Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

miércoles, 29 de diciembre de 2010

MIS MEJORES DESEOS PARA EL NUEVO AÑO. UN REGALO: "STEFAN"


Se acerca ya el final de este año y el comienzo de otro.

Es una gran ocasión, y para celebrarla con vosotros se me ha ocurrido, aparte de transmitiros mis mejores deseos para este año 2011, que hoy vea la luz un relato un poco diferente a lo que os tengo acostumbrados, y sobre todo un poco más largo.

Confesaré que es parte de un trabajo a tres bandas que se empezó hace ya un tiempo y que todavía no está acabado: ARTISTAS EN LAS SOMBRAS.

Espero que os guste de todo corazón, y para el año que viene más y mejor.

UN BESAZO Y OS DEJO A "STEFAN"




Mientras hoy contemplaba la lluvia a través de la ventana, decidí que en esta ocasión no me iba a dejar llevar por esa melancolía que a veces me acompaña cuando trato de escribir el libro de mi vida en los ratos libres.

En su lugar, a pesar de la sensación de frío que siempre me provoca sentir la mejilla contra el cristal, pensé en la calidez de una primavera que pronto iba a aparecer, haciendo que todo lo que en ese momento observaba cambiara de color.

Sí, lo sé, como en las películas, pero es que hay lugares en los que el paso de las estaciones se percibe más que en otros...

Me presentaré. Me llamo Juan y soy columnista de un periódico. Vivo en una gran ciudad, y a pesar del bullicio que eso supone, siempre me he considerado un privilegiado por despertar cada día en una pequeña calle del casco antiguo.

Aquí es como si todos nos conociéramos, y si no fuera porque los fines de semana nos invaden los locos del taberneo (Por eso de que siempre está de moda visitar los barrios de siempre), éste sería un lugar tranquilo.

No, no he pretendido que fuera un reproche, que gracias a esos locos algunos, como mis amigos Pedro y Cristina, han podido sacar sus negocios adelante. Los que vivimos aquí estamos acostumbrados pero, en ocasiones, echamos de menos un poco de quietud, sobre todo de madrugada.

La verdad es que ahora en invierno parece que hubiera más silencio, que las calles hubieran encogido a causa del frío y las horas de las tardes se hubieran multiplicado, convirtiendo a algunas en tediosas.

Pero pronto llegará esa loca primavera y en cuánto las temperaturas sean más suaves, todo recuperará su tamaño normal, y esas calles se engalanarán de un colorido que ahora parece casi inexistente.

Doscientos metros separan mi casa del boulevard principal, el corazón de este barrio, y dentro de nada los bares y restaurantes lo vestirán con esas mesas y sus manteles a cuadritos.

Incluso los bancos de madera recuperarán el brío de lo que antes fueron. Eso, o que los barnizan sin yo enterarme.

Me gustan los domingos. Algunas mañanas, mientras helena y las niñas duermen, bajo a comprar el desayuno y la prensa, y de paso, aprovecho para tomarme un café en la terraza de la cafetería de mi amigo Pedro, aunque él no trabaja los domingos por la mañana (ya se sabe… privilegios de los jefes. Aunque éste se lo ha ganado a pulso, y yo me alegro por él).

Mientras leo las últimas noticias, que últimamente siempre hablan de la crisis y acaban aburriéndome, me gusta contemplar el boulevard despertando, como si el aroma del café también le alcanzara.

Casi todas las caras que me rodean son conocidas, incluso las de algunos rezagados de la noche que, a pesar de la luz, buscan tomarse la última antes de volver a casa. Los más valientes se la juegan con una taza de chocolate con porras en la Churrería de doña Pilar; que no le quedo más remedio que aprender el arte de la masa frita cuando su marido le abandonó no se sabe por qué razón.

Hoy, después de casi 30 años , es uno de los locales más conocidos de esta zona.

Siempre me regala algunas porras de más con esa sonrisa que no le ha cambiado a pesar de su vida “Toma Juan, para tus niñas, que madre mía que grandes que están. Si parece que fue ayer…”

Es que fue ayer, pero como que hoy las niñas ya no son tan niñas y empiezan a campear solas. María, la mayor, tiene diecisiete años y Susana acaba de cumplir los quince. Ahora dice que ya tiene novio.

Sí, el tiempo pasa demasiado deprisa, pero nos va dejando algún que otro legado que siempre permanece, como el aperitivo antes de comer, algo que no perdona mi mujer (aunque yo creo que en el fondo se agarra a esa tradición porque al final la mayoría de los domingos, entre tapa y tapa, acabamos comiendo fuera).

A esa hora, el boulevard cobra aún más vida, y se envuelve de la fragancia de los puestos de flores, donde mi amiga Cristina es la reina con una pequeña tienda que reformó hace poco.

Llaman la atención sus estanterías llenas de ese colorido que recuerda a las selvas.

