Una vez, siendo niña, sentí la soledad de su resplandor, aquel brillo perdido en la inmensa oscuridad, sólo quebrada por el leve fulgor de las estrellas, sus eternas compañeras. Aunque nunca negué su belleza, no pude evitarlo, me compadecí tanto de aquel extraño destierro que en mi inocencia, fui haciendo mío y me imaginé que era una mujer...

sábado, 23 de octubre de 2010

EL CUENTO Nº85 DE LA LUNA OSCURA. EL FIN DEL VIAJE POR EL ALMA. EL SUEÑO DE UN ANGEL...




Mi viaje comenzó aquí, ya hace algo de tiempo…

Hoy he vuelto para terminarlo, y tenía que ser en este mismo lugar. No había otra forma de hacerlo.

¿Lo recordáis?

Aquella noche la luna despertó en el viaje de su alma, llena de aquella nostalgia que tanto ahondaba en su sentir, la tristeza que le hacía ser única aunque a veces consiguiera olvidarla, la melancolía que nacía en su interior y proclamaba en brillos llenos de toda su luz.

Buscando el silencio regalado por instantes solo suyos, escuchó el sonido de lágrimas que eran derramadas en la sinceridad de una emoción que en sus noches cobraba vida, y así llegó de nuevo hasta un jardín de piedra donde pudo observar a un ángel en forma de mujer que caminaba lentamente.

En aquel lugar apagado en sombras, fue testigo de cómo a cada uno de sus pasos, la dulce humedad derramada por los cálidos ojos de aquel ser, regaba aquella tierra oscura alimentándola con sus propios latidos y consiguiendo fecundar en ella una maleza de un verde tan intenso como el color de aquellos ojos.

Compartiendo aquel momento, la luna quiso regalarle el más hermoso de sus esplendores guiando aquellos pasos, y fue testigo de cómo su búsqueda se llenó de un misterio que profanaba las reglas de otro cielo, mientras la maleza comenzaba a extenderse y a cubrir las lápidas olvidadas.

Nunca la luna había contemplado a un ángel llorar en sentimientos prohibidos.

Cerca del amanecer, aquella criatura extraordinaria encontró lo añorado y, sabiendo que aquella sería la última vez que desplegaría sus alas, se elevó gritando al cielo el amor que había sentido en su guarda.

Mientras descendía en su renuncia, pidiendo perdón, supo que para ella no habría nuevos amaneceres si no era con él.

Cuando por fin sus pies se posaron de nuevo en la tierra, sintió como su vida comenzaba a escapar suavemente y se recostó sobre la piedra fundiéndose en ella, tratando de sentirle por última vez.

Como si un sueño de paz le embriagara, pudo observar la luna como aquel ángel cerraba los ojos arropada por aquel manto lleno de nueva vida y prometió volver cada noche de nostalgia para regar aquel jardín con sus propias lágrimas y velar por el amor dormido en aquel sepulcro...

Pero la luna no cumplió su promesa.

Después de aquella noche sintió tanto dolor en su corazón que decidió continuar su viaje por el alma para ahondar en sus sentimientos y tratar de desprenderse de esa melancolía que tanto la entristecía.

Fue un viaje largo y en cada una de sus noches comprendió que nunca dejaría de ser luz y oscuridad en ella misma. Que la felicidad y la alegría de la vida la acariciarían también llenándola de un sentimiento vivo que palpitaría en su interior, que apaciguaría sus sueños...

Y que el amor… el amor añorado no siempre se bañaría en nostalgia.

Cuando por fin llegó a su destino y lo alcanzó, poniendo fin a su travesía, sintiéndose aún más viva, volvió a aquel lugar, y al hacerlo observó en silencio como aquel sepulcro apenas había cambiado, y aquel ángel que una vez baño su luz de lagrimas, permanecía recostado sobre la tumba de su amor.

