Arderás lentamente en mi sueño, devorando cada uno de los
instantes en los que mis uñas gritaron su piel. Lo degustarás, tratando de
aniquilar los besos y caricias que se vertieron en él y despertarás de nuevo la
lujuria dormida, vistiéndola de rojo.
¿Recuerdas? Mi sexo sentenció el silencio, condenando mis letras a la locura del vacío,
de la ausencia...
Ayer soñé y en mi delirio la furia rasgó mis entrañas
clamando justicia, convirtiendo en un harapo el estandarte oscuro, rompiendo el
falso sosiego, quebrando la calma de mis sábanas.
La razón se perdió renunciando a su apatía, incendiando la
nostalgia por la que vendí mi alma sin ponerle precio, sin pedir nada a cambio.
Ayer soñé y en mi desvarío me encontré en mi propio infierno
tramando la rebeldía, incitando la sangre, acechando la tierra que, aún dormida, me pertenece, ensalivando mi boca
de deseo.
Sí, mi sexo inconsciente venció a la razón y en su
incoherencia cambió las leyes imponiendo los sentidos.
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