Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

martes, 31 de enero de 2012

LOS RELATOS DE LA TIERRA 7. MI TIERRA




Quise sentir la tierra a través de tus ojos, a través de tu piel, mi querida amiga y hoy que por fin la mostraste, no puedo sino ver la madre que se encierra en ti, el respeto por la vida, la tierra en su sentido más amplio, un suelo desbordado en oraciones en verde y lleno de luz.

Sí, olvidé mis sombras leyéndote pues nuestra luna rompió el verso con el más hermoso blanco mientras el sonido del mar acariciaba de nuevo la orilla.

No, no me olvido del sol…

Te vi a ti, mujer plena, con lagrimas brillantes y sonrisas hermosas. Cuánto de ti has compartido, dime,  cuántas derramaste.

Pero no, no me lo digas aún, pues ya atardece en naranja y hoy me siento cerca de ti.

Un momento de silencio roto por tu poesía que grita.

Una plegaria, un latido…

Pronto llegara la noche y como entonces ¿Lo recuerdas? Soñaré estrellas contigo...


Gracias mi niña pues hoy contigo mi tierra se llenó de vida.


DESDE EL PRINCIPIO Paquita Pedros Espinosa (luna de Medianoche) HA SIDO ALGUIEN QUE SIEMPRE HE SENTIDO A MI LADO Y HOY PUEDO DECIR CON ORGULLO QUE ES UN PLACER QUE ME HAYA HECHO EL REGALO DE SU AMISTAD.

JUNTAS, ESTAMOS CRECIENDO EN ESTE MUNDO DE PALABRAS, TAN LOCO A VECES, PERO DONDE SIEMPRE HAY UN “BUENOS DÍAS” Y UNA TAZA DE CAFÉ…

HOY ME ACOMPAÑA AQUÍ CON UNO DE SUS POEMAS Y ME SIENTO MUY ORGULLOSA DE QUE ASÍ SEA.

MI TIERRA

Mi tierra femenina, dulce
cariñosa, agradecida…
Si la cuidas como si fuera
una mujer bella,
te dará el color verde de la esperanza
el amarillo del sol, el blanco
resplandeciente de la luna,
el azul del mar.
Naranjas de los atardeceres.
Cuídala, no la hagas sufrir
porque su alma llora
formando fuertes lluvias,
desbordando ríos.
Cuídala, haz que tenga siempre
una bella sonrisa.
Te dará días llenos de sol,
cielos llenos de estrellas brillantes,
valles verdes llenos de hermosas flores,
Arboles, grandes, verdes.
Tierra femenina, como una dulce mujer
acompañada siempre de la luna y el sol,
detrás las estrellas que iluminan el
cielo de la noche.
Tierra hermosa, cuídala, llénala de mimos
y ella te lo agradecerá.

lunes, 30 de enero de 2012

LOS RELATOS DE LA TIERRA 6. CONFESIONES DE UN SER DE TIERRA.


Tratando de encontrar cuánto había de este elemento en mí, he decidido no mentirme más, no engañarme y reconocer que soy también un ser de tierra, pues no he dejado de caminar descalza sin importarme lo frío que estuviera el suelo sobre el que se deslizaran mis pies.

Aunque quizás nunca hallé mis propias raíces en esta tierra roja que contemplo cada día y que encumbró uno de mis mejores poemas, tendré que admitir que mis recuerdos sí quedaron aferrados a muchos lugares, algunas lejanos, que seguramente algún día volveré a visitar pues aún mis ojos no olvidaron el color de sus bosques, ni mis sueños su olor.

Y mientras los barrotes de mi ventana esta mañana me anunciaron que pronto se cubrirán con las más inmaculadas y que en mis noches, sus pétalos brillarán de nuevo bajo la luz de mis lunas, afirmo que seguiré soñando con primaveras descalzas sobre mi jardín y que, de nuevo, brotarán de mi vientre rosas cuyas espinas no rasgarán más mis entrañas.

