Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

miércoles, 15 de junio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 8. ESPERANDO LAS PALABRAS DEL VIENTO.




Durante todo este tiempo añoró un viento que le devolviera sus palabras, una conversación quebrantada por el transcurso triste de sus años y que, sin embargo, todavía se repetía en su mente cada atardecer.

No pudo deshacerse de aquel sufrimiento, y la verdad, silenciosamente velada bajo su piel, comenzó a ahogarle por dentro, asfixiándole en cada una de sus letras.

Apenas recordaba ya su rostro, el sonido de su voz…

Una noche, a pesar de la oscuridad, creyó verla a través de los vidrios teñidos por la agonía que le mantenía preso, aquellos cristales con los que cubrió sus ojos negándose la luz, prohibiéndose una mínima esperanza. Pero cuando trató de alcanzarla y rozó su hombro, envuelto en su quimera, no consiguió reconocerla, a pesar de que, en su regreso, el viento arrastró el sonido de su propio nombre.

Quizás sólo fue un delirio. “No, no era ella” y no dejo de repetirse a sí mismo esa frase…

En su desconsuelo, soñó que por fin los recuerdos comenzaban a desvanecerse, pero tan sólo fueron sueños, y en su despertar, aunque aún permanecía vivo, no encontraba razones para continuar con su existencia, más que su propio tormento.

Si le hubiera dicho la verdad…

Nunca la mentira del no sentir quebró tanto un alma como la de aquel hombre, imaginando el dolor que había causado al negarse su amor, mientras el viento arrancaba las lágrimas de aquellos ojos que tanto idolatró.

Y cada atardecer salía a su encuentro, esperando que aquel viento regresara y le devolviera aquellas palabras que se perdieron bañadas en el sufrimiento de aquella niña, las que nunca pronunció por miedo a traspasar la inocencia de su rostro.

La última vez que le vi, caminaba cerca de un jardín. Extendió la palma de su mano y pude percibir como sus labios dibujaban una sonrisa.

Una suave brisa envolvió aquella tarde…

miércoles, 8 de junio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO 7. LA ISLA DEL SILENCIO.



¿Qué es para mí el viento?

No entiendo a que viene esa extraña pregunta, pero por ser tú contestaré, siempre y cuando sigas mirándome como ahora, como en este frágil instante.

Parece que la noche se resiste a abandonarnos, haciendo de rogar al alba, como los pequeños fragmentos de hielo que aún flotan en mi copa. Sí, todavía nos queda algo de tiempo.

El viento…

¿Alguna vez te conté que viví durante muchos años en la isla del silencio? Muchas tardes paseaba descalzo por una de sus playas desiertas. Buscaba la inspiración, pero aquella brisa no cesaba en su intento de quebrar mi soledad y las notas que soñaba se perdían con ella. Me las arrebataba sin tener en cuenta mi voluntad.

¿No te parece extraño que alguien la bautizara así? Porque aquel céfiro estaba lleno de sonidos, de palabras, de mensajes que nunca conseguí descifrar. Tal vez, porque soy un buscador de silencios.

Lo reconozco, no me agrada el viento, aunque cuando toco el piano siento como un soplo acaricia mis dedos.

Alguna vez he pensado que quizás existan otras islas. Tengo que buscar si existe la de la melodía. ¿Lo imaginas? Tú caminarías descalza, una suave brisa, fresca, te acariciaría el rostro, y susurraría suavemente a tu cuerpo mi música, mi silencio…

Un último sorbo…

Pero no, no te vayas todavía, déjame que te mire otra vez para conservar este momento tan grato y protegerlo del sueño que pronto me envolverá.

En nuestra despedida, te prometeré que si despierto en tu isla, te buscaré. Tú caminarás descalza y yo seré, por qué no, el viento que te acaricie.

Quizás al final no me desagrade tanto el viento...


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jueves, 2 de junio de 2011

LOS RELATOS DEL VIENTO. 6. UN VIENTO LLENO DE MAGIA.



Si estuviera cerca de allí…

Una noche bañada por la más hermosa y fragante luna, bebí las palabras de un viento que se filtraba suave a través de una profundidad oculta. Me pareció tan dulce y exquisito que, intensamente embriagada, permití que aquel soplo guiara mi desvelo oscuro.

A través de tibios susurros, aquella brisa me habló de un bosque olvidado del tiempo pero que, sin embargo, aún perduraba en su memoria. En él, cerca del anochecer, las más delicadas ninfas arrullan con gran ternura a sus pequeños.

Resguardadas por los árboles que conocen su secreto, por riachuelos que en la solemnidad de un pacto juraron no desvelar el reflejo, entre la hierba y las hojas suaves, los mecen en sus tibios brazos, junto a su pecho.

Mientras le escuchaba, sentí como, en su revelación, me conducía hasta allí, y oculta entre las sombras pude contemplarlas a través de los ojos de aquellas pequeñas criaturas, y pude ver como sus alas cristalinas se salpicaban con el brillo de estrellas eternas.

Nunca el silencio de la noche fue quebrado de una forma tan sublime. Nunca una melodía se clavó tan hondamente en mi alma.

Descubriendo como unían sus voces en aquel arrullo, en aquella nana, respirando el más puro amor, me sumergí en la calidez de sus almas y en la sonrisa que se dibujaba en aquellos pequeños que por fin se entregaban a su sueño.

Sintiéndome yo también acunada por aquella magia, mientras la oscuridad se desvanecía, percibí como lentamente me iba quedando dormida. Mi sueño también aguardaba por mí.

Todavía hay noches en las que abro mi ventana y evoco aquel momento esperando el regreso de aquel tibio viento.

Si estuviera cerca de allí para escucharlas…


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