Pues sí, es cierto, yo soy de esas
mujeres que en su día fui catalogada como la fea del cole y sufrí por culpa de
ese apodo. Porque seas o no fea, te cuelgan el san benito y lleva sus años
librarte de él.
Lo mejor es que yo no pensaba
entonces que fuera tan fea. De hecho, en mi casa, mi familia, parecía no
cansarse de decirme que era muy guapa, sobre todo mis abuelos que me repetían
con mucha frecuencia que era la niña más bonita del mundo y también la más lista.
No, no me veía tan horrible. Vale, es
verdad que me sobraba algún kilo de más, que mi pelo parecía que no se decidía
entre quedarse liso o rizado, que me tocó llevar, durante unos años, unas gafas
con un parche en un ojo porque el oftalmólogo decía que lo tenía vago y que
también lucí un brillante aparato en los dientes, pero quitando todo esto, nunca me vi a mi misma
como un monstruito.
De hecho, llevar el apodo de “la fea”
no fue tan traumático porque aunque no os lo creáis, no era de los peores. Recuerdo
que había una niña a la que llamaban marimacho porque le gustaban los deportes
y siempre estaba pidiéndoles a los niños que les dejaran jugar al futbol con
ellos. A otra la llamaban la repetidora y muchos padres prohibían a sus hijos
que se relacionasen con ella supongo que porque
a lo mejor se pensaban que ser repetidor era algo contagioso. También
estaba la mojigata, muy católica ella, que pensaba que todo lo que no fuera
estudiar era pecado; la rara, siempre con un libro en la mano y buscando un
rincón tranquilo para leer; la delincuente porque fumaba y nadie se metía con
ella; la repelente porque era muy lista y siempre sacaba las mejores notas (sí
la que se sentaba en la primera fila); la adelantada porque había desarrollado
antes que nosotras y todos los niños parecían querer estar con ella e incluso
algunos presumían de haberle tocado las tetas… Y claro, luego estaban las
otras, las guapas, siempre a la última que se movían en grupo, sonrientes y que era las que se inventaban los
apodos para el resto de nosotras mientras todos los niños bebían los vientos
por ellas.
Yo a estas últimas las llamaba las
pérfidas, pero ya lo dije una vez, los niños pueden llegar a ser muy crueles y
yo hubo un tiempo que también lo fui pero es que no te podías defender de ellas;
si lo hacías, te atacaban y te venían
con el cuento de que eras una envidiosa.
Y yo, yo no las envidiaba. Bueno, a
lo mejor un poco porque todo parecía muy fácil para ellas…
Hay gente que piensa que lo que se
vive en el colegio no tiene nada que ver con lo que luego te encuentras en la
vida real. Yo no estoy de acuerdo, de hecho creo que algunos aprendimos a vivir
antes porque no lo tuvimos, eso, tan
fácil y después no os creáis que fue mejor.
Soñar, soñábamos todos, incluso los
guapos, pero algunos teníamos los píes más sobre la tierra.
Yo soñaba con el día en el que siendo
yo la gente me aceptase no por mi apariencia… Sí claro, había leído el cuento
del patito feo y pensaba que algún día yo también me convertiría en cisne, pero
eso sí, sin olvidarme del patito. Es que era muy filosófica.
Pero puestos a ser sinceros, también
soñaba con el día en el que todas las que teníamos esos apodos nos juntábamos y
derrocábamos en un baile a todas las guapas; en ese baile, los niños se mataban
al final por bailar con nosotras y claro, el niño más guapo bailaba conmigo.
Porque feas o no a todas nos gustaba el guapo y él resultaba que no solo era
guapo, también era maravilloso, listo y profundo.
Joder qué queréis que os diga, soñar
es libre y a lo mejor yo no tenía los píes tan en el suelo…
Hace poco recibí una invitación para
una fiesta que organizaba la asociación de antiguos alumnos del colegio y claro
os podéis imaginar que fui. Me pudo la curiosidad.
Al llegar, me sorprendí porque aunque
algunos rostros me eran familiares, no
sé, me costó reconocer a la gente.
Pero a él no… Allí estaba tan guapo
como siempre…
Me gustaría contaros que al verme no
pudo resistirse y vino hacia a mí para invitarme a bailar… Me hubiera
conformado con deciros que no me sacó a mí pero sí a otra compañera que también
había soportado llevar la carga de un apodo… Pero no fue así. En su lugar,
invitó a la más guapa que resulta que
también era la más guapa del colegio y la reina de todas las pérfidas.
Y aunque la visión de Carrie;
cubierta de sangre y cargándose a todo dios,
se me pasó por la mente, me contuve.
En ese momento, reconocí a todas mis
amigas: a la marimacho, a la mojigata, a la adelantada, a la cerebrito, a la
rara, incluso a la repetidora y a la repelente… y ellas,
ellas no se contuvieron y al final hasta yo me uní al baile.
¿Envidia? Yo creo que no… Más bien
Sed de Venganza.
Y luego dicen que los sueños de las
feas no se cumplen… Eso sí, al guapo le salvamos, porque, porque, porque… Era
muy guapo.
Jajajajajajaja..... En estos relatos te sales querida. Yo como hombre, te digo, más vale una fea dispuesta a una guapa que se cotiza. Un abrazo y BESOTE... Y... para favores de circunstancias están los amigos.
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