Almendros estallando al margen de las carreteras por las que, cada día, paso…

Esta semana todavía recogen, sobre el suelo helado, los hombres de campo, los frutos negros de los olivos centenarios, recordándome que el tiempo es eterno y las estaciones se suceden sin piedad. No esperarán por mí, lo sé, pero yo pronto adornaré mi pelo con las flores del cerezo, mientras aguardo que el pequeño pájaro que siempre me visita vuelva a hacerlo y cante mis mañanas y mis anocheceres.

No me olvido del jazmín ¿Cómo hacerlo? Ni de las flores que de nuevo plantaré, ni de las gotas de lluvias rezagadas sobre la hiedra que rodea mis paredes, tratando de retenerme en este lugar…

Cómo negar que soy un ser de tierra si, desnuda, me imagino como el barro, esperando que sus dedos moldeen, cada noche, mis pechos. No, no temo manchar mis manos cuando es su tierra la que me cubre y la siento temblar sobre mí pues mañana será la mía la que le acaricie resguardándole del frío.

Y aún de rodillas, enteramente viva, no temo su castigo, ni a la muerte que, sigilosa, se desliza al tiempo que las campanas vuelven a anunciar su victoria y de nuevo alguien llora sobre un manto de flores. Quizás pasados unos días me olvide de su sonido, mientras resuena el eco de unos primeros pasos y otras lágrimas bañan otras tierras.

No, no puedo negar que forma parte de lo que soy, de mi vida.

domingo, 29 de enero de 2012

LOS RELATOS DE LA TIERRA 5. RECUERDOS EN BICICLETA


He visto como crecían mis hijos en la misma tierra en la que yo lo hice y no he podido evitar, en ocasiones, sentir cierta tristeza porque no hayan tenido una infancia como la que algunas personas de mi generación tuvimos la suerte de disfrutar. Éramos niños que vivíamos en pequeños pueblos, rodeados de campo, y que íbamos prácticamente a todos los sitios montados en bicicleta.

Algunos, la heredaban de sus hermanos mayores, incluso de sus padres, tíos y otros, como yo, ni siquiera tuvimos esa posibilidad.

Recuerdo algunos sábados entristecerme cuando veía como mis amigos paseaban con sus bicicletas. Aunque siempre había alguno que me llevaba sentada sobre la barra, no era lo mismo y muchas veces era yo la que decidía quedarme en casa esperando su regreso para escuchar la aventura que habían vivido.

Nunca quise pedirles a mis padres que me compraran una, pues sabía que las cosas no eran fáciles en casa y trabajaban muy duro para que no nos faltara lo esencial. Por eso trataba de poner mi mejor sonrisa en esos momentos en los que me creía una niña desdichada, para que no se dieran cuenta de cómo me sentía.

No sé si fue uno de los días más felices de mi vida, supongo que de mi infancia sí, pero nunca olvidaré cuando cumplí ocho años y mi padre se presentó en casa a la hora de comer con la bicicleta más bonita del mundo. Era roja, brillante y con un timbre plateado; quizás un poco grande para mí, pero sí, mis pies consiguieron llegar a los pedales.

Creo que nunca me sentí tan orgullosa como aquel día, cuando entre lágrimas de emoción, me monté en ella mientras mis padres reían y comencé a dar vueltas a su alrededor.

La de excursiones, con la merienda a cuestas, que hicimos mis amigos y yo, aventuras llenas de todo nuestro entusiasmo por descubrir nuevos lugares, por sentir esa libertad y como nuestros cabellos se agitaban porque eramos capaces de romper el viento.

Sin duda fue un tiempo maravilloso en el que íbamos casi a todos los sitios sin que nuestros pies rozaran la tierra y no importaba que lloviera...

En el transcurso de estos años he podido ser testigo de cómo este lugar crecía, de cómo cambiaba y he vuelto a pasear, muchas veces, por aquellos sitios en los que parece que quedaron atrapados nuestros gritos, nuestras risas y aquellas canciones que cantábamos, pero ya no es igual.

Qué lejos nos parecía entonces que habíamos llegado en nuestras expediciones y qué cerca me parece ahora, si apenas salimos del pueblo.

