EL CUENTO Nº16 DE LA LUNA OSCURA: EL REENCUENTRO CON LOS LOBOS

Cuentan las leyendas que hubo también un tiempo en el que la luna derramo infinitas lagrimas por toda la tristeza de la que, en su vida como luna, había sido testigo.

Algunas, pudieron esconderse tras estrellas, y otras se derramaron sobre la montaña que encerraba los ecos de la dama blanca.

Y Como esa tristeza era más fría que ella misma, las gotas de sus sollozos se convirtieron en nieve, la más hermosa y alba.

En aquel tiempo, la manada de lobos que vivía en el valle al pie de esa montaña, con la que había compartido noches de carreras libres y salvajes, viendo que una noche nuestra luna no aparecía, se preocupó por ella, por su hermana blanca.

Decidieron subir por la ladera a su encuentro, pero al legar a la zona cubierta de nieve, muchos resbalaron con sus zarpas, y tan sólo el lobo negro, el jefe de la manada consiguió alcanzar la cima.

Allí, se encontró con ella dormida en su tristeza y en una luz blanca fría y mortecina.

Entonando un aullido, que hoy todavía se escucha, la despertó de su letargo, aún a riesgo de perder su vida, pues nunca antes un ser estuvo tan cerca de la luna.

Y ella comenzando a brillar, abrió sus ojos y se conmovió por el canto de su hermano el lobo negro, un canto que toco su alma con tanto esfuerzo.

Olvidando su tristeza, se lleno de ternura ante ella, ante la vida que cantaba el lobo, y en la templanza de su alma, aquella nieve construida de lamentos comenzo a derretirse.

El regalo para la montaña: un vestido que se deslizó suavemente sobre su contorno, bordado con las lagrimas brillantes de la dama, y que al llegar al final, en el valle, se convirtió en río: el río de la luna, donde ésta ahogo su pena.

Muchas noches al despertar, desciende por la montaña siguiendo el curso de sus lagrimas, hasta llegar a él, a su río, donde escucha el rumor de su llanto, y tentada a llorar, contiene sus lagrimas cuando el lobo negro y su manada aparecen para aullarla.

Al contemplarlos un deseo: OJALÁ QUE ALGÚN DÍA LOS LOBOS NO TENGAN QUE VOLVER A CANTAR MI PENA.

Y, a veces, sólo a veces, vuelve a correr con ellos.