Los domingos su marido también le ayuda, aunque eso de preparar ramos no es lo suyo, por mucho que diga que le da un toque artístico.

Me gusta el momento de la cerveza fría… y compartirla con Helena que, a pesar de su Martini, siempre acaba tomando mi jarra helada para beber algún sorbo. Desde luego, la cerveza no sabe igual sin el roce de sus labios; esos, que a pesar del tiempo, no han cambiado.

A veces nos quedamos callados. Ella también observa en silencio, mientras las niñas no dejan de repetir que se aburren. ¿Qué sabrán ellas del aburrimiento a su edad? Pero ya llegará el tiempo en el que sepan apreciar estos momentos que, ahora , casi pasan desapercibidos a sus ojos. Será la juventud…

A la hora del café comienzan a Llegar los artistas, algunos de forma discreta, como Rafael que es un poeta y a veces se sienta en una mesa cercana a la nuestra después de saludarnos.

Siempre trato de averiguar qué libro le acompaña en cada ocasión y furtivamente le espió, mientras él, alejado de todo, lee. No sé cómo puede concentrarse.

Curiosamente nunca le he visto escribir y sin embargo su último libro me está acompañado en este invierno; en él habla de su vida y de los lugares que ha conocido.

A veces, después de un rato de estar absorto en su lectura, levanta la mirada “Bueno Juan, ¿qué tal va la vida?” y entonces charlamos un poco de todo.

Menos discretos son los pintores que con sus caballetes decoran aún más este barrio.

Invitan a los transeúntes a pararse para descubrir lo que esconden, mientras exponen algunas obras en el suelo.

Algunos pintan retratos, y otros, como Carlos, se limitan a pintar escenas de esta calle. Viendo sus pinturas incluso una persona que se prestase a decir que conoce perfectamente este lugar, descubriría, como me paso a mí, lo equivocado que está.
Es capaz de pintar lo que nadie ve. Su mejor cuadro, como dice, no está en venta porque todavía no lo ha pintado.

Llegará lejos este Carlos aunque no deje de repetir que únicamente pinta por hobbie.

Yo por si acaso compre hace ya algún tiempo una de sus obras y la tengo en el salón esperando que algún día se haga famoso. Seguro que luego vale una fortuna, aunque creo que nunca podría venderlo.

El café de por la tarde aún sabe mejor si otros artistas amenizan el momento. A veces, con música (hay un músico nuevo que se ha incorporado hace poco a este barrio, que toca la guitarra de maravilla) y otras veces, en silencio, como Stefan, que se ha ganado el corazón de todos los que vivimos por aquí.

En los años que le conozco, confieso que he hablado poco con él y, sin embargo, entre todos los amigos, hemos conseguido reconstruir la vida de este payaso; un mimo silencioso que, con gran ternura, consigue que todos mostremos una sonrisa.

¿Se nota que es mi favorito? Y no sé por qué razón ya que aún recuerdo como siendo un mocoso los payasos me asustaban.

Stefan nació en un gran circo que visitaba Budapest. Sus padres eran la pareja de trapecistas que hacían las delicias de los aficionados cada vez que en sus saltos intentaban alcanzar el cielo. En ocasiones, parecía que lo lograran consiguiendo que su público contuviera la respiración.

En sus primeros años de infancia, intentaron enseñar a su hijo las acrobacias, pero a Stefan las alturas le daban miedo, algo que no pudo superar.

Descartando que pudiera ser un digno heredero del trapecio, esperaron pacientemente a que fuera él el que decidiera su oficio. Y cuál fue su sorpresa cuando comenzó a visitar con frecuencia los ensayos de los payasos. Ellos de buen grado, pues la gente de circo ya se sabe que es como una gran familia, lo aceptaron y comenzaron a adiestrarle.

El día de su presentación ante el público, sorprendió con el personaje de un niño payaso mudo que con su sonrisa dulce encandiló a los más pequeños.

Mientras intentaba imitar torpemente las caídas del resto de sus compañeros, Stefan corría detrás de la narizota roja que le venía algo grande, provocando las risas de todos los niños.

Lo que no sabía el público es que realmente aquella nariz roja era enorme para un niño de apenas cinco años, y que cuando trataba de emular al resto de clowns, aquella bola roja siempre acababa rodando por el tapiz de la pista.

Sus padres pensaron ponerle una goma para que no se le volviera a caer, pero Stefan, recordando las carcajadas del público, se negó en rotundo.

Dicen que en toda vida hay momentos buenos y para Stefan aquellos primeros años fueron de lo mejor. Pero como tiene que haber de todo, también llegaron tiempos en los que vivir en el circo comenzó a resultar difícil, sobre todo cuando la taquilla diaria iba disminuyendo y los artistas comenzaban a despedirse.

