Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

viernes, 7 de septiembre de 2012

QUIZÁS UN SUEÑO... EL TRIGÉSIMO SEXTO...





Cierra los ojos…

Porque hoy seré una bruma violeta que se cuele a través de tu sueño mientras tus labios buscan de nuevo los míos y tu mente se siente aturdida.

En la sospecha oscura que te persigue,  revelaré un instante, sólo uno, pero al despertar no sabrás si habrá sido una ilusión.

¿Duermes?

Porque en mi aparición silenciosa tu sexo saboreará el misterio que me rodea cuando me convierto en lo que deseo.

Y hoy deseo…

¿Jugamos a las adivinanzas?

Soy un arcano y te permitiré que viajes conmigo. Atravesaremos juntos un bosque hasta llegar a un precipicio o quizás te lleve simplemente a través de nuestras sombras, revelándote las verdades ocultas que esconde tu vida.

¿No Duermes?

Deberías hacerlo porque en mi locura quizás pinte las paredes de tu dormitorio para que no me olvides nunca.

¿El color? por supuesto ya lo sabes, el de esta noche aunque mañana, si vuelvo,  puede ser otro.

Así que duérmete de una vez porque si no lo haces no comenzaremos el juego y hoy tengo ganas de jugar.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

QUIZÁS UN SUEÑO... EL TRIGÉSIMO QUINTO...




He contemplado dormida serpientes cuyos ojos, color carmesí, contenían el veneno para aniquilar cada una de mis palabras.

He visto pájaros de fuego cuyas alas ardían tratando de incendiar mis noches, de robar mi paz.

Como una guerrera, luché tanto por defender la pureza, por proteger la inocencia de quién en sus sueños, sin saberlo, anhelaba un amor sincero que envuelta en cuentos, supe que ni yo misma podría lastimarme.

Pero cuánto dolieron los miedos…

El amor sincero se viste de blanco.

He contemplado dormida crepúsculos que se teñían de rojo en espera de tormentas que no llegaban.

He visto amaneceres en los que los que mi luna resistiéndose al olvido, en su letanía, hacía suya mi sangre susurrando todos mis recuerdos.

En mis sueños, en mis cuentos,  convertí mis días en hermosas noches que aún guardaban el calor de todos los soles. Sí, como una luchadora,  caminé entre palabras derramando la pasión que albergo en mi pecho, repitiendo una y otra vez mi nombre.

Pero cuánto dolió respirar la vida  y cuanto sufrí algunos momentos…

Sí,  el amor sincero se viste de blanco… Pero a veces,  la pasión, lo hiere de muerte y hay que ser valiente para vivirlo, despierta, dormida, apostando por latidos que mortifican la calma, por lagrimas que estallan en tempestades que lo desgarran todo.

Y de nuevo, los latidos…

Y por siempre, mis lunas…

GRACIAS POR VERME COMO UNA GUERRERA… MI QUERIDO CALAVERADIABLO…

lunes, 3 de septiembre de 2012

QUIZÁS UN SUEÑO... EL TRIGÉSIMO CUARTO...





Durante muchos años el recuerdo de aquel verano acompañó algunas de mis noches. En mis sueños, la veía de nuevo a través de aquellas ventanas que al atardecer siempre dejaba desnudas.

Como si se tratara de un ritual, yo aguardaba impaciente el momento en el que  una vieja melodía ponía fin al silencio tedioso de aquellas horas interminables y daba comienzo al mejor momento del día, aquél que invitaba a sentir esa brisa que acompaña los crespúsculos.

Mientras escuchaba aquella música, escondido tras las cortinas de mi habitación,  esperaba ansioso verla aparecer con aquel camisón de satén rojo que dibujaba a la perfección su hermoso contorno.

A veces tenía la suerte de que algún tirante resbalase por su hombro mostrando parte de aquellos senos tan llenos de vida y los latidos de mi corazón, inquietos, herían mi pecho, mortificando aquel desvelo.

Y la brisa ondeando suavemente aquella tela…

Y su larga cabellera negra…

¿Quién no hubiera deseado acariciarla?

Me convertía en viento, fundiéndome con él, convirtiéndole en mi aliado, cuando por fin se acercaba aún más a la ventana y levantaba con sus manos suaves aquella melena.

Cuántas veces en mi juventud ansié besar aquel cuello, aquel cuerpo que parecía encerrar un misterio lleno de excitación.  Entonces me preguntaba cuándo llegaría por fin el sosiego, pero cada tarde aquella brisa maldita hacía de nuevo su aparición. Hasta que un verano ella no regresó.

Me costó muchos años encontrar aquel disco, pero cuando lo escuché de nuevo tratando de apaciguar mi memoria, tratando de hacerla de nuevo mía,  descubrí que hay misterios que nunca se pueden descifrar…