Me sentí desamparada sin el abrigo de mi sueño.
En mi desvelo, lleno de penumbra, repudié, amé el amanecer
que nacía en mí y cerré los ojos en un intento de recuperarlo. No pude.
Por fin podía contemplarte y aunque estabas de espaldas a mí,
supe que sonreías.
Yo que siempre añoré
los crepúsculos, no negaré que mi
quimera se llenó de nuevo de la luz del sol.
Amanecía y mientras el día trataba de imponerse, te vi caminando
en un horizonte manso.
Pude elegir quedarme en las sombras de la luna.
Pude elegir convertir aquel comienzo en un ocaso sin fin.
Pude elegir deshacer la aurora con mi plumaje negro…
Y sin embargo, como una niña impaciente, corrí tras de ti en
un intento de alcanzar tu mano.
Me deshice de mis alas negras y sintiendo la tierra en cada
paso, en cada latido, afronté sin miedo el calor que nacía en mi piel.
Hubiera entregado mi vida en aquel sueño, pero aún estoy
aprendiendo a vivir sin sombras…
qué bello! un placer para los sentidos, leerte... me encanta, sobre todo, el final : "aún estoy aprendiendo a vivir sin sombras"... qué bueno! gracias por seguir compartiendo, Un abrazo!
ResponderEliminarque difícil eso de vivir sin sombras
ResponderEliminarmuy bonito niña.. me ha gustado mucho :)
ResponderEliminardejar lo oscuro atrás y buscar la luz y el calor de un nuevo día