Aunque trataron de resistir por el amor que sentían por su profesión, al final, los padres de Stefan tomaron la decisión también de abandonarlo todo y, aprovechando que el circo hacía escala en parís, reunieron todos sus ahorros y abrieron una pequeña panadería en un barrio cerca de Montmartre.

La noche en la que Stefan se despidió de sus amigos del circo, mientras no dejaba de repetirse asimismo que algún día volvería, decidió esconderse tras su nariz en el intento de no llorar, a pesar de que sus pequeños ojos brillaron llenos de lagrimas.

Horas después, en su nueva casa sin ruedas, no dejó de preguntarse con enfado qué podían saber sus padres de hacer pan, ellos que casi nunca cocinaban y se pasaban más tiempo volando por el aire que en suelo firme.

Pero el oficio no les tuvo que resultar difícil. Incluso Stefan les ayudaba y cuando no le veía nadie jugaba a embadurnarse la cara de harina y practicaba todo lo que había aprendido. No dejaba de soñar que algún día el circo volvería a Paris y se iría con ellos.

Sus primeros años en la escuela no fueron fáciles para él. Chapurreba muchos idiomas, pero el francés se le resistía, y los demás niños de la escuela siempre acababan riéndose de él. Que se rieran no le importaba, es más, en el fondo aquellas risas le conducían a sus más preciados recuerdos.

En una ocasión, en el recreo, mientras intentaban ridiculizarle de nuevo, Stefan se vistió con su nariz y actuó para ellos. Aquellos niños no supieron reaccionar y pensando que era demasiado raro, por fin le dejaron en paz.

Y así supongo que fueron pasando los años, un poco en soledad, pues no supo más de aquel circo ni de aquella gente, sus amigos, convirtiéndose en el perfecto hijo de un panadero, algo tímido y reservado, que al terminar el colegio decidió que los estudios no eran para él.

Una tarde, mientras ayudaba a sus padres, entró a la panadería una joven morena de pelo rizado y ojos profundos que consiguió cambiarlo todo, regalando a su vida los colores que casi tenía olvidados.

Sí, Stefan se enamoró de Carmen, aquella mujer hija de emigrantes españoles que con su mal francés comenzó a acudir todos los días a comprar el pan.

Aunque apenas hablaban, al llegar la tarde, una emoción se apoderaba de él y a través del escaparate de la tienda esperaba nervioso su aparición.

Y ella debía de saberlo, porque al entrar siempre le sonreía. Quizás esperaba con la misma inquietud acudir a su encuentro. Estoy convencido de que sí, porque el día que el hijo del panadero la invitó a salir, supo que nunca podría decirle que no.

Un día, Cristina me dijo que había oído decir a Stefan que Carmen había sido su vida, y es que desde aquel paseo por unos jardines cerca del Sena supo que por fin había encontrado alguien con quien de verdad podría ser él y con quién hablar.

Por supuesto, un día le habló de los recuerdos del circo, de aquellas funciones diarias, de la emoción contenida cuando salía a la pista con el resto de payasos y del sonido de los aplausos y las risas.

Carmen no se rió de él y compartió la melancolía de un niño que tuvo que renunciar a sus sueños en un tiempo cada vez más lejano, mientras ella le hablaba de la añoranza que sentía por España y de lo mucho que echaba de menos a sus abuelos.

Creo que el destino no pudo unir más acertadamente a dos personas, y lo que comenzó como unos encuentros que les hacían olvidarse de sus tristezas, acabo convirtiéndose en una hermosa historia de amor, en la que la vida les abría nuevos horizontes.

Una tarde, Stefan por fin atendió las continuas peticiones de su novia y se puso la narizota para ella. Fingiendo que se le seguía cayendo, consiguió la más hermosa sonrisa y el más cálido de los besos. Aquel día le pidió que se casara con él y ella aceptó.

Aunque Stefan ya había descartado cumplir su sueño de volver al circo, y no porque Carmen no le animará a alcanzarlo, sí quiso cumplir el de su compañera. Aunque siguió trabajando en el negocio familiar, un par de años después consiguió el dinero suficiente para regresar con ella a España.

Entonces no le fue difícil encontrar trabajo en una fábrica de coches a las afueras de Barcelona y, aunque al principio vivieron con los abuelos de Carmen, cuando ella se quedo embarazada, consiguieron dar la señal para un piso cerca de este barrio.

Mientras los años iban pasando Stefan se entregó totalmente a su familia, trabajando duramente para sacarlos adelante. Primero, llego su hijo Luis que es arquitecto y vive en uno de los barrios más modernos de Barcelona, y después, su hija Carmen, que un día visitó a sus abuelos en Paris para perfeccionar el francés y decidió quedarse allí acompañándoles en sus últimos años de vida. Hoy es ella la que continúa con el negocio.

