Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

lunes, 29 de noviembre de 2010

EL SEGUNDO. LA GULA.





Normalmente no suelo traer aquí relatos espeluznantes. Pero hablar del pecado de la gula conduce mi mente rápidamente a esta historia, que hasta se podría clasificar de atroz.

Fijaros que es curioso, porque de todos los pecados, quizás éste es el que mejor aceptación tenga entre las personas. Hasta inspira compasión. Pero después de que os narre la historia de Roger, seguramente vuestra opinión cambiará.

Roger había nacido en el seno de una familia cristiana que practicaba con severo rigor los ritos del catolicismo.

Siendo un bebé ya despuntó su glotonería; parecía que nunca estaba satisfecho con el alimento que recibía de su madre.

Claro está, en ese momento, su familia no pensó que con tan sólo unos meses su hijo estuviera pecando; todo lo contrario, estaban convencidos de que Roger se convertiría en un joven de gran fortaleza. Por eso siempre acababan satisfaciendo esa necesidad.

Pero cuando comenzó a crecer se convirtió, para su vergüenza, en un niño rechoncho que siempre andaba merodeando en la cocina en busca de algo que llevarse a la boca.

Hasta le llevaron al médico que les aconsejo no darle demasiada importancia al asunto, y que tratarán de modificar un poco su alimentación haciéndola más saludable; obligándole también a practicar algún deporte.

Pero de nada sirvió. Todo lo contrario, el hambre de Roger fue a peor.

Por la noche cuando ya no se escuchaba ningún ruido en la casa, aprovechando la oscuridad y la quietud, bajaba a la cocina y se hinchaba a comer hasta quedarse satisfecho, sin pensar en que al día siguiente sus progenitores le reprocharían su conducta, gritándole, insultándole, llamándole gordo.

Cuánto más le gritaban, más hambre sentía. Un apetito, imposible de calmar. Ni él mismo lo entendía.

Pronto empezó a hacerse famoso en el vecindario. El resto de niños se burlaba de él, Pero no sólo ellos.

La humillación de los padres fue en aumento. Incluso los domingos, cuando acudían al servicio de los domingos, sentían como todos les miraban, y es que con trece años ya era más grande que cualquier hombre adulto. Era algo que no podían soportar; ser el hazmerreír.

Fue entonces, cuando la madre, en pleno estado de desesperación, acudió al sacerdote de su parroquia pidiéndole ayuda, y éste espantado afirmó que la conducta de su hijo rozaba el pecado claramente, haciéndole responsables a ellos que eran los encargados de su sustento.

Aquel día, cuando regresó a casa y vio a su hijo sentando en la mesa de la cocina comiendo las sobras del día anterior, comenzó a golpearle con rabia “Esto es lo que tendrás si te vuelvo a ver comiendo algo más de lo que yo te dé…”.

Pero lo único que consiguieron maltratándole es que Roger, al verse privado de lo que más le gustaba, se sintiera enfermo y se obsesionara aún más.

Incluso en el colegio, abusando de su tamaño, robaba los almuerzos a sus compañeros y les quitaba el dinero para comprarse todo tipo de dulces y alimentos que sus padres se habían negado a tener en casa.

De nada sirvió que su madre por las tardes le recitará una y otra vez los proverbios que sentenciaban su conducta, ni siquiera sus palizas... Eso no hacía más que enfurecerle aún más. Hasta el punto que un día fue él el que la empujo y la golpeó.

“Es que no entiendes que tengo hambre”

Enfrentándose a la conducta de su hijo, los padres decidieron encarcelarle, hacerle prisionero en su habitación, privándole al máximo del alimento, hasta que se diera cuenta de que tendría que desprenderse de su gula.

Como un preso, encadenado a su cama, recibía sus raciones de comida mínimas que no hacían más que hacerle pensar en todo lo que no estaba comiendo.


... NO HACÍA MÁS QUE PENSAR EN TODO LO QUE NO ESTABA COMIENDO...

... NO HACÍA MÁS QUE PENSAR...

... EN TODO LO QUE NO ESTABA COMIENDO...

A la semana de su cautiverio, sus padres comprobaron como Roger parecía más calmado e incluso había bajado bastante de peso, y decidieron mantenerle por más tiempo allí enclaustrado. Creían convencidos que le estaban salvando.

Roger no les habló…

... NO HACÍA MÁS QUE PENSAR EN TODO LO QUE NO ESTABA COMIENDO...