Contemplando aquel rostro lleno de paz, la luna se sintió contagiada y aunque ya casi no recordaba cómo hacerlo, descendió serenamente a través de su luz.

Hubiera podido tentar a la magia y devolverla a la vida, pero era tanto el amor que esa piedra fría transmitía, que se negó a sí misma el egoísmo de hacerlo.

¿Quién podría quebrar una imagen tan bella?

Sentándose a su lado acarició sus cabellos y su rostro, y una suave sonrisa se dibujó en su blanca luz al darse cuenta que aquel ser aún conservaba sus alas.

No. No las perdió.

Mientras besaba delicadamente su mejilla se prometió que ella no sería la que rompiese su sueño, y permaneció a su lado hasta que llegado el amanecer, el alba le recordó que había llegado su tiempo y se retiro sin miedo a quedarse dormida y volver a soñar...

Y hasta aquí llegó este viaje.

No puedo acabarlo, sin dar las gracias de nuevo a mis dos amigos, Rafa y Diablo que también viajaron conmigo, regalándome dos cuentos maravillosos que siempre guardaré y no sólo aquí.

Gracias por ser quienes sois, por animarme, por alentarme, por compartir algo más que simples palabras escritas en un papel…

Sí, gracias por vuestra amistad, y sobre todo por estar.

También tengo que agradecer a Julio Verne y a su obra “La vuelta al mundo en ochenta días” que me inspiró en el recorrido de este viaje.

Y también a todos vosotros que me habéis acompañado.

Habrá más viajes, seguro, y espero contar con vosotros, con los que lleváis conmigo desde el principio y con los que os habéis ido incorporando y compartís con esta servidora las noches de mi luna oscura.

jueves, 21 de octubre de 2010

EL CUENTO Nº 84 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. SHAMAIN.






El fin de la cosecha había llegado, y con él el astro sol abandonó aquel lugar haciendo que las noches se tornasen más largas y que los viejos druidas iniciaran su camino hasta el sagrado bosque.

A pesar de la oscuridad reinante, la luna les fue indicando el camino hacia el momento mágico, la noche en la que el tiempo, violando todas las leyes existentes, permitiría que la distancia que separaba el mundo de los vivos del de los muertos, se desvaneciera.

La gente de aquel lugar sabía que la rueda de la vida comenzaba a marcar el fin, pero también que pronto llegaría un nuevo comienzo, y con alegría fueron preparando y adornando los altares.

Incluso los niños participaron de los preparativos, dejando manzanas y nueces para los espíritus perdidos...

Mientras, ya en el bosque, entre cánticos, ellos dispusieron la gran hoguera con troncos de madera impregnada del olor de la salvia y la menta.

Hasta la mandrágora, paciente, esperó el ritual en el que los llamarían, y aguardó con sus conjuros secretos.

Al llegar el día de Shamain, los druidas se vistieron con sus mejores túnicas y cuando percibieron en el aire que la gente del pueblo comenzaba a encender las velas en las ventanas de sus casas, prendieron el gran fuego y entonando los himnos sagrados en círculo, comenzaron a llamarlos.

Una vez despiertos del largo letargo, el impulso de la añoranza de lo que una vez amaron les hizo sentirse de nuevo vivos y caminando lentamente se dirigieron hacia sus hogares, excepto los viejos ancestros que permanecieron junto a la hoguera para compartir la magia con los que una vez fueron sus discípulos…

Enai, aquella noche recordó su nombre y mientras sentía de nuevo la tierra húmeda bajo sus pies se preguntó si él la estaría pensando, pues llevaba tiempo sin oír su voz.

Al llegar cerca del pueblo, tuvo el deseo de acariciar la vieja cruz de piedra pero al intentar hacerlo, su mano resbaló en la imagen y por un momento pensó que seguía dormida, aunque todo le resultaba real.

Cerca del viejo camino que conducía a su casa sintió una fría oscuridad. Las ventanas estaban cerradas. No había luz que aguardara por ella.