Poco a poco aquella narizota roja quedo olvidada en un cajón. Ni siquiera sus hijos siendo niños se la vieron puesta. Es más, nunca les llevo al circo, aunque ellos conocían su historia y presumían que sus abuelos habían sido unos famosos trapecistas. Pero entonces Stefan trabajaba demasiado para sacar a su familia adelante, y con el paso de los años hasta el mismo se convenció de que había olvidado todo lo que siendo niño aprendió.

Pero los sueños siempre se llevan dentro, aunque a veces finjamos que se han quedado perdidos en algún momento de la vida.

Cuando llegaron los nietos y Stefan se jubiló, algo despertó en él mientras disfrutaba de ellos como no había podido hacerlo con sus hijos.

Un fin de semana, Carmen y él se quedaron con la pequeña Marta y con Daniel.Después de decidir que irían a un parque a jugar , oyeron como desde la megafonía que llevaba una furgoneta cubierta de carteles, se anunciaba que el Circo había llegado a la ciudad.

Tanto le insistieron los pequeños, que al final Stefan decidió llevarles junto con su mujer.

No era su circo y sin embargo todo olía igual.

Fue difícil contener la emoción mientras veía la actuación de los trapecistas. Recordó entonces lo jóvenes que eran sus padres cuando eran ellos los que gobernaban aquel cielo.

Carmen le observaba y no pudo evitar cogerle de la mano, apretándosela fuertemente, cuando los payasos tomaron la pista.Mientras los pequeños no dejaban de reírse sintió como su marido se inundaba de aquella melancolía casi olvidada.

De regreso a casa, Stefan les contó a sus nietos cómo una vez él también fue un payaso, y para demostrárselo, después de cenar, comenzó a buscar su nariz.No conseguía encontrarla hasta que su mujer la sacó de aquel cajón donde un día quedo olvidada.

Sintiéndola en su mano el tiempo desapareció, y al ponérsela y ver cómo le miraban los pequeños actuó con la misma emoción de aquel primer día en su circo.

Aquella noche lo cambió todo realmente. Escuchar los aplausos y las risas de sus nietos y su mujer, alegraron tanto su corazón que, aunque reconociendo que era tarde para embarcarse en un circo, supo que no lo era para robar sonrisas.

¿Sabeís? Comenzó haciéndolo aquí, en mi barrio.

A veces Carmen se sienta cerca de nosotros y observa a su marido con orgullo, mientras el finge estar triste porque una joven, al verle de rodillas y con una flor en mano, no ha aceptado su propuesta de matrimonio.

No hay quien pueda evitar sonreír al verle actuar. Desde luego las tardes de Primavera en este lugar no serían lo mismo sin él.

Terminadan la función, cuando comienza a caer la noche y volvemos a casa, vemos como Stefan y su mujer, cogidos de la mano, ponen rumbo también a su hogar.

martes, 21 de diciembre de 2010

FELICES FIESTAS PARA TODOS.

Os deseo a todos unas Felices Fiestas, que todos vuestros deseos se cumplan antes de que termine el año. Pero si no es así, no os preocupes que rápido vendrá el siguiente para hacerlos realidad.

Un besazo y un Cuento.


EL ESPIRITU DE LA NAVIDAD





Habéis de saber que bastará tan sólo que uno de vosotros albergue en su corazón el deseo de sentirla, para que esta noche abra sus ojos y de nuevo despierte.

Nunca llegué a contemplar el instante, pero sí creí desde niña en aquel cuento…

Existe un bosque de grandes abetos cubiertos de nieve que custodian, como fieles guardianes, un panteón tallado en hielo.

En su interior, ella duerme resguardada del paso del tiempo.

Pues fue el tiempo quien la condenó a su sueño, y quien permite realmente su breve desvelo.

El por qué de su condena, perdonadme, me lo reservo…

Pero no os apenéis por ello.

Mientras duerme plácidamente, sus sueños se alimentan de la pasión y el cariño que entregó a las almas de los que una vez la vivieron.

Sí, es un espíritu extraño, delicado, frágil, casi tanto como el agua transparente que congelada formó su mausoleo, y que sólo se abre para darle paso en ese mágico momento.

Quizás hoy será el vuestro.

Como un reloj oirá un corazón latiendo y, contagiado de su armonía, el suyo renacerá dando la orden para que comience este evento.

Algunos seres mágicos cobrarán vida para ayudarla y oyendo su tic tac acudirán a su encuentro.

Duendes, hadas, espíritus libres que fundiéndose con ella ayudarán a que su breve misión llegué a buen término.

Así que si veis sonreír a algún muñeco de nieve, no habéis de tenerle miedo, pues es seguro que ha escuchado su sonrisa atravesando el viento.

¿No os contagiaréis de ese sentimiento?

No podréis verla pero sí percibiréis su aroma dulce mientras danza cerca de vosotros y, con la alegre música que la acompaña, volveréis a ser niños acordándoos de su primer beso.

