“La posibilidad de ser feliz equivale a no tener historia…” (Javier)
Ha pasado tiempo desde aquel día en que el septentrión me separó de la última hoja de mi árbol, y aunque de vez en cuando recibo noticias de ella, ningún viento, desde entonces, ha conseguido devolvérmela.
Soy feliz sabiendo que ella lo es.
A veces, la imagino recorriendo en su vuelo este mundo inmenso, descubriendo una belleza que de haber permanecido aferrada a mi árbol nunca hubiera disfrutado.
Mi árbol…
Cada vez que veo mecerse sus ramas llenas de hojas nuevas, mi gato y yo la recordamos, aunque últimamente el viento se ha tornado cálido, separándome más de ella.
Aún así, a pesar de la distancia, puedo percibir en mi interior cómo comparte conmigo todo lo que está descubriendo.
Sí, soy feliz sabiendo que ella lo es.
Hoy fue una brisa en el atardecer, pero en lugar de hablarme de mi hoja, lo hizo de aquella extraña pareja que sentados de espaldas al mundo, mientras se abrazan, contemplan todo.
Ni siquiera sabré de qué color tienen los ojos, y la historia acabará perdiéndose en ese abrazo, pues fuera de él lo demás es tiempo, instantes fugaces.
No importa que el viento levante las faldas de las damas que pasean delante de ellos, o que agite sus sombrillas mientras las olas del mar se rompen contra un faro pintado de colores... porque su vuelo, aunque aún no lo sabe, también es fugaz.
Ha caído la noche prometiéndome una templanza…
Las ramas de mi árbol permanecen dormidas, pero sé que lejos de aquí mi hoja no ha cesado su viaje y ellos dos siguen aún abrazados.
Quizás mañana llegue mi viento y al atardecer te visite para hablarte de mí...
Un texto intachable. Sin objeciones de mi parte. Poético, no apto para lectores que busquen lo fácil,a la vez sugerente en todo momento como digno por su prosa bien construida que denota arduo trabajo, sin ninguna duda.
ResponderEliminarPodría seguir en mi tono pero aprovecho para hacer un inciso en la premisa de Javier: Desconozco personajes felices si a personas congruentes.
Nadie, que nadie.
ResponderEliminar‘Naita, ná, nadie’.
Atadito estoy con cadenas,
Mis suspiros son mi condena,
Madre, perdona mis culpitas,
Que son mi dolor las lagrimitas
Que corren por tus mejillas
Porque, desde Jerez a Sevilla,
Pasando por Lebrija o Utrera,
No hay madrecita más ‘güeña’.
Nadie, que nadie.
‘Naita, ná, nadie’.
La idea de ser feliz es aprovechar cualquier momento para hacerlo único.
ResponderEliminarEntonces al alquimista se miró los dedos, los vio enrojecidos, resecos, entorpecidos por los años dedicados al ajetreo entre alambiques y morteros. Sin duda su suerte llegaba al final. Los vapores de sus combinaciones llegaban hasta el techo y rezumaban cierto triunfo. Estaba eufórico, incrédulo de su conquista. Merecía un descanso, alcanzaba el éxito. Se sentó en su sillón preferido. Los efluvios se fueron diseminando por el laboratorio mientras, satisfecho, dejaba que sus ojos se vencieran al cansancio.
ResponderEliminargracias por compartir con nosotros me gusta la entrada de hoy te felicito por ella besitos
ResponderEliminarains mi niña...hoy es suave, meloso, tierno
ResponderEliminarjusto lo que necesitamos... me gustó ese viento
con aroma delicado.
Un beso gigante!!