Todavía conservo aquella bicicleta y aunque mis tres hijos han aprendido a montar sobre ella y supongo que guardaran también un recuerdo de aquel momento, no, ellos no han vivido como yo una infancia en bicicleta.

¿Sabéis? Todavía pienso que es la más bonita del mundo.

jueves, 26 de enero de 2012

LOS RELATOS DE LA TIERRA 4. BARRO Y VIDA.



“Entierra lentamente tus manos en el barro, siente el frío en tu piel y como se desliza suavemente entre tus dedos. Entonces, cierra los ojos e imagina aquella figura a la que darías vida...”

No podía recordar la primera vez que en su infancia comenzó a jugar con la tierra. Quizás como otros niños, ella también se divirtió simulando cocinar tartas, ensuciándose toda la ropa.

Pero sí había algo que no podía olvidar, aquel verano que sus padres, por vacaciones, la llevaron a la playa y allí aprendió a hacer castillos de arena con murallas finamente labradas y torreones adornados con algas y conchas.

Cuando en septiembre regresaron a casa, comenzó a echar tanto de menos trabajar con sus pequeñas manos que aprovechaba cualquier ocasión, en la que su madre trabajaba en el jardín, para ayudarla y volver a sentir el barro entre sus manos.

Sus padres no tardaron en darse cuenta de la afición de su hija y decidieron fomentarla apuntándola a una academia en la que la enseñaron a trabajar con arcilla. Era la alumna más joven, y sin duda la que más rápidamente aprendió la técnica.

Comenzó haciendo ceniceros, vasijas, fuentes, pero un día su profesor le dijo que moldeara con sus manos lo que quisiera. Se sintió confusa pero, entonces, sin saber muy bien por qué, cerró sus ojos y se imaginó un árbol mientras sus manos comenzaban a darle forma.

Aquel día su profesor supo que ya no podría enseñarle nada más.

Sus padres la permitieron montar en el garaje su pequeño taller y poco a poco fue llenándolo de aquellas figuras que imaginaba. Cuando eran personas, tenía la extraña habilidad de perfeccionar tanto las facciones, dotándolas de expresividaD que, por momentos, aquellas figuras parecían realmente estar vivas.

La primera vez que supe de ella organizaba una exposición aquí en Madrid. Vi en una revista algunas fotografías de su obra, pero hubo una que me impresionó. Era un árbol y es extraño porque era exacto a uno que veo cada día cuando vuelvo a casa del trabajo, un árbol solitario en mitad de un extenso campo que siempre me ha inspirado mucho. Cuando por fin tuve aquella figura delante, lo supe, era el mío o yo quería que lo fuera.

Tuve la suerte de conocer a Mercedes y nos hicimos amigas. Así pude saber, según pasaba el tiempo, como otras personas, al igual que yo, reconocían entre sus esculturas, objetos, animales, personas que formaban parte de lo que eran.

Un día la pregunté cómo era posible y ella no supo responder…

¿Mi opinión? Yo creo que ella da vida a sus obras para nosotros, para que los que las contemplamos veamos en ellas lo que anhelamos ver. Sí, es una artista.

lunes, 23 de enero de 2012

LOS RELATOS DE LA TIERRA. 3. LA MUJER ÁRBOL



Erase una vez una mujer que creyó que era un ser de tierra y en su vida trató de caminar con pasos firmes, procurando no separar demasiado sus pies del suelo.

No os confundáis, pues hubo un tiempo en que viajó y se maravilló contemplando el mar, dejándose mecer por las olas, incluso conoció otros países en los que el viento susurraba a sus oídos poesías en otros idiomas, pero siempre terminaba volviendo al lugar que la había visto nacer y un día ya no lo abandonó.

Sí, en el fondo de su corazón, amaba aquel sitio, aquel pequeño pueblo que conservaba en sus rincones todos sus recuerdos y en el que vivía su familia, a la que dedicaba la mayor parte de su tiempo.

Nunca hubo una mujer que se entregara como ella a su gente y que disfrutara tanto haciéndolo.
Sobre todo, le encantaba acompañar a su abuela, dar largos paseos con su padre, y comer los domingos en casa de su tía rodeada de todos aquellos seres que tanto quería y que, como ella, permanecían en aquel lugar al que el tiempo, para ellos, les había concedido el regalo de no cambiar.

