Mientras conducía de regreso a casa, no pudo evitar que la luna de aquella noche la sedujera, al tiempo que la canción que últimamente parecía acompañarla sonaba en su coche.
Ya se había convertido en un ritual encender el fuego, aunque no siempre lo conseguía a la primera.
Y de nuevo, aquel tema…
Hay veces que el tiempo se detiene en una melodía que al final acaba formando parte de nuestras vidas, acompañando los recuerdos y a ella, sin duda, le gustaba coleccionar sinfonías que hacía suyas porque las percibía en su interior, como si aquella música hablara logrando el descanso de sus palabras, como si reflejaran a la perfección el momento en que se encontraba.
Mientras le esperaba, se sentó a contemplar las llamas permitiendo que la atraparan y la envolvieran.
Lo dejó para el final por miedo a sentir que quizás no había mucho que decir sobre él, porque quizás negaba que aquel elemento formara parte de ella.
Sabía que podía haber escrito sobre la destrucción que conllevaba porque después de él apenas quedaban cenizas, pero durante aquel invierno supo que no podría prescindir de su calor y entendió que también el fuego era vida.
Y durante el día más frío de aquel tiempo sintió como su propia piel ardía.
No, ya lo dije antes, nunca creyó en el fénix porque quizás una persona no puede dejar de ser quién es completamente y renacer sin más de las cenizas, porque algunas cenizas siempre se recuerdan.
No sé si habrá dos fuegos iguales, porque los instantes no se repiten, pero sin duda aquel era único, como aquella melodía…
…Y mientras le esperaba comenzó a escribir…
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