Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

lunes, 25 de junio de 2012

QUIZÁS UN SUEÑO... EL DÉCIMO OCTAVO






Y la ilusión tiñó mis sueños porque en aquel verde me vi reflejada.

Es curioso, aquella noche encendimos velas y contemplamos las extrañas formas que iban creando sus gotas templadas.

No miramos el reloj y simplemente esperamos a que se consumieran en mi jardín.

Podríamos haber detenido el tiempo en el instante en el que la última extinguió su luz; no había prisa, pero permanecimos allí en silencio quizás deseando convertirnos en eternos.

Una vez soñé que tenía un jardín y que cada día antes de acostarme paseaba por él respirando noches, llenándome de mis lunas. Incluso inventé uno en mis cuentos tan parecido al que ahora tengo... En él crecían mis rosas y cada primavera apostaba impaciente por el color de la primera. Este año fue roja…

Aquel día hubiera renunciado al sueño, pero a estas alturas ¿quién puede vivir sin sueños? ¿Quién puede soñar sin rosas?

He sentido muchas veces que me falta el aliento, he sentido muchas veces la soledad que cree para mí, me he sentido tantas veces yo que hoy no podría renunciar a mi jardín.

Y la ilusión tiñó mis sueños porque en aquel verde me vi reflejada.

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