Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

miércoles, 29 de diciembre de 2010

MIS MEJORES DESEOS PARA EL NUEVO AÑO. UN REGALO: "STEFAN"


Se acerca ya el final de este año y el comienzo de otro.

Es una gran ocasión, y para celebrarla con vosotros se me ha ocurrido, aparte de transmitiros mis mejores deseos para este año 2011, que hoy vea la luz un relato un poco diferente a lo que os tengo acostumbrados, y sobre todo un poco más largo.

Confesaré que es parte de un trabajo a tres bandas que se empezó hace ya un tiempo y que todavía no está acabado: ARTISTAS EN LAS SOMBRAS.

Espero que os guste de todo corazón, y para el año que viene más y mejor.

UN BESAZO Y OS DEJO A "STEFAN"




Mientras hoy contemplaba la lluvia a través de la ventana, decidí que en esta ocasión no me iba a dejar llevar por esa melancolía que a veces me acompaña cuando trato de escribir el libro de mi vida en los ratos libres.

En su lugar, a pesar de la sensación de frío que siempre me provoca sentir la mejilla contra el cristal, pensé en la calidez de una primavera que pronto iba a aparecer, haciendo que todo lo que en ese momento observaba cambiara de color.

Sí, lo sé, como en las películas, pero es que hay lugares en los que el paso de las estaciones se percibe más que en otros...

Me presentaré. Me llamo Juan y soy columnista de un periódico. Vivo en una gran ciudad, y a pesar del bullicio que eso supone, siempre me he considerado un privilegiado por despertar cada día en una pequeña calle del casco antiguo.

Aquí es como si todos nos conociéramos, y si no fuera porque los fines de semana nos invaden los locos del taberneo (Por eso de que siempre está de moda visitar los barrios de siempre), éste sería un lugar tranquilo.

No, no he pretendido que fuera un reproche, que gracias a esos locos algunos, como mis amigos Pedro y Cristina, han podido sacar sus negocios adelante. Los que vivimos aquí estamos acostumbrados pero, en ocasiones, echamos de menos un poco de quietud, sobre todo de madrugada.

La verdad es que ahora en invierno parece que hubiera más silencio, que las calles hubieran encogido a causa del frío y las horas de las tardes se hubieran multiplicado, convirtiendo a algunas en tediosas.

Pero pronto llegará esa loca primavera y en cuánto las temperaturas sean más suaves, todo recuperará su tamaño normal, y esas calles se engalanarán de un colorido que ahora parece casi inexistente.

Doscientos metros separan mi casa del boulevard principal, el corazón de este barrio, y dentro de nada los bares y restaurantes lo vestirán con esas mesas y sus manteles a cuadritos.

Incluso los bancos de madera recuperarán el brío de lo que antes fueron. Eso, o que los barnizan sin yo enterarme.

Me gustan los domingos. Algunas mañanas, mientras helena y las niñas duermen, bajo a comprar el desayuno y la prensa, y de paso, aprovecho para tomarme un café en la terraza de la cafetería de mi amigo Pedro, aunque él no trabaja los domingos por la mañana (ya se sabe… privilegios de los jefes. Aunque éste se lo ha ganado a pulso, y yo me alegro por él).

Mientras leo las últimas noticias, que últimamente siempre hablan de la crisis y acaban aburriéndome, me gusta contemplar el boulevard despertando, como si el aroma del café también le alcanzara.

Casi todas las caras que me rodean son conocidas, incluso las de algunos rezagados de la noche que, a pesar de la luz, buscan tomarse la última antes de volver a casa. Los más valientes se la juegan con una taza de chocolate con porras en la Churrería de doña Pilar; que no le quedo más remedio que aprender el arte de la masa frita cuando su marido le abandonó no se sabe por qué razón.

Hoy, después de casi 30 años , es uno de los locales más conocidos de esta zona.

Siempre me regala algunas porras de más con esa sonrisa que no le ha cambiado a pesar de su vida “Toma Juan, para tus niñas, que madre mía que grandes que están. Si parece que fue ayer…”

Es que fue ayer, pero como que hoy las niñas ya no son tan niñas y empiezan a campear solas. María, la mayor, tiene diecisiete años y Susana acaba de cumplir los quince. Ahora dice que ya tiene novio.

Sí, el tiempo pasa demasiado deprisa, pero nos va dejando algún que otro legado que siempre permanece, como el aperitivo antes de comer, algo que no perdona mi mujer (aunque yo creo que en el fondo se agarra a esa tradición porque al final la mayoría de los domingos, entre tapa y tapa, acabamos comiendo fuera).