Hasta la luna brillará más por ella para alumbrar su advenimiento. Bajo su luz, con su sonrisa, dará su bienvenida a todos los nuevos.

Aunque… por qué no, este es mi cuento, también derramará lágrimas por los que se fueron.

Así que si la encontráis y sentís el deseo de compartir esta gracia con todos los que amáis, no dudéis en hacerlo.

Pero daos prisa y felicitar las pascuas porque cuando después de su danza, se entregué otra vez a su sueño, llegará otro espíritu, ocupando su lugar, el del año nuevo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

EL PECADO NO ESCRITO, LA CARTA SIN NÚMERO.



Imagen de Calavera y Diablito.

Las sombras siempre fueron sólo eso, sombras.

En este viaje intenté serlo, desprendiéndome de mis alas llenas de luz, paseando entre pecados, portando su túnica negra.

No todos estaban escritos…

¿Quién dibujaría o escribiría el que falta?

Pensé en la tristeza del alma, en la mentira, la hipocresía y tantas otras conductas que les dan paso y les acompañan.

Al final… me olvidé de la fe. Sí, me olvidé. Ese es mi gran pecado.

CONFIESO…

No temeré nunca a la oscuridad que me rodea pues hasta en mi infierno yo cree mi cielo y mi propia luz.

Sí, me condené, quizás, desde el mismo momento de mi nacimiento, al sentir la imposición de unos límites como engaño a mi devoción, pues los ejemplos a seguir no fueron buenos, y hoy vivo rodeada de esos pecados.

¿Quién está libre de ellos?

Nunca fui inocente… ABANDONÉ MI CREDO, aunque a mi favor diré, que en la renuncia traté de alcanzar la honestidad con cierta moral, y los tuve en cuenta.

Los pecados, en su justa medida…

Podréis tacharme de oscura aún cuando mis palabras siempre fueron claras. Mi oscuridad nunca fue del todo un pecado, tan sólo un refugio.

Aunque sí, siempre guardé en ella algo para mí, y en eso quizás pequé de AVARICIA al no querer compartirlo con nadie. Pues nunca nadie realmente supo cuál fue su origen, su inspiración…

También SOBERBIA, pues no permitiré que nadie me arrebate esa idea, la que me hace soñar, escribir y ser en parte yo. No me oculto.

LUJURIA. Porque no concibo mi sexo sin una de sus caricias. Una caricia sutil, sin extremos, ya os lo he dicho, cada pecado en su justa medida.

ENVIDIA, de emociones aún no sentidas y que me hacen pensar cuánto camino me queda aún por recorrer, en el tiempo, en mi vida.

GULA, de aprender… No me canso de gastar el tiempo. Por eso eliminó de mi lista la PEREZA, aún cuando hay días que cuestan…

Y por último, el que no pronuncio no existe, aunque a veces siento como ruge cuando soy testigo de lo que considero injusto. Acallarlo es complicado.

Os lo dije nunca fui inocente.
Y quién este libre de pecado...








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miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL SEPTIMO. LA IRA





No lo hagas.

Cállate, necesito gritar. Voy a hacerlo.

No, Cálmate, respira hondo, tienes que controlarte nos ha llevado mucho tiempo llegar hasta aquí y lo sabes perfectamente
.

Es como si la sangre en mi cuerpo comenzará a hervir y sé que cuando llegué al cerebro no podré controlarla y se hará conmigo.

Piensa en otra cosa, aléjala de ti.

No puedo. No me siento bien, me ahogo por dentro ¿no lo escuchas?

Sí, escucho tu sangre.

No, mi sangre no, a ella. No oyes sus gritos y sollozos. Nadie hace nada y yo estoy a punto de bajar y matarlo.

No podemos meternos, serénate.

¿No podemos? ¿Ya no recuerdas cuando era a mí al que golpeaba?

Él no es tu padre.

¿No recuerdas cuando llegada la noche escondido debajo de mi cama lloraba, sin sentir el frío, pensando que era lo que hacía mal? ¿Cuántos años tenía entonces?

Cuatro o cinco, creo.

Fue hace mucho tiempo. Tienes que intentar dejar de lado aquello de una vez.


Otra vez, la ha pegado otra vez.

Recuerdo cuando cumplí diez años. Mi madre me preparo una tarta y cuando llegó él y nos vio riéndonos, se sentó con nosotros. Por un momento al verle sonreír me sentí casi feliz. Pero entonces se levantó y comenzó a golpearnos, y yo no dejaba de preguntarme ¿Por qué?

Viendo a mi madre en el suelo inconsciente, juré que le mataría, pero el desgraciado se fue. Pasaron años hasta que un día volvió y ella le abrió otra vez la puerta.

Decía que había cambiado pero ese mismo día…

De nuevo, ¿No lo escuchas? LA VA A MATAR.