Como un árbol, fue echando raíces hasta que un día sin darse cuenta quedó atrapada en ellas y comenzaron a asfixiarla.

Algunos atardeceres, se sentaba en el jardín y miraba, con cierta nostalgia, las fotos de aquellos viajes. Habían pasado muchos años y aunque alguna vez soñaba con volver a viajar siempre encontraba alguna excusa para no hacerlo.

Un día un pájaro se posó en sus ramas decidiendo permanecer a su lado y hacerla compañía. Cantaba sus amaneceres con alegría y al anochecer se acurrucaba cerca de ella. Pero aquella mujer árbol no entendía por qué aquel pequeño no volaba lejos. Si ella hubiera tenido alas, pero no, ella en su lugar tenía raíces y pensándolo mucho entendió que a lo mejor aquel gorrión se había cansado de volar.

Pasaron los años y una mañana al despertar no oyó su cantó. Pensó que por fin se había ido pero no, había muerto. Mientras lo enterraba escarbando aquella tierra, se dio cuenta de lo fácil que sería desenterrar sus propias raíces.

Aquel día llenó una maleta, cerró la puerta de su casa y emprendió un viaje sabiendo que pasado un tiempo volvería de nuevo a aquel lugar, pues era un ser de tierra pero eso no significaba que no pudiera soñar…

jueves, 19 de enero de 2012

UNA BATALLA MÁS.

Bueno, una pausa más...

He presentado este relato a un concurso y me apetecía compartirlo con vosotros. Espero que os guste.




Finalmente el calor del pecho de su amante acarició sin piedad su espalda desnuda.

Minutos antes se había imaginado cómo sucedería, planificando hasta el último detalle. No, esta vez no se declararía perdedora en su juego, no se entregaría sin más al estremecimiento que producía aquel soplo abrasador sobre su nuca y cuando él la mordió el hombro anunciando el filtro, el veneno que la haría arder en sus entrañas, se rebeló ante su propio deseo.

Combatiendo con fuerza, consiguió girarse y situarse de cara a su contrincante, mostrando su frente erguido. A pesar de la provocación que aquel cuerpo la inspiraba, intentó que su mirada no revelara la oscura pretensión que albergaba en su interior y con un beso líquido, casi mortal, consiguió distraerle el tiempo necesario para imponerse y hacerle caer sobre la cama.

Solo dispondría de unos segundos antes de que él descubriera sus planes, así que poniendo fin a aquel bocado voraz, sus labios, impregnados de lujuria, comenzaron a deslizarse sobre el cuello de su oponente al tiempo que, alzándose ligeramente, comenzó a marcar la distancia entre los dos, el espacio necesario para que al resbalar sobre su torso, él pudiera sentir sobre su piel el sutil, el leve y endiablado roce de sus pechos.

Percibió la voluntad de sus manos calientes queriendo acariciarlos, anhelando atraparlos, pero con brusquedad las apartó y descendió aún más lascivamente, mostrando que esta vez sería su lengua la que le venciera, perdiéndose en su vientre, buscando los recovecos de su placer hasta llegar a su sexo y convertirlo en prisionero.

Tan solo se detuvo un segundo para apartar su cabello y recrearse contemplando su rostro percibiendo en los ojos de su enemigo que, sin duda, ella le derrotaría con su fuerza para matarle de placer.

En el goce de aquel momento su cara dibujó la malicia y el orgullo al tiempo que su boca comenzaba a acercarse amenazando aún más aquel instante. Sintiendo su contracción, al empuñar firmemente con una mano el cetro, el báculo carnal, sin ningún tipo de piedad le entregó su aliento y le cubrió con su humedad.

Le oyó gemir y se declaró vencedora, mientras notaba como su piel se erizaba con dolor y otra humedad comenzaba a luchar entre sus piernas, la suya propia. No, no pudo evitarlo y llenando su boca una y otra vez, saboreando su dulce victoria, oyéndole, escuchando su respiración entrecortada, se sintió aún más excitada. No habría pudor y sabiendo que él la observaba, que era imposible que apartara su mirada, sin detener su hazaña, descendió su mano lentamente hasta llegar a su propio sexo, demorándose en la entrada, dilatando con caricias aquel suplicio para el deleite de ambos.