Y su hogar comenzó a desvanecerse ante sus tristes ojos, sin que pudiera hacer nada.

Trató de recordar, pero tan sólo llegaron a su mente vagos retazos de lo que fue su vida, tan frágiles como su figura etérea en aquella noche. Sólo el rostro de aquel al que una vez amó permaneció dentro de ella.

Sin saber dónde ir, volvió al bosque y cerca de la hoguera oyó su nombre, y bajo la luz de la luna le vió.

Era casi un anciano, pero ella supo que era él.

Él la había llamado y la esperaba.

Mientras se acercaba, por fin pudo recordar y pudo ver a una pareja de enamorados que en Shamain acudían al bosque para festejar el fin del año y el comienzo del nuevo.

“Elai ¿has vuelto a mí?

“Sí. Estoy aquí, de nuevo mi amor, como cada año y que esperanza siento al saber que no me has olvidado.”

Juntos, en silencio, permanecieron aquella noche uno al lado del otro hasta que el fuego comenzó a extinguirse al llegar el alba.

El año nuevo había llegado y habría que esperar su fin para que de nuevo se encontraran.



Mis queridos amigos, he aprovechado que mi viaje hacía una parada en Irlanda y que estamos en vísperas de Todos los Santos, para traeros este cuento. Espero que os guste.

martes, 19 de octubre de 2010

EL CUENTO Nº 83 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. LA LEYENDA DE FARKA.






Mi abuela siempre estuvo orgullosa de ser una descendiente del pueblo maorí, a pesar de la distancia que la separaba de su continente.

Recuerdo que siendo niña, las noches que mis padres salían y nos quedábamos solas, ella era la que me arropaba. En mi dormitorio descubría la ventana para que el reflejo de la luna quebrara la oscuridad que yo tanto temía. Entonces comenzaba a relatarme leyendas de su pueblo y los colores de su tierra iban envolviendo su voz.

Así supe de Rangi que era el cielo, y de Papa que era la tierra, y que en un principio ellos lo fueron todos unidos por un abrazo, que sólo fue roto por sus hijos, provocando la entrada de la luz en el mundo.

En los días de lluvia la pareja lloraba por su separación, y con ellos aprendí a escuchar en silencio el sonido de esas gotas.

Pero de entre todas las historias que ella me narró, una se ha quedado grabada en mi recuerdo, y hoy soy yo la que se la cuenta a sus hijos. Es la historia de la única guerrera del pueblo maorí.

Taimu, jefe de una de las siete tribus, era venerado entre los suyos por su sabiduría y por su valor y habilidad en el combate. Los pueblos rivales le respetaban y gracias a ello después de años de guerra su gente había vivido en paz.

Pero él sabía que cuando muriese todo cambiaría pues entre el resto de los miembros de su clan ningún guerrero compartía su destreza, y a su pesar, la vida no le había agraciado con un descendiente varón al que poder transmitir su legado.

Su única hija fue Farka, y aunque desde su nacimiento la amó, no pudo evitar sentir el fin de su dinastía y el de la paz.

Siendo testigo de cómo el resto de hombres enseñaba a sus hijos y viendo las ceremonias en las que los jóvenes se tatuaban el rostro y cuerpo en señal de su preparación, tomó una decisión, y tentando a Tu, el dios de la guerra, cuando su hija tuvo suficiente edad, rompió la tradición y la fue instruyendo en las danzas que escondían el secreto de la victoria, en el combate, pero también en el amor hacia su pueblo.

Y si bien el rostro de su hija no podía reflejar con dibujos su valentía, fue el tatuándose por ella el resto de su cuerpo, y en cada logro una marca….

Farka atesoró con gran habilidad cada segundo de las enseñanzas de su padre, y con su complicidad supo ocultar su destreza a todos los demás, convirtiéndose en el orgullo de Taimu.

Lo único que no pudo encubrir fue su belleza de mujer, que pronto despertó el interés entre los varones de su tribu, pero también en el de las rivales.

