Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

lunes, 28 de mayo de 2012

QUIZÁS UN SUEÑO... EL DUODÉCIMO.






Me sentí desamparada sin el abrigo de mi sueño.

En mi desvelo,  lleno de penumbra, repudié, amé el amanecer que nacía en mí y cerré los ojos en un intento de recuperarlo. No pude.

Por fin podía contemplarte y aunque estabas de espaldas a mí,  supe que sonreías.

Yo  que siempre añoré los crepúsculos,  no negaré que mi quimera se llenó de nuevo de la luz del sol.

Amanecía y mientras el día trataba de imponerse, te vi caminando en un horizonte manso.

Pude elegir quedarme en las sombras de la luna.

Pude elegir convertir aquel comienzo en un ocaso sin fin.

Pude elegir deshacer la aurora con mi plumaje negro…

Y sin embargo, como una niña impaciente, corrí tras de ti en un intento de alcanzar tu mano.

Me deshice de mis alas negras y sintiendo la tierra en cada paso, en cada latido, afronté sin miedo el calor que nacía en mi piel.

Hubiera entregado mi vida en aquel sueño, pero aún estoy aprendiendo a vivir sin sombras…

3 comentarios:

  1. qué bello! un placer para los sentidos, leerte... me encanta, sobre todo, el final : "aún estoy aprendiendo a vivir sin sombras"... qué bueno! gracias por seguir compartiendo, Un abrazo!

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  2. que difícil eso de vivir sin sombras

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  3. muy bonito niña.. me ha gustado mucho :)
    dejar lo oscuro atrás y buscar la luz y el calor de un nuevo día

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Antes de nada: gracias.