Se masturbó mientras le sentía palpitando, latiendo enteramente entre sus labios, dándose por fin cuenta de que aquella batalla también la había perdido y cuando él consiguió liberarse y atraerla hacia sí, agarrándola violentamente por la cintura. para penetrarla de nuevo, ella esbozó una sonrisa...

“Quizás perder no era tan malo…”

domingo, 15 de enero de 2012

RELATOS DE LA TIERRA 2. EN AQUELLA CARRETERA.




“Si algún día las montañas cambiaran de lugar sin avisarme y los ríos decidieran atravesar nuevas tierras, yo volvería a aquella carretera por la que paseábamos y bajo aquella luna acariciaría con las yemas de mis dedos tu cabello. Sería verano de nuevo, tú nos contarías alguna historia divertida y sin que te dieras cuenta amaría tu boca y el brillo de tus ojos.

Si algún día se perdiesen los momentos por culpa del tiempo y los segundos retrocedieran a favor de los que una vez pidieron segundas oportunidades, yo amarraría mi vida, por miedo a perderte otra vez, al instante en el que te diste cuenta de que me amabas. Sería octubre y simplemente oiría tus pasos detrás de los míos…”

No podré olvidar nunca el momento en el que comenzó a hablarme. Siempre supe que estaba de paso, un hombre que amaba la tierra que pisaba, una tierra sin límites, sin fronteras y aunque al principio fue lo que me enamoró de él, entendí que llegaría el tiempo en el que tendría que dejarle ir.

Cómo aprisionar a alguien, cómo hacer que renuncie a sus sueños. Yo pensé que podría, pero en el fondo siempre sentí con dolor que mi anhelo era imposible. Surqué con él los más hermosos océanos, incluso alquilé un globo y viajamos durante un tiempo atravesando nubes, pero no, no podía impedírselo.

Detuvimos el tiempo de nuestro amor con un último beso y él juró, a pesar de nuestras lagrimas y de mi miedo, llevarme siempre en su bolsillo.

Hace años supe que había visitado aquellas grandes montañas de las que tantas veces me habló, tan cerca de su quimera.

A pesar de que mi vida ha cambiado, no hay un día que no pase por esa carretera y me detenga. Le contemplo de nuevo llenando sus pulmones con el olor de mi tierra. Sí, no hay un día que no piense en él y recuerde aquella noche; era domingo y supe que sería capaz de renunciar a su alma por mí. Pero no pude permitírselo.

Hoy me llegó su carta. Lo extraño es que la escribió antes de irse, antes de aquel beso.

“Si algún día las montañas cambiaran de lugar sin avisarme y los ríos decidieran atravesar nuevas tierras…”

jueves, 12 de enero de 2012

LOS RELATOS DE LA TIERRA 1. CUÉNTAME UN CUENTO III



¿Un cuento de hadas?

Despertó con los primeros rayos de un tímido sol, sintiendo en su piel el anuncio de que pronto saborearía el néctar de una temprana primavera.

Con su primer pestañeo retiró el manto bordado con las últimas hojas de un otoño ya pasado, el abrigo caduco con el que se había arropado durante la noche y descubrió su desnudez intemporal.

Con el segundo, poniéndose de píe, permitió que la brisa fría de la mañana peinara sus cabellos, ondeando su hermosa melena y enjuagó con gracia su rostro en gotas de rocío impregnadas sobre el árbol, bajo el que aquella noche había dormido.

Decidiendo que aquel día que prometía estar lleno de belleza no se preguntaría por qué no podía recordar sus sueños, comenzó a respirar llenando su cuerpo de aquellos aromas que siempre le resultaban familiares.