Y Tu se aprovechó de eso para comenzar su castigo…

Un día un jefe vecino acudió con su sequito para comprobar si era verdad que tal mujer ensombrecía la belleza de la luna, y asombrándose de que así era, lleno de codicia, la quiso para sí y propuso al padre que se la entregara transcurridas diez noches a cambio de una alianza eterna de paz, o en caso contrario se iniciaría la guerra.

Aunque estuvo tentado, viendo como su hija aceptaba el sacrificio, no pudo si no rechazar la propuesta pues también leyó en su corazón el dolor de Farka por alejarse de los suyos.

Aquella noche las sombras enemigas, aprovechando la debilidad de aquel guerrero que ya no era tan joven, le sorprendieron y sin darle opción a que se defendiera, le arrebataron furtivamente el alma.

Ante su lecho mortuorio, recorriendo con la yema de sus dedos aquellos tatuajes, Farka, cubierta en lagrimas, tomó la mano inerte de su padre, y llevándola hacia su rostro juro vengar el daño que se les había hecho.

No se respeto el duelo y la amenaza siguió latiendo. Nueve noches. Sintiéndola, Farka acudió a los suyos para que se organizaran e hicieran frente al pueblo causante de aquel dolor. Pero todos la culparon de la muerte de su gran guerrero; y con miedo a la derrota, pues él no dirigiría más la danza, la repudiaron, asediándola para que se entregara y así por lo menos expiar su culpa.

En un último intento trató de hacerles ver que, a pesar de su entrega, los enemigos volverían para imponerse a todos, que su vida sólo era la excusa para iniciar la guerra, pero ninguno le escuchó.

Mientras intentaban apresarla, Farka consiguió escapar, y huyendo hacia los bosques cercanos, se escondió en la séptima noche.

Apenas pudo dormir, y agotada se sintió culpable por existir, porque su padre la enseñara rompiendo la antigua tradición y por ser mujer…

Pero nunca percibió el miedo, porque ya había perdido todo lo que amaba, y cuando se dio cuenta de ello comenzó a sentirse fuerte y vio claramente lo que tenía que hacer.

En la sexta noche comenzó el ritual para la batalla y templando un cuchillo al fuego, cinceló su rostro negándose a sentir dolor, pues ella era un guerrero.

Las noches siguientes observó con sigilo como avanzaba el pueblo enemigo, y como el suyo permanecía acobardado dispuesto a rendirse sin mostrar su valentía. Y eso la enfureció aún más.

Y así llegó la última noche llena de nubes oscuras que trataron de ocultar la luz de la luna…

Mientras los rivales se acercaban, se oyó un canto. Una voz desgarradora; y bajo la escasa luz, una sombra que empuñando una lanza danzaba amenazante sin ningún tipo de miedo.

La tribu invasora al ver que sólo un guerrero se enfrentaba a todos ellos, se atemorizó pensando que el mismo Tu había mandado un rival invencible para castigarles por la muerte de Taimu. Y con miedo a su venganza huyeron regresando a sus tierras.

Cuando el clan de Farka se dirigía a agradecer a aquel valeroso personaje el auxilio prestado, la luna en el cielo consiguió imponer su luz e iluminándola, la convirtió en leyenda.

Pero sólo pudieron verla durante un fugaz instante, y después desapareció en la oscuridad sin que nunca más se supiera de ella.

Cada vez que mi abuela terminaba de contarme esta historia, me decía que estaba convencida de que Tu, asombrado de su valor, decidió llevársela a su lado para hacerla su esposa, que la eternidad de su compañía templó su carácter y entre las gentes de su raza nunca más hubo guerras.

miércoles, 13 de octubre de 2010

EL CUENTO Nº 82 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. FEVER.




Aquella noche volvía de regreso a Manhattan después de otro día duro de trabajo. Como siempre, en el metro, me refugie detrás del periódico aislando mi mundo, vaciándolo.