A esa hora, el boulevard cobra aún más vida, y se envuelve de la fragancia de los puestos de flores, donde mi amiga Cristina es la reina con una pequeña tienda que reformó hace poco.

Llaman la atención sus estanterías llenas de ese colorido que recuerda a las selvas.

Los domingos su marido también le ayuda, aunque eso de preparar ramos no es lo suyo, por mucho que diga que le da un toque artístico.

Me gusta el momento de la cerveza fría… y compartirla con Helena que, a pesar de su Martini, siempre acaba tomando mi jarra helada para beber algún sorbo. Desde luego, la cerveza no sabe igual sin el roce de sus labios; esos, que a pesar del tiempo, no han cambiado.

A veces nos quedamos callados. Ella también observa en silencio, mientras las niñas no dejan de repetir que se aburren. ¿Qué sabrán ellas del aburrimiento a su edad? Pero ya llegará el tiempo en el que sepan apreciar estos momentos que, ahora , casi pasan desapercibidos a sus ojos. Será la juventud…

A la hora del café comienzan a Llegar los artistas, algunos de forma discreta, como Rafael que es un poeta y a veces se sienta en una mesa cercana a la nuestra después de saludarnos.

Siempre trato de averiguar qué libro le acompaña en cada ocasión y furtivamente le espió, mientras él, alejado de todo, lee. No sé cómo puede concentrarse.

Curiosamente nunca le he visto escribir y sin embargo su último libro me está acompañado en este invierno; en él habla de su vida y de los lugares que ha conocido.

A veces, después de un rato de estar absorto en su lectura, levanta la mirada “Bueno Juan, ¿qué tal va la vida?” y entonces charlamos un poco de todo.

Menos discretos son los pintores que con sus caballetes decoran aún más este barrio.

Invitan a los transeúntes a pararse para descubrir lo que esconden, mientras exponen algunas obras en el suelo.

Algunos pintan retratos, y otros, como Carlos, se limitan a pintar escenas de esta calle. Viendo sus pinturas incluso una persona que se prestase a decir que conoce perfectamente este lugar, descubriría, como me paso a mí, lo equivocado que está.
Es capaz de pintar lo que nadie ve. Su mejor cuadro, como dice, no está en venta porque todavía no lo ha pintado.

Llegará lejos este Carlos aunque no deje de repetir que únicamente pinta por hobbie.

Yo por si acaso compre hace ya algún tiempo una de sus obras y la tengo en el salón esperando que algún día se haga famoso. Seguro que luego vale una fortuna, aunque creo que nunca podría venderlo.

El café de por la tarde aún sabe mejor si otros artistas amenizan el momento. A veces, con música (hay un músico nuevo que se ha incorporado hace poco a este barrio, que toca la guitarra de maravilla) y otras veces, en silencio, como Stefan, que se ha ganado el corazón de todos los que vivimos por aquí.

En los años que le conozco, confieso que he hablado poco con él y, sin embargo, entre todos los amigos, hemos conseguido reconstruir la vida de este payaso; un mimo silencioso que, con gran ternura, consigue que todos mostremos una sonrisa.

¿Se nota que es mi favorito? Y no sé por qué razón ya que aún recuerdo como siendo un mocoso los payasos me asustaban.

Stefan nació en un gran circo que visitaba Budapest. Sus padres eran la pareja de trapecistas que hacían las delicias de los aficionados cada vez que en sus saltos intentaban alcanzar el cielo. En ocasiones, parecía que lo lograran consiguiendo que su público contuviera la respiración.

En sus primeros años de infancia, intentaron enseñar a su hijo las acrobacias, pero a Stefan las alturas le daban miedo, algo que no pudo superar.

Descartando que pudiera ser un digno heredero del trapecio, esperaron pacientemente a que fuera él el que decidiera su oficio. Y cuál fue su sorpresa cuando comenzó a visitar con frecuencia los ensayos de los payasos. Ellos de buen grado, pues la gente de circo ya se sabe que es como una gran familia, lo aceptaron y comenzaron a adiestrarle.

El día de su presentación ante el público, sorprendió con el personaje de un niño payaso mudo que con su sonrisa dulce encandiló a los más pequeños.

Mientras intentaba imitar torpemente las caídas del resto de sus compañeros, Stefan corría detrás de la narizota roja que le venía algo grande, provocando las risas de todos los niños.

Lo que no sabía el público es que realmente aquella nariz roja era enorme para un niño de apenas cinco años, y que cuando trataba de emular al resto de clowns, aquella bola roja siempre acababa rodando por el tapiz de la pista.

