EL CUENTO Nº39 DE LA LUNA OSCURA. EL TIEMPO, LA LUNA Y LA ESCRITORA.

Cuentan que una noche, la escritora de estos cuentos, mientras contemplaba la luna, sintió que le faltaba la inspiración.

Y al verse asi misma algo vacía, su luna, que siempre brillaba en sus cuentos, palideció.

Al percibirlo, intentó que recobrará su luz, pero las palabras parecían desvanecerse, y el tiempo burlón se mostró triunfante.

"Dime escritora ¿ya no puedes más?"

Pero ella no quiso escucharle y no cesó en su empeño. Buscó letras en su escritorio, y en las cajas donde escondió secretos. Incluso salió fuera, a su jardín, para sentirla más cerca; allí, donde las rosas otoñales apuntaban que aquel lugar seguiría regalándole colores y aromas que tanto la inspiraban. Donde la luna siempre le pareció la más hermosa.

Pero aquella noche, la dama blanca estaba oculta en su silencio. El silencio que ella siempre había tratado de romper. Y de nuevo el tiempo...

"Dime escritora ¿ya no puedes más?"

Y quiso callarle, al tiempo, buscando melodías olvidadas, de aquellos principios en los que las notas perdidas lo fueron todo. Y escuchó las gotas de una lluvia de ayer que había guardado entre su música favorita.

Pero la lluvia nunca fue la misma y aquella no le pareció la suya, quizás el tiempo la había escondido y por eso se burlaba tanto de ella.

"Dime escritora ¿ya no puedes más?"

Y ya arropada entre sus sábanas, sintiendo su calor, pensó que el tiempo tendría frío, y se apiadó de él.

"Me preguntó si alguna vez cuándo miraste la luna, en noches de desvelo, viste más allá de tus sueños, y te preguntaste por los suyos. ¿Lo hiciste?

Tú, mejor que yo, sabes en qué momento hice mío los sueños de la luna llevándolos dentro de mi, acompañando mi alma en la nostalgia que ambas compartimos. Porque para mi es nostalgia y melancolía. Así es mi luna.

Yo le di parte de mi alma, y ella, ay tiempo, ella, a pesar de su tristeza, me dio todo su calor.

¿Pensaste de verdad alguna vez, que mi luna era fría?"

Fue en ese instante en que los latidos de la escritora acallaron al tiempo, mientras ésta se levantó y, descalza como siempre, se dirigió a la ventana, y al abrirla volvió a soñar.

Y allí, allí, en sus sueños, estaba su luna, nuestra luna.

Cuentan que esa noche el tiempo se paro con respeto y la escritora, encontrando sus palabras, escribió su más hermoso cuento "Aquella noche despertó la luna brillando más allá de cualquier momento..."