestros cuerpos por encima de la ropa para que no se enfriaran, para que no perdieran su calor. Y en una de esas paradas no pudimos más.

Era una calle de aceras estrechas en la que los coches estaban aparcados en una línea casi perfecta.

Contra uno, creo que era un Ford negro,  me besaste metiendo tu mano por debajo de mi vestido, haciendo hueco entre mi ropa interior. Al sentir lo mojada que estaba y como mis ojos no te lo iban a impedir esta vez, me giraste.

Sabía perfectamente lo que hacer y mientras apartabas aún más mis bragas, escuché perfectamente como desabrochabas tus pantalones.

Es increíble como un sonido así puede hacer que se contraiga tu sexo. Así que me preparé para ti,  apoyé  mis manos sobre el coche, me incliné y separé más las piernas para recibirte como te merecías.

Subiste mi vestido, me acariciaste de nuevo empapando tus dedos y sin entretenerte demasiado, entraste dentro de mí clavándote fuertemente, envistiéndome con ansia una y otra vez.

Regalamos a esa calle el sonido de nuestros gemidos y el de tu sexo golpeando al mío.   La noche se llenó del aroma de nuestros cuerpos, de su sudor y mientras alcanzábamos el orgasmo conseguimos aniquilar a la luna.

Vale, lo confieso, cuando follamos no hay tanta poesía.

Cuando terminamos, nos besamos y como si nada seguimos buscando el coche.

Sí otra vez fue algo rápido pero quién hubiera desaprovechado algo así. Yo no… y el resultado final fue delicioso.


3 comentarios:

  1. Esto es lo que yo llamo el goce perfecto e intenso de la vida.
    Genial!!!
    Saludos desde Suecia.

    ResponderEliminar
  2. TE(TA)RAPIA
    I

    Llevaba apenas dos meses ocupando la habitación como realquilado. Una habitación minúscula de pocos metros cuadrados amueblada por un catre con colchón vencido, una mesa con una silla incomoda, ambas con pátinas superpuestas de barniz que dejaba al trasluz, fosilizado, vestigios de polvo y mugre de otras épocas, de otros inquilinos que debieron haberme precedido. También un estrecho armario con un espejo o luna, carcomido, donde apenas conseguía cada mañana peinar mis indomables rizos. Como digo, ocupaba voluntariamente aquella minúscula celda desde varias, contadas, semanas atrás sin incidente hasta la noche que hoy intento recuperar en este escrito.
    He de de aclarar que por mis estudios pasaba la mayor parte del tiempo fuera, por las mañanas estudiando en la biblioteca y por las tardes acudiendo a clases en la universidad. Los fines de semana eran los únicos días que me permitía algún respiro, me levantaba entonces ya avanzado el mediodía, luego daba algún paseo por las calles, almorzaba, normalmente acompañado de algún otro estudiante que se encontraba en la ciudad en circunstancias similares y, cuando las calles se vestían de sombras, principalmente los sábados, acudíamos a beber cerveza donde los precios eran asequibles y donde la concurrencia nos era conocida.
    En una de aquellas noches regresé a mi cuchitril algo achispado, no debiera ser mas tarde de las once. Fuera, en las calles, había comenzado a caer una fina lluvia amenazadora de males mayores. El frío ya había hecho presencia en días anteriores. Llegué pues como es lógico con la vestimenta humedecida, algo aterido por las temperaturas inhóspitas que rezumaba la noche por las calles. Apenas conseguí desabotonar mi torso del ahuecado chubasquero, del grueso jersey que atesoraba el olor a mi cuerpo mezclado con otros, humo de tabaco y risas que ya solo eran ensueños. Descalcé mis pies, presumible súmmum de mi bienestar, y columbré la posibilidad de caer vencido sobre la colcha, teniendo en cuenta mi pereza y agotamiento, o hacer un último conato de ser civilizado desabrochando mi cinturón y los botones de mis jeans para acabar bajo las sabanas relajado, sin ningún oprimiendo.

    Estaba en esa cuando en mi puerta sonó un débil golpeteo. Incrédulo comencé a vencer mi indecisión. Librando mi cinturón del pasador estaba mas que decidido en sacar del armario mi pijama de franela cuando, nuevamente, un sutil golpetear me hizo quedar como embalsamado, con los oídos finamente atentos. No había duda, alguien llamaba a mi puerta. Apreté el cinturón de nuevo a la cintura, no sin notar como protestaba mi vientre que debiera haber quedado defraudado de un inminente relax bien merecido. Sospechoso de que no fuera una alucinación sonora, el viento hacía de las suyas por las calles encharcadas, abrí la puerta lo suficiente para que uno de mis ojos avistara parte bastante para cerciorarme de mi equívoco.

    ....

    ResponderEliminar
  3. oléee!!! así da gustooo!!

    besitos guapa!!

    ResponderEliminar

Antes de nada: gracias.