Poco antes de que el tren llegara a mi parada me levanté, me acerqué a la puerta, y allí estaba ella de espaldas a mí con una figura peligrosamente moldeada, con unas curvas que casi rozaban la perfección de la palabra mujer.

Mirando a su alrededor observé cómo nadie de los que compartían con nosotros el vagón había escapado de sus terribles encantos, y leí en el rostro de ellas la envidia y en el de ellos el deseo.

Un último frenazo del tren a mi favor y aquella mujer se tambaleó contra mi pecho, rozando mi mejilla con su melena ondulada y fragante.

Nunca olí un perfume igual…

Y entonces… el deseo en mi rostro, al tiempo que girándose hacia mi se excusó con aquella sonrisa sigilosa que prendió la luna de aquella noche y la tiño por momentos de caoba, el color de su pelo.

Las puertas se abrieron y ella emprendió su camino con paso rápido y decidido. El mío, el de la perdición.

No sé qué paso por mi mente en aquel instante. Bueno, sí lo sé, su sonrisa seductora, sus labios tersos, suaves, aquellos ojos oscuros como el terciopelo negro, y su cuerpo… aquel maravilloso cuerpo.

Siguiendo un impulso comencé a seguirla. Nunca había hecho nada igual pero tenía claro que no quería que aquel momento se desvaneciera.

Guardando las distancias fui enloqueciendo poco a poco contemplando cómo caminaba, expiando la desnudez de aquellas piernas esculpidas finamente y que se adornaban con unos zapatos negros de tacón de aguja, que a cada paso se clavaban más en mi.

No sé cuántas calles atravesamos. Por momentos pensé que ella era consciente de mi persecución. Y yo, hipnotizado con sus pasos.

De pronto todo empezó a resultarme familiar. Habíamos llegado cerca del bloque de pisos donde yo vivía y empecé a estar seguro de que aquella mujer sabía perfectamente lo que estaba haciendo conmigo.

Me apresuré, tenía que alcanzarla, pero de repente de nuevo el ruido del metro, y antes de que la puerta se cerrara tras ella, se giro para mirarme y rematar su obra de seducción.

Y yo... inmóvil frente a ella.

Mientras moría lentamente perdido en su boca, el tren inicio de nuevo su marcha, alejándola de mí.

Sí... Estoy convencido... ella sabía perfectamente lo que estaba haciendo conmigo.

domingo, 10 de octubre de 2010

HOY TENGO EL PLACER DE COMUNICAROS QUE LA FORASTERA VOLVIÓ. SI LA DE LOS RIDICULISMOS.




BUENO, YO CREO QUE A ESTE OTOÑO LE ESTÁN HACIENDO FALTA ALGUNAS SONRISAS.

ASI QUE COMO YO HE VUELTO Y TAMBIÉN ECHABA DE MENOS A ESA NIÑA QUE SIEMPRE LA PASA DE TODO, HE DECIDIDO QUE VUELVA TAMBIÉN.

ESTE ES MI NUEVO BLOG, ESPERO QUE OS GUSTE Y QUE LO DISFRUTEIS. UN BESAZO A TODOS.

http://construyendoaana.blogspot.com/

viernes, 8 de octubre de 2010

EL CUENTO Nº 81 DE LA LUNA OSCURA. VIAJE POR EL ALMA.RETAZOS DE SILENCIO.



Cuando por fin llegue a mi oficina tuve esa extraña sensación de que aquel pequeño departamento, que había alquilado hace casi dos años, se estaba convirtiendo en mi hogar; Y no por aquellas flores que la señorita Green, en uno de sus gestos habitualmente maternal, había colocado en un vaso encima de mi escritorio, sino porque aquel espacio gris era el único lugar donde podía pensar claramente.

Margaritas blancas. Las flores eran margaritas blancas.

