Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

martes, 30 de agosto de 2011

LOS RELATOS DEL AGUA 1. CUENTAME UN CUENTO II.


Acércate, que hoy sí, hoy te contaré un cuento.

Hace mucho tiempo, en una noche de verano como ésta, la luna se conmovió observando, como un jardín, que tiempo atrás había resplandecido engalanado con las más bellas flores, languidecía y se marchitaba, consumiéndose por la tristeza que el olvido había sembrado en su tierra.

No quedaba ninguno de los que un día pasearon por él, perfumando sus sueños con la fragancia que desprendía tímidamente en el crepúsculo, ni de aquellos a los que permitió que desnudaran sus tallos lozanos como ofrenda de su amor.

Nadie lo recordaba, nadie lloró en él por lo perdido, y poco a poco aquel lugar fue envejeciendo, perdiendo el embrujo de aquel tiempo pasado, mostrándose sombrío, árido, como si nunca hubiera tenido alma.

Mientras la luna percibía aquel último aliento, aquella exhalación que velaba la muerte, decidió que no dejaría llevarse esta vez por aquella melancolía a la que parecía estar condenada, y sin ocultar su rostro, exigió al cielo una lluvia que aliviara aquel dolor del que era testigo, una lluvia que hiciera sentir a aquella tierra que la muerte no es olvido.

El cielo, temiendo perderla de nuevo entre sombras, accedió a su requerimiento, pero a cambio impuso una condición, la promesa de que su luz no podría contemplar aquel momento, y ella asintió.

Mientras se iniciaba silenciosamente aquella lluvia, la luna comenzó a ocultarse, pero en el último segundo, antes de que su halo oscuro la cubriera por completo, sintió como la más hermosa gota de agua acariciaba su rostro.

Hubiera podido esconderla, guardarla entre sus tesoros, pero a cambio simuló desprenderse de ella, como tantas veces había hecho con sus lágrimas. Y  mientras sonreía, aquella gota continuó deslizándose, hasta que suavemente acarició aquel lugar estallando el alma, la vida soñada y entregada en un instante.

¿Fue un engaño de la luna?

Dicen que aquella noche aquel jardín renació, pero ¿sabes? No es cierto (nunca estuvo muerto).


(Dedicado a aquel que echaba de menos los cuentos de la luna oscura, con mucho cariño).

martes, 23 de agosto de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 13. EL ULTIMO VIENTO.


Aquel día, cerca del amanecer, el último viento despertó mi sueño. Aún dormías.

Un pantalón, una camiseta, unas sandalias, el silencio en la calle.

Mientras me acercaba a la playa, sentí bramar al mar. 

En la orilla, un hombre con la piel curtida y el pelo blanco silbaba una melodía templada, tratando de sosegar, quizás, los gritos de aquella espuma.

La arena estaba fría.

Quise acercarme aún más a él, pero entonces dejo de silbar y bajo mis pies comencé a sentir como la tierra temblaba.

Observé el horizonte tratando de encontrar la explicación, el sentido, pero las olas habían enterrado su brío bajo una extraña serenidad, y el rostro de aquel hombre continuaba oculto de espaldas a mí.

¿Dónde estaba tu viento?

No, no lo soñé. En un instante giré mi cabeza y pude contemplar, como a lo lejos, una manada de caballos galopaba veloz por aquella orilla, acercándose cada vez más, y mi mar, de nuevo, despertó haciendo emerger olas sublimes, tratando quizás de atraparlos.

La vida regala instantes de locura, el tiempo, tormentas...

Nunca mis ojos habían contemplado algo tan hermoso, nunca un viento había agitado de esa manera mi cabello, nunca mi piel había sentido tanta libertad.

Ellos eran tu viento.

Pensé que nos arrastrarían, que desapareceríamos entre su galope desbocado, pero cerca de aquel hombre detuvieron su paso.

Sin duda, océanos profundos renacieron en aquel momento mientras las gotas de lluvia, tanto tiempo apresadas por la añoranza, comenzaron a resbalar libres sobre mi rostro.

Cerré los ojos para sentirlas y al abrirlos me encontré sola en aquella playa, soñando con nuevos relatos. 

Mientras, tú, aún dormías.

martes, 16 de agosto de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 12. EL VIENTO SE LLENO DE TU SILENCIO.


(Fotografía de Patricia Vannucci)


He intentado apresar el tiempo entre mis dedos para meditar con claridad, pero ni siquiera los pensamientos están libres del sufrimiento, del eterno vaivén en el que los segundos, en su inquietud, dibujan y desdibujan la realidad.

Aunque mi espíritu se aflija, aprende la verdad, el corazón no presta su favor agitando en sus latidos la memoria de una vida.

Si tan solo pudiera capturar el instante más perfecto de tu silencio y hacer mío tu viento, entonces sería quizás capaz de contemplar, en la más absoluta calma, como la brisa acaricia de nuevo el camino para mis pies. Sí, entonces recordaría tu hermosa voz.

Oculta entre nubes se encuentra una cúpula en la que bellos querubines custodian el violín del que emanan todas las auras.

Siendo testigo de la orgía celestial, cada día, suspendido en el vacío, su arco majestuoso arranca la melodía silenciosa a las cuatro cuerdas que lo atraviesan, haciendo vibrar el tiempo.

Nunca nadie escribió sus partituras y, sin embargo, no le faltó el alma prestada.

Si tan solo pudiera escuchar mis notas y sentirlas sobre los párpados, viviría lentamente el horizonte, guardando en la memoria tus palabras; besando y evocando cada lagrima y sonrisa pasada.

Yo sería mi viento.