... NO HACÍA MÁS QUE PENSAR...

... EN TODO LO QUE NO ESTABA COMIENDO...

Pasaron aún algunas semanas hasta que una vecina comenzó a preocuparse. Llevaba mucho tiempo sin ver a la familia. Así que se acercó a la puerta de entrada y sintió un olor putrefacto.

Asustada, llamó a la policía.

Roger desde el principio supo perfectamente cómo acabar con su problema.

Habían pasado diez días desde que sus padres le habían encerrado, y aquella noche SE LIBERÓ CON LAS HERRAMIENTAS QUE MAS AMANO TENIA...SUS DIENTES, de igual manera que los uso para deshacerse de aquellos que vetaban sus fines.

Sí. Devoró parte de su mano para liberarse de sus ataduras, y una vez liberado, mientras dormían, de igual forma mató a sus padres y los fue engullendo hasta que no pudo más, y aún así continuó sin parar hasta que su estomago reventó y murió junto a sus restos.

... NO HACÍA MÁS QUE PENSAR EN TODO LO QUE NO ESTABA COMIENDO...

... NO HACÍA MÁS QUE PENSAR...

... EN TODO LO QUE NO ESTABA COMIENDO...



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Cómo poder explicarlo…

Desgastar la ansiedad por devorarlo todo,
masticarla, ensalivarla, engullirla entera,
hartar el vacío de las entrañas condenadas.

Un imposible en mi…

Siento inalcanzable sentirme satisfecho.
No , no creeré en la abstinencia impuesta
Ní acataré aquellas limitaciones escritas.

Llamarme Pecador...




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jueves, 25 de noviembre de 2010

EL PRIMERO. LA LUJURIA.






VALE, TE CONFIESO QUE HE PECADO.

¿Es lo que querías oír? ¿Te sientes ahora mejor? ¿Has calmado tu conciencia?

¿La condena…? Me rio, y no vayas a escandalizarte.

Nunca la temí porque desde el momento de mi nacimiento supe que estaba maldita, y no me importó. ¿Quién crees que me engendró? Mírame bien y responde. Fue ella, mi madre. Ella fue el origen. Y el tuyo también.

No me hables de Dios…

Si quieres que siga contándotelo, no me hables de Dios.

No ansío el perdón de nadie, y menos de él. Simplemente te lo cuento porque estoy asqueada de tanta censura hipócrita que me rodea.

¿Que Cómo es? ¿A qué te refieres? ¿A pecar o a ser una maldita?

No sabría explicártelo pues al principio ni me lo cuestionaba.

Fue hace tiempo cuando alguien que deseaba me etiquetó de enferma. Sí entonces me plantee si realmente lo era; una enferma, no una pecadora ni una maldita.

Incluso intenté olvidarle, alejarle de mis pensamientos.

Pero llevo a mi madre tan dentro… que respirar me dolía si no era imaginando su sexo en mi interior. Después desee otros. He perdido la cuenta.

Sí. El deseo punzaba mis entrañas de una forma angustiosa. Pero reconozco que disfrutaba con ese dolor inagotable y todas las sensaciones que le rodeaban. Así que supe que no estaba enferma y decidí no reprimirlo, y saciarme…

Sí. Satisfacerme, buscando lo que necesitaba, completamente sedienta, hambrienta. Y esa búsqueda lo fue todo.

La noche era el mejor momento. Desnuda, trataba de atormentar sus desvelos. Les sometía a mi voluntad llena de mi lascivia y les hacía creer que me sometería a las suyas.

Pero las suyas… las suyas nunca fueron tan fuertes.

Llego un momento que comprendí que era imposible calmar mi alma oscura y cada día que pasaba quería más.

Mi cima: alcanzar un dominio sexual sin ningún tipo de restricción.

Y hasta hoy he continuado la búsqueda de ese ser que me codiciara con igual apetito que el mío. Hoy te encontré a ti, me buscaste, pero lo siento, tú no eres, aunque no estuvo mal.

¿Qué cómo me llamo?

Soy la hija de Lilith, de la madre expulsada, con eso te basta.

Pero antes de que te vistas y te vayas, mírame…

No seas hipócrita, sé que te ha gustado.

¿Tienes algo más para mí?