De nuevo llovía y con la luna ausente, las luces de neón de la ciudad se cubrían de nuevo de esa extraña bruma que apagaba su brillo. El otoño había llegado y la noche asediaba con su oscuridad a las tardes cada vez más frágiles.

Eran cerca de las ocho y lancé una última mirada a través de la ventana tratando de extinguir en vano el bullicio de los automóviles.

Mientras me quitaba mi gabardina observé que mi eficiente secretaria me había dejado dos notas de aviso urgente.

La primera era de Oscar, mi hijo. Me resultó extraño que hubiera llamado. Pensé que quizás necesitase algo de dinero, aunque desde que se fue a la Universidad siempre llamaba a su madre para tratar esos asuntos, y no a mí. Eso me hizo recordar que la última vez que nos vimos discutimos; no conseguía arrebatarle de su mente la idea estúpida de querer ser policía.

La segunda nota era del señor Harold. Había llamado con insistencia. Tendría que acabar mi informe de una vez por todas y comunicarle que, hasta donde habían llegado mis pesquisas, el pretendiente de su hija no escondía ningún trapo sucio.

El señor Harold y su preciosa hija…

Aquella misma mañana había acudido a la comisaría donde Harry, uno de los pocos compañeros de confianza que aún me quedaban allí, me había informado que Johnny Stadlon estaba limpio.

Todavía cuando acudo a mi antiguo lugar de trabajo y veo mi mesa, algo se mueve dentro de mi estomago. Diecinueve años de servicio que decidí tirar por la borda el día que Oscar me dijo que quería pertenecer al cuerpo. El por qué lo hice sigue siendo la mejor de las razones, y ser detective privado al fin y al cabo no estaba tan mal.

Quizás el Señor Harold estaba equivocado y aquel joven que había entrado a trabajar en sus oficinas hacía poco tiempo no era en realidad ningún cazafortunas como él pensaba.

Aunque realmente algo sí era sorprendente, cómo aquel ser anódino y Susan Harold, una preciosidad rubia inteligente y con un porte que hacía ensombrecer a cualquiera que se arrimase a ella se habían conocido. Porque Chicago es una ciudad demasiado grande para las casualidades y yo no conseguía creerme del todo que al tiempo de conocerse, ella desconociese que su pretendiente era un empleado de su padre.

Quizás simplemente fue un acto de rebeldía. Como el de Oscar, o como el mío.

Sin más, recuerdo que decidí que ya terminaría el informe al día siguiente y poniéndome mi gabardina gris, me sumergí yo también en el bullicio mientras pensaba dónde podía haber encontrado la señorita green aquellas flores.



miércoles, 6 de octubre de 2010

EL CUENTO Nº80 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. CRUCE DE CAMINOS.




¿Cómo he llegado hasta este frío cruce de caminos?

Estoy en Omaha, un intento más de mi agente por sacarme a flote. El pobre cree que me salvará pero en el fondo sabe que simplemente me dejo llevar, ebrio, completamente ebrio como cada día.

Pero hoy, entre el público, la vi de nuevo y sentí como sus ojos escudriñaban cada una de las notas de mi última canción, agotando mi tiempo. Y de nuevo el frío. Tan gélido como el hielo que acompaña el whisky que ahora saboreo y que hace que me entregue a mi consciencia; tan crudo como su reflejo en la oscuridad que me persigue.

“Mi alma cantara en esta noche un blues y la melodía de tus lagrimas lo acariciarán como entonces...”

De nada servirá que trate de ocultarme en la sombra de mi guitarra que con gran maestría recuerda aún las canciones pasadas. Pues después de ella se ahogó mi mundo en su infinito.

Quizás tenga aún unos minutos más, el tiempo suficiente para que el dueño del bar salga y me entregue mi parte de la recaudación, y con un poco de suerte pueda invitarme de nuevo.

No sé por qué me preocupa ahora mi vida si decidí enterrarla en cada uno de sus segundos. Otro trago.