Aún con los ojos cerrados, simplemente percibiendo esos suaves perfumes, hubiera fácilmente adivinado en qué lugar se encontraba. Pero la fragancia de aquella mañana era única, extraordinaria, pues era la de la tierra que le había dado la vida y percibiendo aquella emoción, comenzó a caminar acariciando con su pies la suave textura de aquella superficie poblada de árboles, de plantas, de seres que también habían despertado escuchando el reclamo de la vida; que habían advertido en aquel sol la revelación mágica de que las hadas de nuevo caminaban entre ellos.

Cerca del gran claro del bosque vio aparecer también a sus hermanas pero, a pesar de la alegría del encuentro, cierta tristeza tiñó el brillo de sus ojos. En medio de aquel lugar, un árbol agonizaba. No había podido soportar aquel duro invierno y abrazada a él la hermana más anciana esperaba el momento para entregar su vida.

Mientras todas la rodeaban, respetando aquel momento, conteniendo las lágrimas, escucharon sus últimos latidos al tiempo que ella les dedicaba su sonrisa más dulce. Y en el último, todas, cerrando los ojos, contuvieron la respiración. El árbol y su guardiana habían muerto.

Pero antes de que abandonaran aquel lugar escucharon un pequeño pálpito sepultado en aquella tierra y juntando sus manos cerraron de nuevo sus ojos.

El sol no dejó de brillar aquel día, pronto nacería otra hada y no importaba no poder recordar los sueños, pues respirar la vida era el mejor de todos.

miércoles, 11 de enero de 2012

LOS RELATOS DE AGUA 13. EL SIGNIFICADO DEL AGUA.


Caía la tarde lentamente.

Mientras releía el relato que ponía fin a su trabajo, se acordó de él. Estaría a punto de terminar su jornada y como cada día, aparcaría el taxi cerca de su casa y caminaría hasta aquel bar donde siempre imaginó encontrarse con él.

Al entrar, el camarero sin esperar a que tomara asiento en la barra, sacaría de la nevera su cerveza favorita y se dirigiría a él, “¿Qué tal el día Max?”.

Él tomaría un gran trago que saciara la sed acumulada y respirando, contestaría “Otro más que ha pasado”.

Evocándole, no pudo evitar pensar cuál hubiera sido su respuesta si le hubiera preguntado qué significaba para él el agua. Sin duda hubiera comenzado a divagar, preguntándola sin parar, hasta que fuera ella la que al final revelase el valor que ella misma le daba.

“Mi querida señorita, no es lo mismo un vaso de agua que un océano, que un río. Podría ser comienzo, cuna, limpieza, claridad, pureza, aunque ahora prefiero mi cerveza. Dígame ¿En qué trabaja?”.

Sí, imaginándole, no pudo evitar sonreír con cierta nostalgia.

Aquel día que se conocieron él le habló de su vida…

“¿Sabe? De niño, mi madre inventaba cuentos para mí, pero de eso hace tanto tiempo que al final crecí, aunque a veces añoro aquel pasado. No he tenido una vida fácil pero he conseguido sobrevivir. Lo único que no he logrado y sigo anhelando es encontrar el sentido de la vida, algo que realmente rompa la monotonía de los días que se suceden sin gloria. No, no le hablo de Dios, es algo más complicado, quizás como yo, como mi persona. Y ahora dígame ¿Por qué escribe?”.

Nunca llegó a contestar esa pregunta. Quizás hubiera bastado algo sencillo como que le gustaba hacerlo, pero a estas alturas era obvio que era algo más, algo, algo que como el agua formaba parte de ella y que necesitaba cada día…

“Mi querido Max:

¿Sabe? Casi al final encontré la perfecta analogía.

Sí, hoy, en mi último relato descubrí que quizás para mí escribir es como el agua. Un comienzo porque nunca sé dónde acabaré, la cuna de hermosos sueños, de sentimientos.

Pero también me di cuenta que, a veces, escribiendo depuro lo que llevo dentro hasta quedarme de nuevo vacía, pues hay veces que en las palabras que vierto doy demasiado de mí. Pero qué importa si en cada relato nuevo renazco. Ayer fue un leviatán y casi muero.