…………………………………………………………………………………………………………………………………………………


No me temas…

Sólo encierro en mí el deseo de la noche,
la lujuria de mi sexo que ya no entiende…

La Oscuridad… YO…

Anoche me encontré envuelta en sus brazos
y aunque hubiera escapado no pude negarle…

A veces soy débil…

Pero solo me entrego en momentos fugaces,
mi sexo vivo no me permite doblegarme más

Me has buscado…

Pero no profanaré mi condición de oscura
ni expiaré culpas porque no me avergüenzo




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lunes, 22 de noviembre de 2010

LOS PECADOS CAPITALES. INTRODUCCIÓN.






Hoy me envolveré con una túnica oscura y larga.

Cubriré mi cabello, ocultaré mi rostro, para así poder caminar libremente entre vuestras imperfecciones y culpas sin ser reconocida. Como una sombra más…

En mi búsqueda, abriré y descubriré siete puertas, siete cajas, siete libros, siete cartas… Al final entenderéis que no fueron siete.

No me temáis por la vestimenta que porto, pues no juzgaré ni castigaré vuestros pecados.

Lo sé...

Habrá quien se crea inocente aunque en su ignorancia ya fue condenado; también quien desde su nacimiento fue declarado maldito sin tener culpa; aquel que nunca llego a saborear realmente la caricia de la tentación, y por qué no, el que se cree vivir comulgando de pecados sólo escritos pero no vividos.

Y pecadores…

Pero seréis vosotros quienes lo decidáis y creareis su infierno.

La tentación… ¿Quién alguna vez no fue tentado? ¿Quién no se sintió seducido por un deseo prohibido? ¿Quién no ambicionó estallar su cólera y alimentarla?

Mi primera confesión. Dejé de creer en quién continuamente me recordaba mi imperfección, con la falsa esperanza de enmienda en un cielo que ya hice mío al venir a este mundo impío.

¿Quién determina donde empieza y termina un pecado?

¿Sacrilegio, blasfemia?

No. El mío no está todavía escrito. No, no lo está. Tan cierto como que en mi no encontraréis en estos cuentos el destello de lo que una vez fui.

Perdí mis alas.

Sí. En estas noches que os traigo portaré otra oscuridad que encubrirá mi trabajo, una toga negra que al final caerá convirtiéndome quizás en pecadora, y no juez.

¿Quién no tendrá miedo y me acompañará?

Quizás tú, el que siempre observa desde lejos… ¿Serás tú?

Se acerca el primero…





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miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL CUENTO Nº91 DE LA LUNA OSCURA. DE FANTASMAS... PENSANDO EN LA LUNA OSCURA.




Aquella noche sentí como la brisa arrastraba una melodía y entre notas pronunciaba suavemente mi nombre.

Aún dormida en mi sueño eterno, me deje llevar dulcemente por ella, por la brisa…

Elevándome, flotando etérea…

Un instante o dos, y noté su luz sublime sobre mis párpados. Aquellos destellos que una vez lo fueron todo.

Lentamente, abrí mis ojos y en la emoción de ese tiempo fugaz, volví a contemplar la luna.

Nunca la oscuridad dolió tanto en su ausencia…

Quise alcanzarla con mis dedos, atraparla para mí, y en el intento mis cabellos, agitados por el viento, ocultaron mi rostro alejándome de ella.

Y bajo mis pies, el mar, y su reflejo perfecto.

Intenté pedirle al compañero de aquel extraño viaje, que descendiera conmigo y me dejará caer en la profundidad de aquel fuego blanco que ardía entre aguas; rogarle continuar mi sueño, dormida, en el fondo de aquel océano bañado en su sombra brillante…

Pero mi voz se perdió en algún momento, apagándose en segundos que ya no me pertenecían.

Sí. Mi alma se había olvidado en la quimera de un cielo hecho sólo para mí, un cielo imposible, y en mi egoísmo me enterré en sombras.

Mientras el espejismo de aquella ilusión comenzaba a desvanecerse, mis ojos muertos se llenaron de lágrimas.

Y continué dejándome llevar por ella, por la brisa… renunciando a la muerte.

Según iba avanzando mi noche, sentí como el viento iba llenándose de más brío, y en su empuje, el intento de combatir el dolor derramado en mis mejillas.

La melodía que con aquellas notas frágiles había conseguido despertarme, comenzó a perderse a lo lejos, hasta deshacerse.

Y de ella sólo quedó un recuerdo, otro murmullo lánguido en el tiempo.

Como aquel mar… completo de su luz.

