Aquella noche la luz de la luna iluminó de nostalgia el sendero que conducía al viejo puente y aquella figura que, en su soledad, caminaba sin miedo.
En su paseo, no se había imaginado llegar hasta tan lejos, pero al comenzarlo lo había hecho viajando con el recuerdo y, sin darse cuenta, sus pasos la condujeron hasta allí.
El otoño había llegado alfombrando el camino con suaves hojas que cantaban su último latido. Y qué hermoso sonido en el que era tan fácil perderse.
Siendo niña algunos atardeceres de domingo salía a pasear con su padre. Le encantaba caminar dando patadas a los montones de hojas, haciéndolas volar. Y su padre, la imitaba entre risas. Luego, cuando aparecía la luna en tonos naranjas, regresaban a su casa.
Años después sería ella la que enseñaría a jugar a su hija en esas tardes de otoño. Y una sonrisa se dibujó en su rostro, cálida y llena de ternura.
Empezaba a hacer frío, como a ella le gustaba, y la luna otra vez se había convertido en su acompañante iluminando al fondo aquel puente de madera.
Qué curioso era el tiempo, los años pasaban deprisa, pero el puente pareciera que no hubiera cambiado. Y aunque muchos días paseaba y llegaba hasta él, aquella noche le parecía especial. Era su puente, y quizás el de la luna.
Sobre él, en su inocencia de juventud, formuló un deseo mientras contemplaba el reflejo de su amiga sobre las aguas del río que le cruzaba "Conocer el amor de la forma más extraordinaria posible".
En su primer beso, su amor le condujo hasta estar sobre él. Y qué hermoso beso. No podía haber elegido un marco más bello.
El amor de juventud era uno de sus más preciados recuerdos. Aunque a veces dolía, no se negaba a vivirlo.
Aquel puente, sin duda, había formado parte de su vida, igual que el sonido de ese río que pareciera estar siempre lleno de sus momentos.
En el dolor por la pérdida de los que tanto amó, quiso ahogar sus lágrimas en él hasta encontrar la serenidad. Y por fin, pareciera que la hubiera hallado. En esa noche lo supo. Era el otoño de su vida; un otoño solitario lleno de recuerdos que en días como aquel aparecían dándole a todo un sentido.
Contempló de nuevo el reflejo de esa luna sobre las aguas negras "Dichosa tú, luna, el tiempo pasa pero tu reflejo no cambia, como este puente y este río".
Recordó entonces que era sábado y que quizás al día siguiente vendría su hija con su nieto. Y quizás y sólo quizás saldrían los tres a jugar con las hojas.
Mientras regresaba a su casa,alejándose del puente, la luna siguió acompañándola "Sí, realmente aquella mujer había conocido el amor en la forma más extraordinaria".
Ummm, leo entre lineas. Un besazo.
ResponderEliminarEs precioso el relato Ana. No debe ser fácil perder lo que se ama; no lo es ya tratándose de personas a las que tienes cariño...
ResponderEliminarAbrazos.
Hay amores que son inolvidables que siempre estaran dentro del corazon, aunque pase los años seran añorados.
ResponderEliminarPrecioso relato Anita de mi vida.
Con cariño
Mari
a veces las palabras carcen de sentido y en esos momentos me quedo callado y miro.
ResponderEliminar¿puedo mirar?
besitos
ANA: Con tu nuevo cuento, aunque dudo que lo sea, transportas al lector a épocas vividas, que ya tenia olvidadas. Y lo haces con la maestria narrativa que te caracteriza, que hace imposible no volver a sentirte en épocas ya pasadas.
ResponderEliminarUn beso para ti y otro para la abuela del cuento
Sin tiempo hoy para leerte, estimada Ana, voy de bólido...!
ResponderEliminarBesos.
Hola cielo otro bello cuento dificil olvidar a perosnas que quieres
ResponderEliminarun beso
Precioso. El Otoño para mí es época de recuerdos, de nostalgia, de puro sentimiento. Hay una bella zona al Norte de Guadalajara que, desde hace 2 años, se ha convertido en un paseo necesario para mí para recordar, justo al atardecer, cuando los contrastes de colores son así de intensos: el azul del cielo, el verde de las praderas, el rojo de las hojas de los robles, y el anaranjado del Sol que se despide...
ResponderEliminarTodo ello, me hace sentir que un día fui tremendamente feliz, y que en mi vida he conocido el Amor en su forma más extraordinaria...
Sigo por aquí, Ana. No me he ido...
Besos a aroma de Otoño...
Que bonita historia nos regalas.
ResponderEliminarMe ha hecho recordar muchas cosas, que nunca morirán.
Un besito.
Increible relato.
ResponderEliminarPienso que cualquier amor, real, como tal, nunca puede ser olvidado
Todo lo que perdemos nos duele, si es un amor más aún, si ha sido nuestro primer amor, nos dejará huellas que ya nunca se borrarán. Precioso cuento.
ResponderEliminarUn saludo.
Este cuento hoy me llega más hondo que nunca... El amor, cómo puede doler (te lo digo ahora con lágrimas en los ojos..). Y cuánto más arriba nos lleva, cuando más nos dejamos llevar, más maravilloso es, y nos lleva a volar por cielos cada vez más altos... pero si cae, si llega ese dolor y esas lágrimas, pareciera que con ellas podríamos apagar las llamas del mismo infierno adonde hemos caído...
ResponderEliminarPero yo tampoco me niego al amor por mucho que pueda llegar a doler y a sangrar... y te lo digo hoy mismo, con lágrimas en los ojos y el corazón ensangrentado... No me arrepiento de un sólo beso, abrazo, momento... Mira que ya tengo 26 años y no era la primera persona con la que he estado, pero esta historia ha sido la más maravillosa que me ha ocurrido en toda mi vida... también la del final más doloroso, pero ha valido la pena...
(No sé porqué te cuento esto, me imagino que necesitaba desahogarme... espero no haberte molestado).
Besitos.