Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

lunes, 11 de febrero de 2013

GUAPAS Y FEAS... LA VERDADERA HISTORIA DE LA FEA DEL COLE...



Pues sí, es cierto, yo soy de esas mujeres que en su día fui catalogada como la fea del cole y sufrí por culpa de ese apodo. Porque seas o no fea, te cuelgan el san benito y lleva sus años librarte de él.

Lo mejor es que yo no pensaba entonces que fuera tan fea. De hecho, en mi casa, mi familia, parecía no cansarse de decirme que era muy guapa, sobre todo mis abuelos que me repetían con mucha frecuencia que era la niña más bonita del mundo y también la más lista.

No, no me veía tan horrible. Vale, es verdad que me sobraba algún kilo de más, que mi pelo parecía que no se decidía entre quedarse liso o rizado, que me tocó llevar, durante unos años, unas gafas con un parche en un ojo porque el oftalmólogo decía que lo tenía vago y que también lucí un brillante aparato en los dientes, pero quitando todo esto, nunca me vi a mi misma como un monstruito.

De hecho,  llevar el apodo de “la fea” no fue tan traumático porque aunque no os lo creáis, no era de los peores. Recuerdo que había una niña a la que llamaban marimacho porque le gustaban los deportes y siempre estaba pidiéndoles a los niños que les dejaran jugar al futbol con ellos. A otra la llamaban la repetidora y muchos padres prohibían a sus hijos que se relacionasen con ella supongo que porque  a lo mejor se pensaban que ser repetidor era algo contagioso. También estaba la mojigata, muy católica ella, que pensaba que todo lo que no fuera estudiar era pecado; la rara, siempre con un libro en la mano y buscando un rincón tranquilo para leer; la delincuente porque fumaba y nadie se metía con ella; la repelente porque era muy lista y siempre sacaba las mejores notas (sí la que se sentaba en la primera fila); la adelantada porque había desarrollado antes que nosotras y todos los niños parecían querer estar con ella e incluso algunos presumían de haberle tocado las tetas… Y claro, luego estaban las otras, las guapas, siempre a la última que se movían en grupo,  sonrientes y que era las que se inventaban los apodos para el resto de nosotras mientras todos los niños bebían los vientos por ellas.

Yo a estas últimas las llamaba las pérfidas, pero ya lo dije una vez, los niños pueden llegar a ser muy crueles y yo hubo un tiempo que también lo fui pero es que no te podías defender de ellas; si lo hacías, te atacaban y  te venían con el cuento de que eras una envidiosa.

Y yo, yo no las envidiaba. Bueno, a lo mejor un poco porque todo parecía muy fácil para ellas…

Hay gente que piensa que lo que se vive en el colegio no tiene nada que ver con lo que luego te encuentras en la vida real. Yo no estoy de acuerdo, de hecho creo que algunos aprendimos a vivir antes porque no lo tuvimos, eso,  tan fácil y después no os creáis que fue mejor.

Soñar, soñábamos todos, incluso los guapos, pero algunos teníamos los píes más sobre la tierra.

Yo soñaba con el día en el que siendo yo la gente me aceptase no por mi apariencia… Sí claro, había leído el cuento del patito feo y pensaba que algún día yo también me convertiría en cisne, pero eso sí, sin olvidarme del patito. Es que era muy filosófica.

Pero puestos a ser sinceros, también soñaba con el día en el que todas las que teníamos esos apodos nos juntábamos y derrocábamos en un baile a todas las guapas; en ese baile, los niños se mataban al final por bailar con nosotras y claro, el niño más guapo bailaba conmigo. Porque feas o no a todas nos gustaba el guapo y él resultaba que no solo era guapo, también era maravilloso, listo y profundo.

Joder qué queréis que os diga, soñar es libre y a lo mejor yo no tenía los píes tan en el suelo…

Hace poco recibí una invitación para una fiesta que organizaba la asociación de antiguos alumnos del colegio y claro os podéis imaginar que fui. Me pudo la curiosidad.

Al llegar, me sorprendí porque aunque algunos rostros me eran familiares,  no sé,  me costó reconocer a la gente.

Pero a él no… Allí estaba tan guapo como siempre…

Me gustaría contaros que al verme no pudo resistirse y vino hacia a mí para invitarme a bailar… Me hubiera conformado con deciros que no me sacó a mí pero sí a otra compañera que también había soportado llevar la carga de un apodo… Pero no fue así. En su lugar, invitó a la más guapa que resulta que  también era la más guapa del colegio y la reina de todas las pérfidas.

Y aunque la visión de Carrie; cubierta de sangre y cargándose a todo dios,  se me pasó por la mente, me contuve.

En ese momento, reconocí a todas mis amigas: a la marimacho, a la mojigata, a la adelantada, a la cerebrito, a la rara,  incluso a la repetidora y a la repelente… y ellas, ellas no se contuvieron y al final hasta yo me uní al baile.

¿Envidia? Yo creo que no… Más bien Sed de Venganza.

Y luego dicen que los sueños de las feas no se cumplen… Eso sí, al guapo le salvamos, porque, porque, porque… Era muy guapo.

1 comentario:

  1. Jajajajajajaja..... En estos relatos te sales querida. Yo como hombre, te digo, más vale una fea dispuesta a una guapa que se cotiza. Un abrazo y BESOTE... Y... para favores de circunstancias están los amigos.

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Antes de nada: gracias.