Antes de poner fin a este trabajo, permitiendo que la oscuridad hable, no he podido evitar cruzar el charco y traeros hoy aquí un relato de alguien que llegará lejos, una mujer valiente que convierte el escribir relatos oscuros y de terror en todo un arte. Llena de fuerza, y de creatividad ha escrito ya dos libros, y sé que nos sorprenderá con más.
Para mí, ya una amiga con la que comparto ese gusto por la oscuridad que envuelve al escritor, que se convierte en fuente de inspiración y de la que emanan personajes que no te dejan indiferente.
Si alguna vez alguien dijo que las mujeres no eran capaces de crear relatos de terror, está claro que no te conocían...
" No todo lo oscuro es macabro ni fatídico, más bien la oscuridad es la luz que no vemos. "
LUCILA CASTRO DIAZ.
EL VIEJO CUARTO DE MAMÁ.
Amaba a mi madre más que a todos, pero ahora le temo, no sé como salir de su cuarto, ella golpea por momentos la puerta con los puños, puse su antigua cama para evitar que entre; cuando era niña mamá me contaba cuentos de terror, siempre con finales felices, que extraño que en un cuento de terror el espíritu descubra que debe descansar en paz, siempre me pregunté como será estar muerto, jamás pensé en como moriría, ella fantaseaba con que papá le era infiel, mi padre no haría eso jamás, menos con quien ella pensaba. Una tarde que regresaba del trabajo fui directamente a su cuarto, se escuchaba que ella se quejaba por algo, al entrar lo que vi fue espantoso, sentí como si se me helara la sangre en las venas, quedé tiesa, dura del susto, Mamá había matado a papá, tenia un cuchillo que usaba para deshuesar el pollo, y jugaba con las tripas de mi padre, sin estar conforme con apuñalarlo lo había abierto del cuello a los genitales y sacaba sus órganos, ella lo imaginó siéndole infiel.
Me creí morir del dolor, la enviaron al hospital psiquiátrico, lleva ya dos años allí, yo me casé con el deseo imperioso de formar una familia, mi esposo era todo lo que soñé en mis treinta años, tenia una vida normal, estudiaba leyes, yo trabajaba como secretaria de una doctora, llegaba a mi casa y solo anhelaba cenar con Juan e ir juntos la cama. Siempre quise abrir el viejo cuarto de mamá, la casa estaba ya muy antigua, intenté venderla pero con los hechos que aquí ocurrieron jamás lo logré, en el barrio le decían la casona de los crímenes, mi abuelo la había comprado en un remate cuando contrajo matrimonio por muy poco dinero puesto que el dueño anterior, después de asesinar a su esposa e hijos, intentó prenderla fuego, parecía ser un lugar destinado a los homicidios, mi abuela; madre de mi madre; se suicidó en el cuarto que más tarde fue de mamá, como iba yo ahora habitar aquella húmeda y escalofriante habitación después de los hechos tormentosos allí ocurridos.
Con Juan estábamos ahorrando dinero para comprar un departamento y mudarnos para no caer en la maldición que parecía tener la casa, fue una pena no poder irnos de aquí, justo la noche anterior a la mudanza aconteció lo temido. Era una cálida noche de estío, las estrellas brillaban como nunca en su firmamento, regresábamos de festejar nuestro primer aniversario de casados, cuando notamos que la puerta principal había sido forzada, Juan me pidió que me quedara en la vereda, pero yo lo acompañé hasta el porche, se oían ruidos raros como si alguien corriera descalzo por la casa, él ingresó, por largos minutos no se escuchó nada, hasta que después pude oír un grito de dolor de mi esposo, entre cegada a la casa, encendí la luz del living y nada, recorrí todo abajo, subí lentamente las escaleras, hasta que allí lo vi a mi amor, estaba junto a la puerta del baño todo ensangrentado, tenia abierto el pecho como papá, grité como loca, lo abrace estremecida, hasta que sentí que alguien me jalaba del cabello, miré para arriba, era mamá,
- Sos la perra que fornica con mi marido.- Gritó alzando su cuchillo.
- No...mirame bien mamá soy yo Julieta...tu hija. - Le dije sollozante.
Ella me sonrió, logré quitarle la mano de mi pelo, corrí al viejo cuarto, donde me encerré con llave, ella comenzó a golpear con los puños mientras me maldecía, intenté huir por la ventana, pero estaba tapada desde afuera con maderas, no sabia que hacer, gritaba a la gente afuera pero parecían no escucharme.
Cada minuto era una agonía, no podía dejar de pensar en Juan, mi dulce y comprensivo esposo, víctima de la crueldad de mamá, ahora ella me quiere a mí, como podía hacer para salir, pensé en matarla, busque algo con que hacerlo pero en el viejo cuarto solo había un cristo en la pared corroído por el tiempo que perteneció a mi abuela, entre la humedad y el terrible calor que hacia afuera estaba ahogándome. No podía creer que mi madre después de cinco largos días, no se cansara del otro lado de la puerta, que los vecinos no levantaran sospechas con todos los gritos de la noche en que asesino a Juan, ya no tenia fuerzas, intentaba ponerme de pie y me caía, los pensamientos de beber y de comer me enloquecían, tragar saliva me dolía y la garganta la tenia cada vez mas trecha, veía borroso y todo giraba en mi mente, ya no tenia que vomitar en mi estomago, cerré los ojos agotada.