Nunca un llanto dolió tanto en mi pecho sin alma…

Comenzamos a descender, y pude contemplar como el paisaje se había tornado más oscuro.

Y, mientras me liberaba de mis lágrimas, sentí mis pies fríos sobre la tierra.

El viento cesó y tan sólo escuché el aliento que se escapaba de mis entrañas.

Miré a mi alrededor y aquel paisaje comenzó a resultarme familiar.

Y caminé... como si la noche condujera mis pasos, sin voluntad.

Quise mirar atrás, pero ya no quedaba nada, tan sólo un vacío sin color. Ni siquiera el viento me esperaba.

Y, de nuevo, me deje llevar aunque empecé a ser consciente de dónde me llevaría…

En el camino abracé en mi memoria cada árbol conocido, y en sus rugosidades, mi vida.

Y cuando por fi llegué frente a aquella casa, contemplé su jardín y supe que era el otoño quien realmente conducía aquella noche y mis pasos…

Las rosas...

¿Pensasteis alguna vez que sólo la primavera ofrece la belleza de las rosas?

¿Creísteis que sus espinas quedaban olvidadas tras una tarde de lluvia?

¿No sentisteis su dulce fragancia soñando serena en las noches frías bañadas de luz?

Yo sabía dónde me encontraba y que en esa casa, en una de sus ventanas, las rosas más valientes en otoño tientan con su hermosura.

Y su color enredador…. ¿No lo adivináis? El de la luna.

Acercándome despacio, descubrí que aquel año habían florecido más. Y supe que aunque el viento volviera para deshojar la suavidad de sus pétalos, ellas no mostrarían temor, pues ya triunfaron venciendo mi olvido.

Tratando de alcanzar su perfume, de recordarlo, sentí como aquellas flores seducían mi tristeza, recordándome que aunque los colores de mi alma se perdieron, aún en ella quedó un latido de vida blanco.

Y me acerqué aún más, casi rozando el cristal de aquella ventana.

Quizás ella había separado los tules de su cortina para dormir contemplándolas.

Y la busqué entre sombras…Hasta que la luna volvió para regalarme un reflejo.

Apenas pude contemplar su rostro escondido en aquel pecho y aquellos brazos que siempre la habían protegido y la habían brindado su calor.

Por un momento pensé que no lo volvería a ver…

Aquel rostro…

Pero entonces, la luna lo inundo todo y como si ella supiera de su presencia despertó también de su sueño…

Incorporándose desnuda se apartó los mechones de su cabello y por fin pude ver sus ojos.

Su piel, alejada de él, comenzó a sentir frío, pero aún así se acercó a la ventana, y arropándose con aquellos tules transparentes miró a través del cristal, atravesándome… perdiéndose en la oscuridad que había tras de mí.

¿Qué sentiría?

¿Qué Pensaría?

¿No notó mi ausencia en este tiempo?

¿No echo en falta su reflejo?

Y entonces... contempló las rosas ,y al alzar sus ojos se posaron en mí.

Vi como su mano llamaba a la mía y como las nuestras se juntaban sobre el cristal.

¿Quién derramaba lágrimas? Quizás, las dos.

Sí. Fuimos las dos.

Un instante más y el viento volvió meciendo las rosas, desprendiendo suavemente sus pétalos blancos…

Supe que era el momento de volver a esconderme en mi sueño hasta que ella volviera a querer saber de mí.

Mientras me alejaba, escuché entre pétalos un susurro perdido…

“Sí. Te eché de menos…

Mis noches nunca fueron igual sin ti, sin esta dulce melancolía…

Pero las dos sabemos que no siempre la luna fue oscura y que a pesar de todo en cada una de sus noches guardó un reflejo lleno de luz.

Hoy, te regalaré un último cuento y en él todos los que escribí pensando en ti.

Descansa en mis sueños, y quizás algún día…”


Título: De Fantasmas. Pensando en la Luna Oscura.

“Aquella noche sentí como la brisa arrastraba una melodía y entre notas pronunciaba suavemente mi nombre.

Aún dormida en mi sueño eterno, me deje llevar dulcemente por ella, por la brisa…
Elevándome, flotando etérea..........


sábado, 6 de noviembre de 2010

EL CUENTO Nº90 DE LA LUNA OSCURA. SIN TÍTULO POR EL MOMENTO. TERCERA PARTE.





En el camino abracé en mi memoria cada árbol conocido, y en sus rugosidades, mi vida.

