Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

jueves, 23 de febrero de 2012

LOS RELATOS DEL FUEGO 4. CONDENADOS A ARDER




“Arrebataré en tus sueños la luna con la que te vistes para respirar de nuevo tu verdadera piel”


No importaba que él la contemplara…

Aquella noche se desnudó en su propia hoguera, despojándose lentamente de la túnica que encubría, con fervor, los tatuajes grabados en su piel.

Mientras observaba como ardía ante sus píes, lenguas de fuego besaron sus tobillos, enredándose en  sus muslos, en sus piernas, vistiéndolas de deseo sin lastimarla.

Una caricia en su vientre… y prendiéndose la única rosa, comenzó a desatarse una pasión ancestral, una furia contenida que gritaría al silencio.

Nadie volvería a atar sus muñecas pronunciando su nombre. Nadie trataría de contenerla encadenándola a su ingenuidad.

La luna y ella se habían envuelto en llamas y no existiría ningún ser capaz de extinguir aquel fuego.

Preparando su cadera, su cintura y sus pechos para quemar el agravio, castigaría con su pasión el sufrimiento, entregando toda su ira de una sola vez.

No, no sería un sacrificio, pues ya no existía inocencia en ella.

Y desatando su melena,  avivó aún más aquellas llamas enjaulando con sus mechones, sobre sus hombros, el vuelo de su dulce nostalgia.

Con su fuego, con su néctar, quemándola en su interior, ella sería el castigo de todos los engaños, de todas las mentiras consentidas. 

Permitiría que él desnudara con su lengua las invenciones hasta saborear cada centímetro  de su piel. 

Y aunque se encendieran aún más sus tatuajes, le haría creer que su boca moriría, correspondiéndole en cada uno de sus besos, arqueando su espalda, alzando  con sabio orgullo su sexo, perdiéndose y hundiéndose en el de él.

No. No importaba que él la contemplara pues ambos aquella noche estaban condenados a arder…

7 comentarios:

  1. cuánta pasión derrochas hoy niña!!
    esa condena es maravillosa!!

    Un besazoooo me ha encantado !!

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  2. Sorprendido. Eres fuego.

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  3. Shhhhhhhhhhhh un adelanto... Un reto para cuando termine los elementos...

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  4. Se cuenta que, en tierras egipcias, una comunidad de cenobitas alentó la antipatía de cierto grupo de vecinos recelosos. Por entonces, Juan de Antioquia, con veintitrés años cumplidos, dejaba deslizar las aguas del bautismo por su nuca y frente sin sospechar su destacado designio. En aquellas inhóspitas tierras de antiguos faraones grupos de anacoretas rivalizaban, sus largos discursos se tornaron en finales encolerizados donde los asistentes volcaban sus rabias de largos años en semiesclavitud.
    Pero fue en decenios posteriores. En época de la emperatriz consorte. Justiniano I casose en el año 523 con una actriz. La importancia de aquel gesto en las igualdades de clases tuvo cierto calado. No desmerece en elogios los avances que aquella hija de funámbulos y caricatos tuvo en la sociedad bizantina. Pero no descentremos nuestro relato con los datos sino con la importancia que tuvo en aquellas comunidades reunidas en torno a los primitivos ascetas, pues la tragedia que nos ha llevado a querer dejar constancia del repulsivo incidente deja a historiadores en meritorio entredicho.

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  5. Quiero creer que sucedió en una tarde, donde los vientos del mediodía y los que auguran el crepúsculo dormitaban. Apenas media docena de seguidores entorpecidos sobre la arena recalentada, cubiertos con sus ásperas túnicas o mantas. El horizonte, áureo, delimita la importancia de la fe, de aquellos que decidieron cansar sus cuerpos en peregrinación hasta la palabra que libera.
    El polvo tanto como las pisadas queda sellado por el silencio del entorno. Solo los cuerpos reclinados adornan esta vasta región olvidada. Cuando el Sol en declive sortea el ángulo proclive a la oscuridad es cuando los ojos del solitario intentan un atrevimiento.

    Primero, aun en sombras, atajó sus pasos. La luz incidió inmisericorde sobre su deslucida pelambrera, cabellos y barbas, blanquecina. Los seguidores, tantos, empujaron sus sueños empolvados con el dorso de sus manos resecas.
    Fue cuando el Sol quiso ser misericorde, anclando sombras al ser que viene a su espera, y dijo:
    — ¿Cuántas almas se arrastran hasta mis pies? ¿Cuantos nombres desconozco? Veo la polvareda sedimentada en vuestra vestimenta, al igual que la sutil membrana que dificulta vuestra mirada. — Unió entonces sus dedos a la altura de su vientre desnutrido.
    Un sosegado movimiento alteró las filas de fieles fidedignos.

    ....

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  6. La lava de un volcán a punto de explotar y salpicar...puro fuego.
    Saludos :)

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Antes de nada: gracias.