Unas voces desconocidas me hicieron reaccionar, alguien había entrado en la casa, seguramente la policía, miré por entre las maderas hacia la calle, al fin, dos ambulancias y varios vehículos de la ley, alguien forzó la puerta del viejo cuarto en donde yo estaba falleciendo víctima de mi madre, un oficial entró, - ¡Esta acá!... - exclamó sin mirarme. Me levanté como pude, una escalofriante revelación vino a asecharme, vi mí cuerpo inerte junto a la ventana, tenia el cuchillo que usaba mamá para deshuesar el pollo en mi mano derecha, y las venas de mi mano izquierda cortadas, salí del cuarto atormentada, una camilla se llevaba a Juan, busque a mamá pero no la hallé. Escuché a un oficial que tomaba nota; Mujer de treinta, Julieta Ávila, asesinó al marido por la espalda y se quitó la vida en aquel cuarto, la vecina de al lado quien estaba como testigo dijo,
- La pobre tiene a la madre en un psiquiátrico por matar al padre de igual manera. - Declaró.
Miré hacia la calle como la ambulancia llevaba mi cuerpo, una pregunta vino a mí, ¿Estaría eternamente en el viejo cuarto de mamá? - Pensé en Juan, el pobre murió por mi mano, recordé como entré con él a la casa aquella infortunada noche, fui a preparar café, me era infiel lo había visto aquella tarde en su oficina con la secretaria de su jefe, iba a dejarme y cuando lo vi de espaldas lo apuñalé quince veces, hice lo que todas en la familia me vengué. Ahora veo a una mujer que habita la casa, poniendo veneno en la cena de toda su familia.
Gran relato, emocionante y crispante hasta el final, si es que puede tener final....
ResponderEliminarEstoy de vuelta por la blogosfera, amiga.
ResponderEliminarAbrazos.
Muchas Gracias Ana la verdad que no sé como agradecerte tan bellas palabras, sos una amiga de verdad, que bueno que la vida nos cruzó, hacia tiempo que buscaba a una escritora con la cual compartir textos de terror, y solo encontraba mujeres que pensaban en ellas mismas, hasta que la vida me cruzó por tu camino y conocí a una verdadera escritora que trabaja con pasión como vos, por eso sé que seremos grandes amigas, por que ambas le ponemos pasión a la escritura, lo nuestro no es una escritura deportiva sino real, fuerte con todo lo que se necesita para crear un terror diferente, un terror real, tangible, a cualquiera de nosotros puede pasarnos lo que les pasa a nuestros personajes, un fuerte abrazo amiga y besos, y que tengas dulces pesadillas. Lucila Castro Díaz
ResponderEliminarQue buen relato, este esta en su primer libro de la saga noctámbula, la verdad todos sus cuentos te dejan llenos de preguntas, amo a esta escritora, muchas gracias Ana por compartirla, las dos son maravillosas y nos dan muestra que definitivamente las mujeres saben hacer terror. maravillado
ResponderEliminarAmo pasar y perderme en tus escritos, es un tiempo tan mio cuando me lo sorbo para leerte amiga!!!
ResponderEliminartqm!! ♥
Me da miedo que seais amigas. Lo digo mientras protejo mi dos pelotas aferrando mis manos al bulto. Ya lo que me faltaba, no una sino dos, dejandome cada noche acorralado con mis pesadillas.
ResponderEliminarHoy, por cosideración, no seré crítico. Para mí tu relatos tiene dos puntos a considerar.
Pero dejaré aquí, esta vez mi parte buena. Hiciste un loable trabajo. No son las historias que a mí me llegan más, pero reconozco la idea urdida, trama, etc...
No me extiendo porque sino llegaria a la parte criticable... otro día será, reina.
Para ambas:
BESOTES
Joé, he tenido dejar nuevamente 'online' mis blogs para poder dejar un comentario, comentario que eran antes objetivo y crítico... pero... ahora estoy cansado... seré benévolo esta vez.
ResponderEliminarOs dejo a ambas una impronta subjetiva de la impresión literaria que me incita leer ciertos escritos:
Para aquel que escuche, que sepa. Mi vagar por estas carreteras inhospitas, solitarias, no fue un capricho. Estuve viviendo demasiados años en el culo del mundo y, sí, confieso, quedé atormentada de tanto silencio, de tantas noches rodeada del crujido del pasado. Ahora veo el horizonte ondulado. Las colinas se acercan mientras conduzco a velocidad no permitida. Mis rizos quedan atras con el viento,... el viento ensordece. Me siento nueva, despierta y solo oigo en mis sienes los latidos de mi corazón eufórico, sobresaltado.
El mundo me espera y el tiempo apremia...
¡Eh, desconocido! Deja que descanse en tu hombro si prometes no preguntar ni mi nombre ni sobre mi pasado. Hoy quiero ser tu ángel exhausto. Mañana desapareceré y pensaré si cortarme el cabello que una noche quedó expuesto a dedos ennegrecido por el trabajo duro,incautos.
En la mañana volveré al camino polvoriento, dejaré mi cabellera recien duchada, como mi cuerpo, enfilando el destino que me busca, me perderé por esas carreteras de olvido hasta llegar a un nuevo destino. Donde manos duras, labradas, nuevamente destrenzaran mis bucles apelmazados por el viento y el polvo del camino.
¡Qué tengais noches no muy truculentas!
BESOTES
P.D.: Os juro por la salud del oficiante de la iglesia de mi barrio que he escrito mas de un comentario, debieran llegar casi a la decena, pero no había manera. Finalemente lo dejo así... como una introducción leve y sutil a la amistad.
... Y que conste. ¡Que no me estoy metaforseando!
No Sé que intento decir este señor de arriba pero la verdad son dos excelentes escritoras Ana y Lucila saludos muy bueno tu Blog
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