He velado durante muchas noches los sueños que no llegaban.
Noches infinitas en las que mi mente vagaba atravesando silencios en busca de
la palabra.
En mi aparente serenidad, traté de soñar despierta en un intento por
olvidarte. Pero tu sabor aún se hacía eco en mi boca.
Hoy te dedico los sueños perdidos. Te maldigo y te hago
culpable de las horas en las que tu recuerdo, torturándome, ha bordado mis
sábanas.
Y sin embargo, en mi reproche, no me olvido de los amaneceres en los que el
sol, aún tímido, me invitaba a evocarte,
a anhelarte, a desearte de nuevo.
No puedo renunciar a ser quien soy.
Adicta a los desvelos por pronunciar tu nombre, a pesar de
mis continuas renuncias, no dejo de sentir la tentación de tu ambrosía sobre
mis labios.
Hoy, completamente vestida de negro, entregándome a ti, te dedico los sueños perdidos, aquellos que
murieron por sentirme más viva en tu compañía.
Y en mi lamento, te saboreo lentamente, pues aún prometiéndome
que será la última vez, consiento el engaño.
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