Envuelta
en la profundidad del sueño, no fue tan difícil, esta vez, saber que era él.
A
veces me cuesta tanto reconocerle que incluso llego a plantearme en mis
desvelos si de verdad existió y formó parte de mi vida.
En
silencio, con lentitud, enteramente mojado, extendió sus manos hacia mí.
Frente
a mi lecho, me llamaba sin pronunciar mi nombre.
No me
importó estar desnuda y dejándome llevar confié en su lluvia y las paredes de
mi dormitorio desaparecieron.
Caminé
hacia él intentando recordar su mirada y al alcanzarle pude percibir con dolor
el leve roce de las yemas de nuestros dedos; tan solo una caricia antes de que
el agua fría comenzara a resbalar sobre mi piel hiriéndome de muerte,
alejándome de los anhelos.
Se
había desvanecido.
Busqué
su voz arañando cada gota.
Temí
perder en mi sueño su recuerdo pero antes de que se agotara, antes de
despertar, transformé aquella lluvia en tinta azul con la que escribí, sobre mi piel, un cuento y esta vez sí tuvo final.
Tal
vez solo fue eso, un sueño y hoy ese cuento lo escribo con otra tinta…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Antes de nada: gracias.