Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

viernes, 16 de enero de 2009

EL COMIENZO




Ayer no me podía dormir, así que se me ocurrió empezar a escribir. No sé si te he dicho que yo antes escribía.

Hace años empecé a escribir cuentos y relatos cortos. Alguno que otro lo presenté a concursos. Pero las críticas no fueron muy buenas.

Presentarlos no fue idea mía. La verdad es que cuando empecé a escribir, escribía para mí. No veas la de cuadernos que tengo. Un día se lo deje ver a Eva y me dijo que escribiera algo para ella, y así lo hice. Y la cabrona, porque en ese momento no tenía otro nombre presentó lo que le había dado en un concurso en Getafe. Ni entre los veinte primeros quedé (se presentaron cincuenta y tres). Pero a raíz de eso me animé.
En la facultad escribí algo, pero la presión de estudiar e intentar aprobar, hizo que poco a poco escribiera cada vez más de vez en cuando. Y luego en seguida que acabe los estudios empecé a trabajar y cada vez, menos.

Cuando cambie mi vida y me vine aquí, pensé que había llegado el momento de retomarlo, pero siempre he puesto excusas, la última, que se me estropeó el otro ordenador que tenía y que hasta que me comprara otro no lo haría.
Bueno, pues ya no hay excusa y ha llegado el momento, Ana, de que empieces a escribir y ver hasta dónde llegas.

El título ya lo tengo, no podía ser otro:

“CUENTOS DE LA LUNA OSCURA”

1. DE CÓMO EMPECÉ A ESCRIBIR.

Empecé a escribir creo que a los diecisiete años, a raíz de sentirme enamorada por alguien que no me correspondía. Y es que siempre he pensado que el amor ha inspirado mi mano.

He encontrado algo que escribí por aquel entonces. A ver si soy capaz de terminarlo.

La primera noche.

Me encontré con ella en un jardín de esculturas de piedra.

Parecía perdida y algo triste.

Llevaba mucho tiempo caminando con los pies descalzos, sin rumbo. Hasta que al pasar cerca de una rosaleda, sus rosas negras se apiadaron de ella y alfombraron con sus pétalos el camino curando sus heridas.

Pero no sintió el alivio y seguía caminando perdida, inalcanzable, con unos ojos llenos de amargura. Y aún así me pareció hermosa, un espíritu andante casi transparente.

Cuando cayó de rodillas quise cogerla y no pude, y entonces estiró mi mano hacia mí. Creí que si la tocaba desaparecería, y no lo hice.

Y entonces agachó su cabeza, apoyó las manos en el suelo, y en una exhalación que parecía la última, se volvió a levantar. Y ya no me miró. Y empezó otra vez a caminar.

Buscaba algo, lo sabía. Y entonces su búsqueda se convirtió en la mía.

Y caminé por la noche, soñando con ella, y aunque me sentía sola, la soledad no me hizo daño, porque iba a su lado.

Y eso fue la primera noche.

Leo ahora lo que he escrito e intento recordar cómo me sentí cuando lo escribí. Dios es oscuro y me encanta.

Pero no consigo recordarlo. Ha pasado mucho tiempo.

La segunda noche.

Intentábamos avanzar pero no había forma de salir de ese jardín.

Entonces llego alguien y ella se escondió tras una lápida fría.

Era un hombre con destellos de plata en su pelo. Se sentó en un banco y empezó a hablar como si hablara con alguien.

Por un momento creí que hablaba conmigo e hice que su voz sonará dentro de mi alma para tratar de entender lo que decía.

“Te vi y por un momento quise desvanecerme como el humo.

Pero no lo desee con mucha fuerza.

Supe que estabas tan sólo a tres pasos, y aunque tu voz me atraía hacia ti, ni siquiera quise mirarte.

Y, cuando casi me arrepiento de estar allí, te acercaste.

No supe qué hacer.

Me miraste, y casi pienso que no lo ibas a decir.

Casi te odio,

pero no lo desee con mucha fuerza.

Y así te amé y ahora por más que busco no te encuentro”.

Y sentí pena de ese hombre y derrame dos lagrimas sobre él.

Y él se fue.

Y tras la lápida vi como mi compañera se había quedado dormida, y no quise despertarla.

Y eso fue la segunda noche.

La tercera noche.

Del caballero de la luna.

Quise que me hablara, pero no lo conseguí.

Se había despertado y otra vez comenzaba a andar. Y fui yo la que le hable, pero no sé si me escuchaba y le hable de mi caballero.

“Sentí deseos de abrazarle, de que me hablará en susurros que resbalasen por mi cuello, y tan sólo un roce de sus manos, me hizo estremecer.
Mi fijé en su boca nacida para besar, y más que en besos, pensé en palabras de amor, de ternura.

Y, en ese momento, le hubiera besado, de no ser porque el sol lo invadió todo, secando todo a su paso, y rompiendo los lazos que en la noche mi luna había tejido.
Y cuándo más resonaba mi melodía nocturna, el caballero de mis sueños se escondió detrás de una montaña.

Juré entonces que siempre que hubiera luna llena, y la viera, me acordaría de él, del caballero de la luna y le buscaría”

De repente sentí que me había escuchado y de nuevo lloré, pero esta vez derrame sólo una lagrima.

Y entonces sentí que me miraba, pero no lo hacía, simplemente miraba a través de mi . Y eso me dolió y a ella también.

Y eso fue la tercera noche.

La cuarta y última noche.

Empecé a pensar que ella sentía mi presencia, y en la fuente cuando se acercó para beber en el agua me vio, y yo sus ojos, y por fin sonrió y entonces entré dentro de ella y deje de ser la luna oscura, y ella dejo de ser la dama andante y nos convertimos en una simple mujer que durante un tiempo ando dividida sin saber quién era. Una mujer que ando sin corazón porque se lo habían roto. Una mujer que ando sin espíritu porque su cabeza dejo de pensar.

La luna era su alma y ella sólo un cuerpo. Yo era la luna y el cuerpo, pero durante un tiempo sólo la luna oscura que de noche soñaba con lo que fue, sin pensar en lo que era.

Hasta que los recuerdos dejaron de doler y sólo el alma de lo vivido pudo renacer de nuevo. Y aunque con un alma de parte de luna oscura y ese brillo en los ojos supo que por fin saldría de ese jardín y ya no le buscaría, ni le recordaría.

Un deseo para el caballero de la luna:

Deseo que en esta noche cuando te entregues a morfeo sueñes sin soñar que estoy a tu lado cubriéndote con mi oscuridad no tan oscura y ya que no sé cantar que mi deseo por ti no te duela y que sientas que simplemente es un aliento para que no dejes de ser quien eres.

2 comentarios:

  1. Entro en tu página, cuando todavía era arroyo y nadie daba un cuarto por ella, ya ves llega un extraño y te descubre y penetra en ella con el deseo de conocerte...y extrañamente es el primero....puede ser el argumento para un hermoso cuento...un abrazo de azpeitia

    ResponderEliminar
  2. Bueno, tal cual lo prometi, lo leeria desde el inicio, entonces aquí ando!!! Que triste inicio, pero al final el dolor dentro de uno va cerrando. El cuerpo te lo grita y así fue. Bonito pero triste!!

    Saludos Ana!!

    ResponderEliminar

Antes de nada: gracias.