Sí, quizás, como un océano inmenso, que me llevará toda la vida recorrer…

Si hoy estuviera allí brindaría con usted con esa cerveza que tanto le gusta y le daría las gracias, pues sin darse cuenta, sin percatarse, encontró un significado para mí.

Y ahora he de dejarle, aunque pronto le volveré a escribir.

Cuídese mucho, mi querido amigo."

martes, 10 de enero de 2012

LOS RELATOS DEL AGUA 12: LEVIATÁN.




¿No escuchaste mi advertencia? Allá tú, pero te aconsejaría que te apartes de mi camino, de esta orilla y de este mar que hoy conquisto y hago mío sumergiendo en él toda mi ira, todo mi odio, tiñendo de rojo y negro sus aguas.

He conseguido por fin liberarme del abismo de soledad en el que me confinaron y nadie podrá detenerme ahora, nadie podrá impedir que rasgue mi pecho y vierta por fin en estas aguas la ponzoña negra que recorre mis entrañas.

Huye, porque pronto cegaré mis ojos cuando comiencen a derramar las últimas lágrimas de sangre. No recordaré aquella visión de antaño, no escucharé tus plegarias ni temeré el brillo de tu espada fría.

Hoy renazco y, en mi tormenta, estallaré en grandes olas que lo asolen todo, hasta mi propia existencia. Pues en este huracán, lejos de desiertos, soy libre para morir gritando el delirio que me merezco, la locura que las cadenas quisieron aniquilar, haciendo que este mar ruja mi fuerza mientras mi cómplice muestra su faz más oscura.

¿Todavía estás aquí?

No habrá piedad, no caeré en la tentación de quien una vez tuvo alma y seré capaz de prender fuego al agua.

Aunque duela, en un instante, me habré olvidado de su luz porque estoy hambrienta y sedienta de mis propios latidos.

Olvídate de mi bondad y aléjate, por favor aléjate,  pues estoy a punto de abrir las puertas del infierno que me ha perseguido.

Huye, márchate, porque hoy solo por mí me convierto en Leviatán...

domingo, 8 de enero de 2012

LOS RELATOS DEL AGUA 11. TU VOZ ES EL AGUA.



Escuché como gritaba, como reprendía mi silencio tratando de despertarme.

Igual que la lluvia que se inicia en mitad de una tormenta, sacudió el letargo de palabras en el que me había sumergido durante tanto tiempo, desgarrando sin piedad los reflejos de mi río en calma.

Y con palabras cristalinas derramó su verdad ante mi rostro: ERA VIDA, que algunos trataban de confinar en el tiempo, bañándose una y otra vez en ella, tratando de beber su eternidad sin gloria ni acierto.

Dime ¿qué viste tú en el agua?

Yo por momentos busqué en ella un refugio de paz, y sumergiéndome en ella me entregué sin cautela al más perfecto mutismo, cubriendo mis oídos. "Quizás mañana, Quizás mañana..."

Pero no pude silenciar mi alma.

He contemplado tantas veces la luz de mis lunas reflejada en los más oscuros océanos, he vislumbrado la muerte flotando en pequeñas velas como flores de loto hermosas, me he ahogado tantas veces en mi tristeza...

Sí, por momentos me olvidé de su verdad.

Ayer acaricié tus lágrimas. ¿Sabes? Hubo un tiempo en el que maté las mías y juré que nadie contemplaría como esta mujer lloraba. Lo he contado tantas veces en mis cuentos...

Hoy, escuchándote, aprendo que hasta en la más pequeña lágrima palpita su belleza, su fuerza, mi agonía.

Y decido en este instante:

QUE HOY POR TI DESATO MIS TORMENTAS MÁS TEMIBLES, REMOVIENDO LAS AGUAS BRAVAS QUE TAN BIEN SUPE CALMAR, TIÑENDO EL SOSIEGO CON MI MÁS TERRIBLE FURIA, FLUYENDO, BUSCANDO MI PROPIO RUMBO, PORQUE NECESITO GRITAR AL FINAL DE ESTE VIAJE TU VERDAD...

QUE EL AGUA ES VIDA…

QUE YO ESTOY VIVA...



"Dedicado con mucho cariño a Esther"