Y la ilusión tiñó mis sueños porque
en aquel verde me vi reflejada.
Es curioso, aquella noche encendimos
velas y contemplamos las extrañas formas que iban creando sus gotas templadas.
No miramos el reloj y simplemente
esperamos a que se consumieran en mi jardín.
Podríamos haber detenido el tiempo en
el instante en el que la última extinguió su luz; no había prisa, pero
permanecimos allí en silencio quizás deseando convertirnos en eternos.
Una vez soñé que tenía un jardín y
que cada día antes de acostarme paseaba por él respirando noches, llenándome de
mis lunas. Incluso inventé uno en mis cuentos tan parecido al que ahora tengo...
En él crecían mis rosas y cada primavera apostaba impaciente por el color de la
primera. Este año fue roja…
Aquel día hubiera renunciado al
sueño, pero a estas alturas ¿quién puede vivir sin sueños? ¿Quién puede soñar
sin rosas?
He sentido muchas veces que me falta
el aliento, he sentido muchas veces la soledad que cree para mí, me he sentido
tantas veces yo que hoy no podría renunciar a mi jardín.
Y la ilusión tiñó mis sueños porque
en aquel verde me vi reflejada.
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