¿Dónde estás? ¿No tienes nada que decirme?

Estoy aquí, siempre estoy aquí contigo.

Ya no puedo soportarlo, Lo voy a hacer, tengo que hacerlo.

LO SÉ, HAZLO, MÁTALE DE NUEVO.




Marginados que viven en el odio
Alimentados únicamente de él
vestidos con su propio desprecio
delirando con un mundo hostil.

Sin duda el que siempre más odié
Y al que menos conseguí entender.



"La razón trata de decidir lo que es justo. La cólera trata de que sea justo todo lo que ella ha decidido"

Séneca






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lunes, 13 de diciembre de 2010

EL SEXTO. LA ENVIDIA.




Imagen de Calavera y Diablito.


Como un nido de cucarachas que fue creciendo en tu interior, así era la ENVIDIA que te corroía…

¿En qué momento la hiciste parte de ti, alimentando con ella tus cobardías y desconfianzas?

Tus entrañas comenzaron a pudrirse verde expiando ¿Y tú? Sin aceptarte, sin soportar tu imperfección, fijando tu atención en los demás, tratando de agotarlos, de extinguirlos…

Cucarachas que en hilera fueron recorriendo tus venas nutriéndose de tu ponzoña agria.

En un principio te conformaste con imitarlos, acercándote sigilosamente a sus vidas, regalando falsedades en halagos, tratando de que nadie te descubriera. Hipócrita.

Después, apareciendo y desapareciendo, y volviendo a aparecer para acecharlos aún más, tratando de imponerte a ellos como un fiel depredador devoto de su inseguridad; intentando convencerlos de tu inocencia, engañándolos, y todo por envidia.

Laceraste tu propia mirada al comprobar que tus intentos a muchos no les ensuciaban, a pesar de tu deseo por dañarlos, porque ellos miraban tus ojos y sólo veían cucarachas que caminaban lento, despacio, expectantes.

No pudiste desprenderte de ella, ni siquiera lo intentaste. Su aroma fue impregnando hasta tu sombra. La envidia siempre tuvo ese olor a podrido.

Si tan sólo te hubieras conformado con ser tú, quizás hubieras logrado alcanzar tus propios sueños, sin querer absorber en tu codicia el de los demás.

Pero las cucarachas hicieron bien su trabajo envenenando lentamente la poca compasión que quedaba dentro de ti. Y cuando por fin lo consiguieron, tu pecho cobarde se abrió para ellas.

Aún hoy, te prestas a seguir tu camino, sin sospechar que ELLAS anuncian tus pasos.



Guardar el rencor de la imperfección
sacrificar tu propia fe, tu esperanza,
renegando del sol que te alumbra ,
obsesionándote por la luz de otros

Aprender : Nunca Podrás liberarte

Olvidar: con tu maldad, imposible


ENVIDIA… ARMA DE LOS INCAPACES




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viernes, 10 de diciembre de 2010

EL QUINTO: LA VANIDAD.




Imagen de
Calavera y Diablito.




Te contemplo…

No eres tan hermosa como te crees, a pesar de lo que la gente te diga.

¿Tu cabello? No está del todo mal. Pero mira tus ojos, están tristes, apagados, sin luz, con unas ojeras que siempre tratas de ocultar sin mucho acierto ¿verdad?

Y qué labios… Secos como tu persona, sin vida. Deberías elegir otro color, el carmín que llevas no te favorece.

Además ni siquiera puedes disimular ya el paso de la edad. En tu rostro comienzan a aparecer las primeras arrugas que tanto te horrorizan, tanto como tu vientre flácido.

Parece que no te sientan bien mis palabras, querida amiga. No te enfades, solamente trato de ser sincera contigo. Deberías cuidarte más, como yo.

Sé que lo intentas buscando la adulación, que eres de esas vanidosas que les gusta ir a la peluquería sólo para sentir la envidia del resto de mujeres que esperan ser atendidas. Ellas mal vestidas, mal peinadas...

Sí, desearías deslumbrar a todo el mundo, jugando con esa provocación que tan bien dominas, pareciendo del todo inocente, aunque las dos sabemos que no lo eres, creyéndote única, especial.

Me das pena, y en el fondo de mi corazón te compadezco. Parecerse a mí es totalmente imposible.

Todavía no he encontrado a nadie que consiguiera hacer de mí una sombra; que despertara en mí un ápice de inseguridad en la belleza que me envuelve.

¿Tú? Tú eres diferente. A ti te tengo que ver todos los días. Estamos condenadas la una a la otra, lo quiera yo o no.

Lo sabes perfectamente, necesitas mirarme cada día, incluso dos o tres veces, y hasta cuatro.

Y te engañas. Eso es lo que más me divierte. Nunca llegarás a parecerte a mí.

