¿Sabes? Hoy me he vuelto a ver a mí misma esperando una lluvia que apagara mi destino, una lluvia que pusiera fin a este cuento. Será que el sol brilla con más fuerza que ayer y cada día que pasa comienzo a verlo todo con más claridad.
Él me dio la vida.
Nunca fui a un oráculo pero siempre tuve el presentimiento que habría un tiempo en mi vida en el que permitiría que las llamas me envolvieran de nuevo, a pesar de mi renuncia constante a entregarme y a extinguirme en él.
Incluso visité el volcán ante el que una vez me sacrifiqué a mi misma jugando con las palabras que siempre me acompañan y supe que él había estado allí. Por eso le dejé para el final.
Yo que siempre me he amparado en la frialdad de las noches, he conseguido ahora hacerlas arder, pero si me entrego completamente a mi fuego moriré, lo sé…
Aún así, sintiendo su presencia cercana, he caminado con pasos firmes aunque a mi alrededor el suelo comenzaba a desaparecer y un abismo rojo lo invadía todo.
Tengo tantos recuerdos.
No ocultaré el temor a que se incendie mi cielo y no quede lugar para la frialdad de mis lunas, porque vivir asusta y quién una vez fue como el fuego no lo olvida.
Te diré como es. Es como hacer malabarismo con bolas prendidas sin miedo al dolor.
Yo era la mejor malabarista pero siempre hice trampas porque no he dejado de tener miedo, porque respirar fuego duele…
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