Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

jueves, 3 de marzo de 2011

DIEZ CUENTOS NEGROS. IV. MUERTE Y CARNAVAL.




La venganza siempre se fragua en la oscuridad, y contra ella sólo queda esperar a que, de nuevo, el amanecer nos traiga la luz, aunque a veces sea demasiado tarde y el daño ya se haya infligido.

La muerte no esconde sus dientes ante el desagravio, y sabe esperar paciente el momento de soltar su carcajada ante las almas que la provocaron.

IV. MUERTE Y CARNAVAL.


De nuevo los páganos se dispusieron a celebrar el Carnaval. Aquel, había sido un duro invierno, pero a pesar de ello todos quisieron participar de la algarabía que festejara su fin.

Ocultaron sus cuerpos con disfraces y sus rostros con máscaras en un intento por acariciar el olvido de sus desgracias. Hasta las calles se engalanaron de colorido fingiendo esplendor, tratando de encubrir su propio declive.

Lentamente llegó la noche dando paso al gran desfile. Las casas y palacios abrieron sus puertas, pavoneándose, para dar la bienvenida a los bailes y comparsas.

Invadiendo las plazas y vías, muchos detrás de la mascarada encubrieron su identidad, y en la confusión algunos traspasaron los límites entre el bien y el mal, entre la pureza y la decadencia reinante, haciendo gala de un espectáculo colmado de esperpento.

En las sombras de esa frontera la muerte les acechó con su venganza, pues mientras la oscuridad reinase aquel día no tendría que ocultar su rostro y castigaría las burlas grotescas que de ella se habían hecho durante años en esa fiesta.

Y en su conspiración... el reclamo para un ejército de almas en pena que anunciaría su paso.

Los más ebrios alabaron sus disfraces y bailaron alrededor de las ánimas sin darse cuenta del engaño, y entre alabanzas, la muerte, con su hoz invisible, empezó a mezclarse entre la gente mientras reía.

Esta vez simplemente caminaría, y danzaría entre los vivos sin importarle su linaje, pues ni los nobles escaparían de su castigo.

Los más osados, aquellos que simularon su rostro, al verla, contemplaron la pesadilla de su propia muerte y aterrorizados por la visión se escondieron en sus casas. Pasado el Carnaval fallecieron de forma extraña.

Pero los que se atrevieron a tocarla y a bailar con ella, aquellos, al enfrentarse con la nada que maquillaba el rostro de la muerte, perdieron su alma pasando a formar parte de su compaña.

Así transcurrió aquella noche de carnaval en la que se envolvió la muerte en su sátira, hasta que llegado el alba se escondió de nuevo en las sombras sin darse por satisfecha del todo en su venganza.



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7 comentarios:

  1. lo que yo te diga... me estás acojonandooooo
    qué miedorrrr niña!!!
    aunque dejando a un lado mi miedo
    no dejas de sorprenderme en cada cuento...

    Un besazoooo gigante

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  2. Guauuuuuuuuuuuuuuuuuuuu, tu eres linda, re linda, grandiosa, super mujer, corazoncirto,jajajjaa no tomes venganza,jajjajaa
    Besosssssss

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  3. Tu texto me ha traído resonancias de algunas leyendas que aún se mantienen vivas aquí en el norte; todo el mundo relaciona la santa compaña con las tierras gallegas pero en Cantabria y en Euskadi hay historias similares la mayoría en tono a ciertas luminarias que actúan a modo de antesala para el paso de la muerte.

    Eres muy preciosista en las descripciones, no ahorras detalles y ornamentos por eso todas tus historias están vivas e interactúan con nuestra imaginación.

    Te confieso que me encantan los relatos de terror y del lado oscuro, uno de mis blog de cine versa en torno al cine de terror, vosotras soléis ser mas miedosas pero ya veo que tú eres la excepción, tiene que ser guapísimo asistir contigo a una proyección de ZOMBI, seguro que lo pasamos bomba.

    Maravilloso como siempre ana.

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  4. págano = pagano

    V.1,01

    Lo que ahora refiero sucedió años atrás, pasaderos. Era entonces algo más joven aunque no lo suficiente para que mis días se hubieran enclaustrado en la soledad de mi cuarto donde transcurren mis horas y minutos, día tras día, abstraído del jaleo exterior que me incomodaba hasta límites exasperantes.
    Era mi costumbre salir muy temprano en las mañanas para abastecerme de lo necesario, antes que las calles se llenaran de paseantes inexpresivos, de rostros inmersos en vidas banales, resignadas por tener a la hora convenida un plato sobre la mesa, un traje casi intachable para los días festivos, señalados en el calendario. Pero como os cuento y digo no es esta mi intención primordial en este relato.

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  5. Antes de medianoche acostumbro igualmente concederme un largo paseo, incluso me permito alguna parada en alguna de las tabernas donde apenas poco más de dos o tres clientes apuran sus copas. El tiempo queda reducido al absoluto mutismo si no fuera por incansable traqueteo del mesonero ultimando el cierre de su ejercicio.

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  6. Tocaste uno de mis géneros preferidos…he podido visualizar cada cosa que he leído, y ha sido un disfrute, atrapas amiga, y desde luego, un placer caer en tus garras ;-)

    Muackss!!

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  7. Por eso seguramente saldra al proximo carnaval, y al proximo... y al proximo, porque satisfacerla a ella debe ser algo (por lo menos) desconocido.

    Me gusta el misticismo de tus historias guapa :)


    Besotes Ana!

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Antes de nada: gracias.