Y cuando por fi llegué frente a aquella casa, contemplé su jardín y supe que era el otoño quien realmente conducía aquella noche y mis pasos…

Las rosas...

¿Pensasteis alguna vez que sólo la primavera ofrece la belleza de las rosas?

¿Creísteis que sus espinas quedaban olvidadas tras una tarde de lluvia?

¿No sentisteis su dulce fragancia soñando serena en las noches frías bañadas de luz?

Yo sabía dónde me encontraba y que en esa casa, en una de sus ventanas, las rosas más valientes en otoño tientan con su hermosura.

Y su color enredador…. ¿No lo adivináis? El de la luna.

Acercándome despacio, descubrí que aquel año habían florecido más. Y supe que aunque el viento volviera para deshojar la suavidad de sus pétalos, ellas no mostrarían temor, pues ya triunfaron venciendo mi olvido.

Tratando de alcanzar su perfume, de recordarlo, sentí como aquellas flores seducían mi tristeza, recordándome que aunque los colores de mi alma se perdieron, aún en ella quedó un latido de vida blanco.

Y me acerqué aún más, casi rozando el cristal de aquella ventana.

Quizás ella había separado los tules de su cortina para dormir contemplándolas.

Y la busqué entre sombras…

Hasta que la luna volvió para regalarme un reflejo.


Siento hacer esto pero continuará.
Un beso para todos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

EL CUENTO Nº89 DE LA LUNA OSCURA. POR AHORA SIN TITULO. SEGUNDA PARTE.




Según iba avanzando mi noche, sentí como el viento iba llenándose de más brío, y en su empuje, el intento de combatir el dolor derramado en mis mejillas.

La melodía que con aquellas notas frágiles había conseguido despertarme, comenzó a perderse a lo lejos, hasta deshacerse.

Y de ella sólo quedó un recuerdo, otro murmullo lánguido en el tiempo.

Como aquel mar… completo de su luz.

Nunca un llanto dolió tanto en mi pecho sin alma…

Comenzamos a descender, y pude contemplar como el paisaje se había tornado más oscuro.

Y, mientras me liberaba de mis lágrimas, sentí mis pies fríos sobre la tierra.

El viento cesó y tan sólo escuché el aliento que se escapaba de mis entrañas.

Miré a mi alrededor y aquel paisaje comenzó a resultarme familiar.

Y caminé... como si la noche condujera mis pasos, sin voluntad.

Quise mirar atrás, pero ya no quedaba nada, tan sólo un vacío sin color. Ni siquiera el viento me esperaba.

Y, de nuevo, me deje llevar aunque empecé a ser consciente de dónde me llevaría…


Continuará...

jueves, 4 de noviembre de 2010

EL CUENTO Nº 88 DE LA LUNA OSCURA. SIN TITULO POR EL MOMENTO.





Aquella noche sentí como la brisa arrastraba una melodía y entre notas pronunciaba suavemente mi nombre.

Aún dormida en mi sueño eterno, me deje llevar dulcemente por ella, por la brisa…

Elevándome, flotando etérea…

Un instante o dos, y noté su luz sublime sobre mis párpados. Aquellos destellos que una vez lo fueron todo.

Lentamente, abrí mis ojos y en la emoción de ese tiempo fugaz, volví a contemplar la luna.

Nunca la oscuridad dolió tanto en su ausencia…

Quise alcanzarla con mis dedos, atraparla para mí, y en el intento mis cabellos, agitados por el viento, ocultaron mi rostro alejándome de ella.

Y bajo mis pies, el mar, y su reflejo perfecto.

Intenté pedirle al compañero de aquel extraño viaje, que descendiera conmigo y me dejará caer en la profundidad de aquel fuego blanco que ardía entre aguas; rogarle continuar mi sueño, dormida, en el fondo de aquel océano bañado en su sombra brillante…

Pero mi voz se perdió en algún momento, apagándose en segundos que ya no me pertenecían.

Sí. Mi alma se había olvidado en la quimera de un cielo hecho sólo para mí, un cielo imposible, y en mi egoísmo me enterré en sombras.

Mientras el espejismo de aquella ilusión comenzaba a desvanecerse, mis ojos muertos se llenaron de lágrimas.

Y continué dejándome llevar por ella, por la brisa… renunciando a la muerte.




Pdta. Y aunque no lo parezca. Continuará. Un beso para todos.