Aunque te gustaría y eso te corroe por dentro a pesar de tu falsa sonrisa.

Hoy me besarías tratando, en tu falsedad, de hacerme desaparecer. Pero a mí no me puedes engañar.

Sí, claro, ahora huye, vete, inténtalo de nuevo, pero te será imposible, y cuando te des cuente volverás a buscarme.

Ya sabes dónde estoy. Siempre en el mismo lugar. Nunca me oculto. Sólo tienes que mirar y si reúnes el valor suficiente, atravesar este espejo que nos separa, hasta llegar a mí.

Aún así… tenerme más cerca no te hará ser yo.





No me vanaglorié de ser hermosa
y sin embargo ostenté la belleza,
la presunción de que lograría todo
pues mi modestia resultó vencida
Por aquellos que creyeron más allá.

¿ Persuasión?

Sí, una fantasía adorada por fausto


“Alejaos de mi, no ayuda la fe, no ayuda el conocimiento, todo es vanidad”




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martes, 7 de diciembre de 2010

EL CUARTO. LA PEREZA.



Imagen de Calavera y Diablito.



…Pero yo ya no estoy y vuelvo a mi cama. Me tapo con las sábanas y cierro aún más los ojos.

Con un poco de suerte dormiré hasta mañana…

… Pereza … Pereza … Pereza … Pereza …

Aburrimiento…

Abro los ojos…

Una pequeña luz se filtra entre las pequeñas aberturas de la persiana. Tendría que haberla bajado mejor.

Ya amaneció, pero no tengo prisa por empezar el día. Quizás hoy ni salga de aquí, de esta cama.

No sé cuánto tiempo pasa, quizás horas, y escucho el teléfono.

Seguro que es mi madre. Habrá llamado a la Universidad y le habrán dicho que hoy tampoco me presenté a trabajar. Ahora llamará cada media hora o cada veinte minutos.

Pero no voy a responder, no tengo que darle explicaciones y no me apetece que esté continuamente preguntando qué me está pasando, porque lo haría, estoy segura.

Mejor me giro, acurrucándome entre mis sábanas, y trato de seguir durmiendo…

Otra vez el teléfono…

No se va a cansar, y al final me va a obligar a levantarme y a desconectarlo.

Quizás sea lo mejor.

Así que me levantó, y de paso aprovecho para darme un baño.

Me gusta que el agua cubra mis oídos y oírlo todo y no oír nada. Y me dejo llevar…

Cómo puedo explicarle lo que me está pasando si ni yo misma lo sé.

Bueno, sí lo sé. No tengo ganas de nada.

Antes no era así. Todos esperaban lo mejor de mi persona y por ellos lo hice. Pero de repente me di cuenta de que aquel no tenía que ser el motivo.

Ahora no encuentro mis razones, y todos siguen a la expectativa, y yo, vacía.

Incluso hubo quien me llamó genio. Si vieran al genio ahora desnuda en su bañera…
No, ni siquiera buscaré justificaciones para mi desgana.

Mejor me sumerjo unos segundos completamente en el agua…

Me gusta que el agua cubra mis oídos y oírlo todo y no oír nada. Y me dejo llevar…


Pero ya comienza a enfriarse, así que salgo y me pongo mi albornoz azul celeste y voy a la cocina a comer algo.

Tengo la nevera casi vacía, pero hoy no iré tampoco de compras. No necesito mucho, unos cereales y un poco de leche bastarán.

Mientras trato de llevar la cuchara a mi boca, suena el portero automático.

No creo que se haya atrevido a venir.

Sí, probablemente lo haya hecho.

Escucho como alguien la ha abierto, seguro que la vecina del piso de abajo.

Oigo sus pasos nerviosos subiendo por la escalera y como se acerca a la puerta.

Primero tocará el timbre dos veces, luego comenzará a golpearla.

“Sé que estás ahí hija, abre, abre la puerta”.

Pero yo ya no estoy y vuelvo a mi cama. Me tapo con las sábanas y cierro aún más los ojos.

Con un poco de suerte dormiré hasta mañana
.

… Pereza … Pereza … Pereza … Pereza …

Aburrimiento…

Abro los ojos…

Una pequeña luz se filtra entre las pequeñas aberturas de la persiana. Tendría que haberla bajado mejor…




Dejarse hasta que el vacío lo es todo…
como un río que malgastó su agua
y aún así siguió dibujando el terreno
trazando líneas desiertas, sin vida.


Abandonarse a instantes perdidos…
sin dejar que la lluvia te despierte,
esa lluvia que un día consiguió llenarte
y que hoy se pierde por tu inercia.


DESPIERTA PEREZA…




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miércoles, 1 de diciembre de 2010

EL TERCERO. LA AVARICIA.




Imagen de Calavera y Diablito.