Sus padres pensaron ponerle una goma para que no se le volviera a caer, pero Stefan, recordando las carcajadas del público, se negó en rotundo.

Dicen que en toda vida hay momentos buenos y para Stefan aquellos primeros años fueron de lo mejor. Pero como tiene que haber de todo, también llegaron tiempos en los que vivir en el circo comenzó a resultar difícil, sobre todo cuando la taquilla diaria iba disminuyendo y los artistas comenzaban a despedirse.

Aunque trataron de resistir por el amor que sentían por su profesión, al final, los padres de Stefan tomaron la decisión también de abandonarlo todo y, aprovechando que el circo hacía escala en parís, reunieron todos sus ahorros y abrieron una pequeña panadería en un barrio cerca de Montmartre.

La noche en la que Stefan se despidió de sus amigos del circo, mientras no dejaba de repetirse asimismo que algún día volvería, decidió esconderse tras su nariz en el intento de no llorar, a pesar de que sus pequeños ojos brillaron llenos de lagrimas.

Horas después, en su nueva casa sin ruedas, no dejó de preguntarse con enfado qué podían saber sus padres de hacer pan, ellos que casi nunca cocinaban y se pasaban más tiempo volando por el aire que en suelo firme.

Pero el oficio no les tuvo que resultar difícil. Incluso Stefan les ayudaba y cuando no le veía nadie jugaba a embadurnarse la cara de harina y practicaba todo lo que había aprendido. No dejaba de soñar que algún día el circo volvería a Paris y se iría con ellos.

Sus primeros años en la escuela no fueron fáciles para él. Chapurreba muchos idiomas, pero el francés se le resistía, y los demás niños de la escuela siempre acababan riéndose de él. Que se rieran no le importaba, es más, en el fondo aquellas risas le conducían a sus más preciados recuerdos.

En una ocasión, en el recreo, mientras intentaban ridiculizarle de nuevo, Stefan se vistió con su nariz y actuó para ellos. Aquellos niños no supieron reaccionar y pensando que era demasiado raro, por fin le dejaron en paz.

Y así supongo que fueron pasando los años, un poco en soledad, pues no supo más de aquel circo ni de aquella gente, sus amigos, convirtiéndose en el perfecto hijo de un panadero, algo tímido y reservado, que al terminar el colegio decidió que los estudios no eran para él.

Una tarde, mientras ayudaba a sus padres, entró a la panadería una joven morena de pelo rizado y ojos profundos que consiguió cambiarlo todo, regalando a su vida los colores que casi tenía olvidados.

Sí, Stefan se enamoró de Carmen, aquella mujer hija de emigrantes españoles que con su mal francés comenzó a acudir todos los días a comprar el pan.

Aunque apenas hablaban, al llegar la tarde, una emoción se apoderaba de él y a través del escaparate de la tienda esperaba nervioso su aparición.

Y ella debía de saberlo, porque al entrar siempre le sonreía. Quizás esperaba con la misma inquietud acudir a su encuentro. Estoy convencido de que sí, porque el día que el hijo del panadero la invitó a salir, supo que nunca podría decirle que no.

Un día, Cristina me dijo que había oído decir a Stefan que Carmen había sido su vida, y es que desde aquel paseo por unos jardines cerca del Sena supo que por fin había encontrado alguien con quien de verdad podría ser él y con quién hablar.

Por supuesto, un día le habló de los recuerdos del circo, de aquellas funciones diarias, de la emoción contenida cuando salía a la pista con el resto de payasos y del sonido de los aplausos y las risas.

Carmen no se rió de él y compartió la melancolía de un niño que tuvo que renunciar a sus sueños en un tiempo cada vez más lejano, mientras ella le hablaba de la añoranza que sentía por España y de lo mucho que echaba de menos a sus abuelos.

Creo que el destino no pudo unir más acertadamente a dos personas, y lo que comenzó como unos encuentros que les hacían olvidarse de sus tristezas, acabo convirtiéndose en una hermosa historia de amor, en la que la vida les abría nuevos horizontes.

Una tarde, Stefan por fin atendió las continuas peticiones de su novia y se puso la narizota para ella. Fingiendo que se le seguía cayendo, consiguió la más hermosa sonrisa y el más cálido de los besos. Aquel día le pidió que se casara con él y ella aceptó.

Aunque Stefan ya había descartado cumplir su sueño de volver al circo, y no porque Carmen no le animará a alcanzarlo, sí quiso cumplir el de su compañera. Aunque siguió trabajando en el negocio familiar, un par de años después consiguió el dinero suficiente para regresar con ella a España.