“No habrá lunas que lloren tu ausencia, y el tiempo se apagará en mi voz cada vez que mi guitarra piense en ti...”

Siempre fuiste tú desde el primer momento. Quise alcanzarte y hacerte mía y en el intento las letras brotaron fácilmente. Mi fiel compañera cantó por ti y tu pasión, roja como el carmín de tus labios impreso en mi cuello, me hirió de muerte.

No pude ni quise renunciar a ti, y sin embargo me dejaste y he tenido que luchar contra la tenue luz para que no se escapara tu recuerdo ahogado en el alcohol, fiel aliado de esta desesperación.

“Sí. Mi alma cantará en esta noche su último blues y lentamente desangrará gota a gota la historia de nuestro amor...”

Oh fría Omaha ¿Por qué me ha tenido que encontrar aquí?

Sólo pido unos minutos más para que pueda vivirla de nuevo, para que pueda saborear su cuerpo, sin temor a que la muerte me alcance aferrado a mi guitarra.

lunes, 4 de octubre de 2010

EL CUENTO Nº 79 DE LA LUNA OSCURA. UN VIAJE POR EL ALMA. NOCTÁMBULOS.






Son las tres de la madrugada y hoy la noche ha querido regalarnos una luna, que sobre el Golden Gate derrocha sin temor todo su esplendor.

Para los que somos unos reconocidos noctámbulos, poder pasear disfrutando de su compañía desencadena un hecho singular, que las horas silenciosas dejen de transcurrir lentamente.

El silencio…

Durante un tiempo deje que el silencio cubriera lentamente mi alma, pero el temor por las palabras no se desvaneció.

Y es precisamente en este momento, mientras divago, contemplando entre sombras como la luz trata de dibujar la espalda desnuda de Helen, cuando decido vestirme y huir de mi joven alumna que vino hace unas horas buscando ser mi nueva musa.

Helen que como tantas otras expresa con sus ojos un deseo que nunca alcanzará la realidad, quizás sólo en su imaginación, y que aunque sueñan con poesía, acaban conformándose con ser devoradas de la forma más trivial.

Y yo, lo confieso, en este sentido no tengo escrúpulos. Es lo bueno que tiene ser un profesor universitario, cuarentón, algo agraciado y que enseña poesía a un alumnado en el que predominan más las mujeres.

Así que mejor dejarla así dormida y que a mi me encuentre el alba quizás con un café contemplando cómo comienza un nuevo día y la noche me abandona, y a ella con un despertar sin sábanas que escondan la realidad.

No la mentí. Nunca las miento, y aún así muchas vuelven con la esperanza de cambiarme, de hacerme creer que todo es posible y que en realidad las quiero. Aunque tengo el convencimiento de que siempre lo hacen por orgullo pues en ellas nunca encontré el verdadero amor.

La mujer que amé fue la única que me hizo soñar, y en mi avaricia de condenarla a ser mi musa me abandonó.

Realmente me amaba.

De ahí mi silencio.

Un último vistazo a la rubia. No, mejor no despedirme. No la mentí, en eso siempre soy claro, aunque confieso que no estuvo mal y que sus caricias del después casi consiguen engañar mi desvelo.

Adios. Y lo siento, no creas que no, pero la sigo amando a ella. Y me sigo mintiendo.

La noche está cálida y algo húmeda. Quizás más cerca de la bahía pueda sentir la brisa.

La verdad es que San Francisco tiene algo especial. Salgas a la hora que salgas siempre te encuentras gente en la calle. Aunque noctámbulos... somos muy pocos y cuando por casualidad nuestros caminos se cruzan, nos reconocemos: nunca nos miramos a los ojos, pues sabemos lo que realmente buscamos, aunque a veces sea un imposible, como alcanzar la luna con la yema de los dedos.

Y de nuevo la luna que hoy sobre el Golden Gate derrocha sin temor todo su esplendor, y que a mi me recuerda mi cobardía.

A Helen le gustaría…