Tomás de Aquino escribió “La avaricia es un pecado contra Dios, en el que el hombre peca al condenar las cosas eternas por las cosas temporales”.

¿Eternidad? ¿Quién la quiere? Cuando el fin de mis días estaba próximo la codicié pero después me di cuenta de que nada de lo que yo atesoraba podría hacer que la consiguiera.

La verdad es que no hubiera estado mal, una eternidad para conseguirlo todo… No, no hubiera estado nada mal. Y hubiera pagado cualquier precio, porque la verdad puedo pagarlo.

Aunque ahora que lo pienso, supongo que este Tomás se refería a una eternidad sin nada, en cuyo caso, que se quede él con ella, con la nada, y a mí que me deje que me muera con todo lo que tengo.

Sí, todos venimos a este mundo, desnudos, pero luego unos visten mejor que otros.

Yo, de niño vestía muy mal. No soportaba la pobreza en la que vivíamos, los zapatos desgastados de mi madre, los pantalones zurcidos una y otra vez.

Ella siempre dando gracias cuando algún vecino se dedicaba a hacer caridad con nosotros. Siempre al servicio de los demás, trabajando por nada…

No os podéis imaginar el asco que sentía cuando tenía que llevar la ropa de otro.

Cuando murió, supe que tendría que salir de allí, no para ser feliz, no, sino para construirme a mí mismo y conseguir más que todos los que me rodeaban. No quería volverme a sentir inferior.

Pobre mujer si supiera lo desleal que fui con mis hermanos. Ni sé que fue de ellos, cogí lo poco que se podía vender y me largué de allí.

No fue fácil. Al principio tuve que llevar una doble vida, por un lado trabajar en lo que fuera y por otro aprender, estudiar: idiomas, arte, economía, sociedad…

Cuando tuve creado el personaje, haciéndolo completamente mío, lancé mi engaño al mundo de los ricos: Un huérfano adinerado con mucha educación que rápidamente fue acogido en las altas esferas. Claro que también ayudó conquistar a la infeliz hija de un potentado y casarme con ella.

Su padre siempre tuvo recelos de mí, pero en el fondo le hice un favor y él a mi cuando me condecoró con ser su mano derecha (supongo que para tenerme vigilado).No me importó, sólo tuve que esperar y observarle…

Cómo disfrute el día que murió y me hice con el control de todo.

Comencé a llevar la vida que siempre había querido, buenos coches, buenas casas, cuadros con firma reconocida, y sobre todo, buena ropa, la mejor. Todo era poco, y cada día que pasaba quería más, sobre todo cuando en mi camino me encontraba con alguien que tuviera algo que yo no tenía.

¿Sabéis? El mundo de las finanzas se aprende rápido si no tienes escrúpulos y sabes cómo emplear realmente el dinero.

TODO. LO QUERÍA TODO...

¿Mi mujer? Ella sólo quería el título de esposa; se lo di, y cuando no necesité de nadie para poder alcanzar mis objetivos, me deshice de ella.

Tranquilos, no la maté.

Nunca entendí a las mujeres, la verdad, pero de igual modo que con las riquezas hubo a más de una que ambicioné como objetos que robar a sus dueños. Y robé, asalté, traicioné por tenerlas. Luego, cuando por fin las conseguía, dejaban de importarme, ya había obtenido todo de ellas y fuera de dos momentos de placer sexual no necesitaba nada más.

Un día de camino a mi oficina, parado en un semáforo, vi a un hombre trajeado con la corbata más impresionante que había visto nunca.

Aparqué y le dije que cuánto dinero quería a cambio de aquella prenda. Me dijo que era un regalo de su mujer en su primer aniversario y que no estaba en venta.

Erró su respuesta. Todo, todo en esta vida está en venta.

Le seguí, averigüé quien era, y se la quite, a su mujer, y luego ella me regaló aquella corbata. Todavía la tengo.

Seguro que no lo entendéis ¿Cómo podría explicarlo? ¿Alguna vez quisisteis algo que sabíais que no podríais tener? Los cobardes renuncian. Yo no. Y hago lo que sea por tenerlo. Pero voy más allá, hago lo que sea por tener lo que yo ambiciono y lo que ambicionan los demás.

Creo que morir tampoco está tan mal, y además ya tengo preparado mi funeral, hasta el traje y zapatos que llevaré. Será único. La pena es que mi panteón dorado no valdrá mucho una vez que haya muerto, pero entonces supongo que ya nada me importará porque no puedo llevarme todo lo que tengo conmigo.

¿Quién quiere la eternidad sin nada?

No soy tan codicioso.



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Enturbias con usura mi afán
condenándome con anhelos

Codicia me llaman…

Pero quién no me ambicionó,
quién no soñó con poseerme.

Quererlo todo…

Desear algo con toda tu ansia,
que te duela el alma amarilla

Ambicionar tal vez…



¿AVARICIA?



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