Entonces no le fue difícil encontrar trabajo en una fábrica de coches a las afueras de Barcelona y, aunque al principio vivieron con los abuelos de Carmen, cuando ella se quedo embarazada, consiguieron dar la señal para un piso cerca de este barrio.

Mientras los años iban pasando Stefan se entregó totalmente a su familia, trabajando duramente para sacarlos adelante. Primero, llego su hijo Luis que es arquitecto y vive en uno de los barrios más modernos de Barcelona, y después, su hija Carmen, que un día visitó a sus abuelos en Paris para perfeccionar el francés y decidió quedarse allí acompañándoles en sus últimos años de vida. Hoy es ella la que continúa con el negocio.

Poco a poco aquella narizota roja quedo olvidada en un cajón. Ni siquiera sus hijos siendo niños se la vieron puesta. Es más, nunca les llevo al circo, aunque ellos conocían su historia y presumían que sus abuelos habían sido unos famosos trapecistas. Pero entonces Stefan trabajaba demasiado para sacar a su familia adelante, y con el paso de los años hasta el mismo se convenció de que había olvidado todo lo que siendo niño aprendió.

Pero los sueños siempre se llevan dentro, aunque a veces finjamos que se han quedado perdidos en algún momento de la vida.

Cuando llegaron los nietos y Stefan se jubiló, algo despertó en él mientras disfrutaba de ellos como no había podido hacerlo con sus hijos.

Un fin de semana, Carmen y él se quedaron con la pequeña Marta y con Daniel.Después de decidir que irían a un parque a jugar , oyeron como desde la megafonía que llevaba una furgoneta cubierta de carteles, se anunciaba que el Circo había llegado a la ciudad.

Tanto le insistieron los pequeños, que al final Stefan decidió llevarles junto con su mujer.

No era su circo y sin embargo todo olía igual.

Fue difícil contener la emoción mientras veía la actuación de los trapecistas. Recordó entonces lo jóvenes que eran sus padres cuando eran ellos los que gobernaban aquel cielo.

Carmen le observaba y no pudo evitar cogerle de la mano, apretándosela fuertemente, cuando los payasos tomaron la pista.Mientras los pequeños no dejaban de reírse sintió como su marido se inundaba de aquella melancolía casi olvidada.

De regreso a casa, Stefan les contó a sus nietos cómo una vez él también fue un payaso, y para demostrárselo, después de cenar, comenzó a buscar su nariz.No conseguía encontrarla hasta que su mujer la sacó de aquel cajón donde un día quedo olvidada.

Sintiéndola en su mano el tiempo desapareció, y al ponérsela y ver cómo le miraban los pequeños actuó con la misma emoción de aquel primer día en su circo.

Aquella noche lo cambió todo realmente. Escuchar los aplausos y las risas de sus nietos y su mujer, alegraron tanto su corazón que, aunque reconociendo que era tarde para embarcarse en un circo, supo que no lo era para robar sonrisas.

¿Sabeís? Comenzó haciéndolo aquí, en mi barrio.

A veces Carmen se sienta cerca de nosotros y observa a su marido con orgullo, mientras el finge estar triste porque una joven, al verle de rodillas y con una flor en mano, no ha aceptado su propuesta de matrimonio.

No hay quien pueda evitar sonreír al verle actuar. Desde luego las tardes de Primavera en este lugar no serían lo mismo sin él.

Terminadan la función, cuando comienza a caer la noche y volvemos a casa, vemos como Stefan y su mujer, cogidos de la mano, ponen rumbo también a su hogar.

15 comentarios:

  1. Estoy dulcemente sobrecogido, Ana, si bien nos dejas un margen de respiro cuando describes bellamente un domingo idílico, y la vida en el barrio, pronto nos vas llevando de la mano hacia la estación de la melancolía, tu relato huele a maravillosa tristeza.

    Ya avisas desde el principio con aquella imagen tan sugerente del rostro apoyado en el cristal y lo remachas con esa dulce espera de una próxima primavera.

    Me ha enternecido mucho el personaje de la mujer del payaso y de cómo esta le observa cariñosamente, es tiernísima y lo sabes, eres consciente del efecto que va a producir en el lector entregado, y esto te encanta.

    Pero de entre todo el relato me quedo con esto:

    “la cerveza no sabe igual sin el roce de tus labios”

    ¿Qué puedo decirte?, durante unos instantes me ha latido el corazón más deprisa. un beso gigante y un abrazo inmenso amiga mía.

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  2. Estupendo relato.
    Feliz año, que tus deseos se cumplan.
    Un abrazo

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  3. niñaaaaaaaaaaaaaaaaaa, que te quiero un montonazo, feliz salida de año y que el que viene sigamoa aqui tocando las narices,jajajajajajaj un besito preciosa

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  4. siempre sorprendente niña...me ha encantado
    yo también me quedo con esa frase que dice Flamingo

    "la cerveza no sabe igual sin el roce de tus labios"

    y decirte que eres especial...y si algo bueno he tenido este año, has sido tú, gracias por todo!!!

    un beso gigante desde mi corazón!!!

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  5. Gracias Ana, me gusta mucho que estés en mi blog, tienes mucha razón en lo de la dualidad emocional, sobre todo si se trata de esa tristeza que nos invade justo cuando rozamos la almohada.

    Otra cosa, estoy seguro de que tus poemas son deliciosos, un requerimiento mínimo para escribir poesía es la sensibilidad y a ti se te escapa por todo tu aura.

    luego me acercaré a leer ese cuento, amiga mía.

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  6. Me transportaste a ese maravilloso día.

    Que lindo escrito. Que bien descrito detalles, emociones y sentimientos. Y seguro que nada sabe igual sin el roce de sus labios.

    Besos encantados de haberte leído.

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  7. Para mí este día, esta lectura es personalmente significativa.
    Aun recuerdo el día en que sabiéndome aprendiz de magias, quise apostar, aun sabiendo que yo no soy el mejor ejemplo.
    Recuerdo que en mis primeras lecturas de tus relatos, creo recordar que fue uno en que retomabas tu primera entrega y llegaron a mis ojos ese intento, largo, que luego más de uno de nosotros conocemos: Los cuentos de ALO: ¡Imprescindibles!
    No recuerdo bien si bien fue la segunda o tercera entrega cuando hacías mención a tu incapacidad de escribir poesía. Yo quise, intenté alentarte pues, sinceramente, de lo poco que hasta entonces conocían mis ojos me era inconcebible esa afirmación.
    Entre comentarios mutuos hubo una recíproca amistad, aun me extraño pues mis poemas entonces, mayormente, eran, reconozco algo crípticos.
    Hubo luego, creo, pienso y espero, el desligar la oscuridad de nuestras personas y conseguir trabajos más luminosos sin dejar de ser moderadamente intensos.
    Definitivamente agradezco que en su día me dieras un voto de confianza. Agradezco.

    BESOTE

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  8. Estrenamos calendario, ya podemos arrancar una nueva hoja…Amiga, te deseo un Feliz año nuevo, imaginación que no falte y buenos propósitos… ¡Salud y letras!

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  9. Un afectuoso y càlido abrazo desde la distancia,con mis mejores deseos para este 2011,


    saludos cordiales

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  10. Feliz Año y que tus deseos se cumplan.
    Un beso.

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  11. Ana paso para desearte una noche muy feliz, llena de amor paz y sueños realizados, espero que a las doce cuando tomes las uvas todo lo que es viejo y haga daño quede atrás y lo que quede sea la esperanza de una vida plena.

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  12. Muy bello corazon
    Esta noche habrá una estrella que brillará más que las demás. En ella he puesto todos mis deseos para el 2011, haz que brille todo el año
    Un beso muy grande

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  13. Feliz Año y feliz vida. Te lo mereces todo.Besos

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  14. Bello fin4l, quien fuer4 el que c4min4r4 por l4s c4lles de t4l b4rrio, serí4 feliz...gr4n lección l4 de Stef4n, me puedo ver sent4do en 4lgun4 de l4s b4nket4s de cu4lkier c4lle mir4ndo p4s4r 4 c4d4 person4je, pens4ndo cu4nto podrí4 4prender de ellos, y, cu4nto podrí4 comp4rtirles. Como me h4ces soñ4r 4nit4. 4 veces pienso que he perdido mi inocenci4, pero; siempre h4y 4lguien record4ndome que 4un sigue l4tiendo dentro de mí. Ke es sólo un4 miseri4 l4 que h4n destruido y no debo olvid4rlo.


    Gr4ci4s infinit4s por comp4rtir t4nto...Mis deseos m4s sinceros de prosperid4d y felicid4d en este nuevo ciclo que 4pen4s comienx4.

    Un fr4tern4l beso y un c4lido 4br4xo.


    un humilde y ferviente servidor. (GUILLE)

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  15. Una sonrisa sucede en un instante y algunas veces su recuerdo permanece para siempre.
    Te deseo un año lleno de motivos para sonreír.
    Un cálido abrazo.

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Antes de nada: gracias.